El amor verdadero

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Desde mi ventana podía ver el mar chocando con la costa. Los rayos amarillos de sol que usualmente le daban vida y color al pueblo de Nove no estaban, simplemente se mantenía con una iluminación regular. Parecía un día gris, uno en el que en cualquier momento empezaría a llover. 
— Eso quiere decir que... 
— Creo que en definitiva, ya no quiere volver conmigo. 
Me alejé de la ventana del cuarto, y caminé hasta el borde de la cama. Me senté con los codos sobre mis piernas, sosteniendo el teléfono con la mano izquierda y metiendo mi mano derecha entre mi cabello.
¿Que esperanza quedaba? ¿Que ella no había visto todo lo que había hecho? Había decidido mandar a la mierda todo con Alice, por ella. Había volado en la primera salida hacia Italia, por ella. Alice ni siquiera había estado embarazada, no había nada que temer, y ¿aún así parecía que no le importaba? 
Nicholas se mantuvo mudo al otro lado de la linea, así como mis esperanzas calladas dentro de mi cabeza. 
Había sido un iluso; ¿qué esperaba? ¿Que Ely simplemente se hubiera colgado de mi cuello y me hubiera besado? En parte así era, tenía el deseo de que no resultara tan complicado el regreso, pero conociendo a Ely, me iba a costar un poco más de lo planeado. Así era ella: una mujer complicada, extraña y hasta excentrica. Y no sabía como le había hecho para conquistarme totalmente.
— Hermano, ¿realmente la quieres? —preguntó— me refiero a, ¿hasta que nivel? ¿La quieres del grado <<me gusta como novia>>, o del grado <<no quiero vivir sin ella, alias me la imagino como esposa>>? 
Miré hacia las baldosas del suelo pulcro del cuarto de hotel, y tragué gordo.
Había decidido evadir la invitación de Nina para quedarme en su casa, por comodidad de todos. Iba a ser muy pesado, tanto para mi como para Ely tener que cruzarnos miradas todo el tiempo, así que esa misma tarde había tomado mis maletas y me había instalado en un pequeño hotel de la zona turística. 
— Yo... —sentía la garganta seca, ¿puas? ¿Agujas? No lo sabía— Solo se que nunca había sentido algo así. Solo se que me vuelve loco con pensar que está lejos. No quiero pensar en el futuro, pero si lo hago no me lo imagino sin ella —tomé aire, inhalando con la boca—. Se que quisiera despertar todos los días solo para verla, y dormir todas las noches para continuar soñandola. Eso no me molestaría en absoluto. 
Escuché la risa siguilosa de Nicholas al otro lado de la linea, y fue tal que me contagió. Estaba jodidamente enamorado, tanto que hasta causaba gracia. 
— Estás jodido.
— Lo se —contesté sonriendo— y así de jodido me siento mejor que nunca. 








...







El hospital se veía mucho más tranquilo que la última vez. Cuando crucé la entrada a la sala de espera, no había absolutamente nadie que yo conociese, lo que me hizo preguntarme si quizás ya habían dado de alta a Ulises y nadie se había molestado en recordarme. 
Avancé a travez de la habitación, y caminé por la puerta que te llevaba al corredor de los cuartos. 
El día anterior no había podido hablar de forma tranquila con Ulises. Después de haber hablado con Ely, lo único que me nacía hacer era correr lejos del hospital, y ocultarme en mi mundo solo para maldecir y romper cosas; no quería ver a Ulises si tenía la mente en otros asuntos, por lo que me había saltado la visita, y había decidido que iba a ir después a visitarlo con más calma y tiempo. 
Crucé el bien iluminado pasillo, pensando solamente en el número que la recepcionista me había dado. La mayoría de las puertas de los cuartos estaban cerrados, y los pocos abiertos era por que el servicio de cafetería entraba y salía con el carro en el que transportaban los platos sucios de su comida. 
Cuando llegué a la puerta de la habitación 10, escuché unas cuantas voces al otro lado de la puerta. Tuve la precaución de tocar, cuando la puerta se abrió frente de mi. Reconocí a la tía Dinn, y a Isabella. Ambas me inspeccionaron con sorpresa, y después se les dibujó una sonrisa en el rostro.
— ¡Justin! ¡Que bella sorpresa! —Dinn se acercó a mi, y me saludó de beso, al igual que Isabella, cuyas mejillas se tornaron rosadas. Sonreí para mis adentros, y volví la vista a Ulises.
Se veía débil, bastante. Pero eso sí: con una sonrisa.
No tenía un gran tiempo de conocer a ese hombre, pero sin lugar a dudas era de esas personas que me iban a dejar marcados por el resto de la existencia. Aunque no había sabido mucho de él, con lo poco que me llegó a decir, había abierto ventanas en mi que ni siquiera sabía que existían. Ese hombre tenía un ángel que iluminaba el rostro de cualquiera que estuviera a su alrededor.
Las arrugas se le enmarcaban aún más estando vestido de enfermo, y tenía una intravenosa conectada en su brazo. Su sonrisa provocó que todo su rostro se moviera, sus mejillas se alzaran, y las arrugas de sus pequeños ojos se enmarcaran aún más.
— Justin...es un honor tenerte visitando mis aposentos —-Reí, y el hombre soltó una ronca risa—.¿Ves, Dinn? Pueden irse las dos con calma a buscar a Ernirn a Conelly; me quedaré hablando con Justin un rato. 
Los ojos de Dinn rebuscaron en su padre y después en mi, para después sonreír con agradecimiento y abrir la puerta frente de ellas. Isabella y su madre salieron de la habitación, cerrando la puerta detrás de su espalda, y dejandonos solos a Ulises y a mi.
Apreciaba a ese hombre. Lo consideraba una persona sabia, justa, elocuente. Sin lugar a dudas, Ely tenía una suerte infinita por haber tenido la dicha de haber crecido bajo su sabiduría y su amor. 
— ¿Como sigue, Don Ulises?
— Pues me siguen conectando a esa máquina asquerosa. Ya me siento bien, y aún así me mantienen aquí. Pero bien hijo, gracias al cielo puedo seguir molestándolos —sonreí, y su risa sorda le provocó un suspiro—. Me alegra verte, ¿de vacaciones en Italia?
Ja...si supiera.
— Algo así... más o menos.
— No suenas muy convencido.
Caminé hacia el sofá plegable que estaba junto a la cama, y me senté inclinado hacia el frente. ¡A la mierda! Ulises estaba informado. Mi relación con Ely no fue secreto para nadie, mucho menos para sus abuelos; ya que Ely no quería escuchar nada de lo que tenía que decirle, al menos su abuelo lo sabría.
— Vine a buscar a Ely.
Los ojos de Ulises encontraron rápidamente una visibilidad de comprensión. Una sutil sonrisa se le escapó de sus delgados labios, y asintió la cabeza, como si supiera exactamente de lo que hablaba.
— Nina me contó un poco de lo ocurrido —me puse alerta—. Tiene que traerme chismes; me aburro mucho aquí. 
Sonreí, y solté una pequeña risa.
— Entonces, ya debe estar enterado de que...
— Que Ely ya no quiere nada contigo, si. Y también que tu luciste muy desesperado y viniste a buscarla hasta Italia... también. 
No sabía como reaccionar. ¿Sus palabras habían sido buenas? ¿Las había dicho de buen o de mal modo? Mantuve mi vista gacha, solamente posada en las sábanas blancas de su cama, y me mantuve mudo.
— Creo que esa palabra me describe bien: desesperado. 
Cuando elevé mis ojos, Ulises me miraba casi con cariño, del mismo modo en que ves a un niño que está haciendo algo adelantado a su edad, con orgullo. El soltó una risotada, y miró hacia la ventana de la habitación.
— Ustedes chicos, crean un drama muy grande por todo. Siempre —suspiró—. Quién tuviera su edad. 
— Yo no quiero drama, pero Ely...
— Mira, Justin. Elizabeth es Elizabeth, y estoy de acuerdo: no es una chica común. No es la típica chica que llora con poemas, o que su sueño siempre incluye encontrar a un amor verdadero. Es diferente a todas las otras mujeres. Pero, ¿te digo algo? Elizabeth es una chica, y por mucho que sea diferente, todas anhelan ciertas cosas iguales. Elizabeth no es de la clase de chicas que lo expresa, pero espera lo mismo: que le ruegues. A cualquier mujer le gusta descubrir que el hombre a quien ama, la ama más. Que él sería capas de hacer cualquier cosa con tal de estar con ella —sonrió, e hizo una mueca—. Te puesto a que se volvió loca al verte en Italia, al darse cuenta de que la estabas buscando. Cualquier mujer se enamora de los detalles, y eso no cambia. Hasta nosotros también tenemos cosas de las que nos enamoramos todos, sin excepción. Ely es una chica fuerte, pero es una chica al final de cuentas, y solamente se enoja para ver tus reacciones, para ver si le convienes. Para ver si la dejas a la primera, o si sigues insistiendo. Lo único que quiere saber, es que aunque se lo pidas mil veces, no te irás. 
¿Aquello era cierto? 
No tenía palabras; ¿eso era todo lo que Ely quería? ¿Que insistiera hasta cansarme? ¿Que hasta después de hartarme siguiera insistiendo? Aquello me parecía un poco...degradante. Degradante para mi, por supuesto. Pero en cierto modo, tenía lógica, y la verdad era que, si eso traía a Ely de nuevo a mi lado, no me arrepentiría de hacerlo jamás. 
— ¿La sra. Nina era una mujer difícil?
— ¡Uh! ¡Hijo! ¿Qué mujer no es difícil? —rió, y a mi no me nació nada más aparte de imitarlo—. Al menos para mi, si no era una mujer difícil no me llamaba la atención. 
— Y Nina era...
— La más difícil de todas, sin lugar a duda —sonrió, mostrando todos sus dientes, que sorprendéntemente seguían perfectamente en su sitio—. Nina era terca, terca como las mulas que mi padre tenía en su rancho. La verdad era que creo que me odiaba a un principio. Su padre me odiaba a un más, por supuesto —asentí sonriendo—. A un principio, yo no le gustaba. Su familia era de una casta social más alta que la mía, y me encontraba insignificante. Pero, como te expliqué, todas las mujeres se enamoran con detalles. Más que nada, cuando tu también recuerdas esos detalles, las cosas que te dice. Les gusta saber que las escuchas, y que pones atención a las cosas que a ellas les gusta y les disgustan para poder hacerlas felices. Así fue como la volví totalmente loca, hasta el punto en que le rogó a su padre que nos dejara salir de manera formal. Yo fui a hablar con él, y prácticamente me tira a la calle. Ahí fue cuando yo decidí superarme, no vivir solo del rancho, como siempre lo había planeado. Así que estudié, estudié mucho. Me encontraba a escondidas con Nina, y cuando no lo hacía, estudiaba. Así es como conseguí beca en una universidad de Londres, y me fui.
— ¿Dejaste a Nina atrás? 
— Si quería tenerla el resto de mi vida, tenía que dejarla sola unos cuantos años —suspiró con añoranza,y continuó—. En fin. Nos mandábamos cartas casi a diario; siempre me estaba hablando de la escuela, de lo que pasaba en el pueblo y de lo mucho que me extrañaba. Yo me encargaba de seguirla enamorando por medio de cartas, aún estando lejos. Era muy insegura la idea de estar lejos, sabiendo que era tan hermosa y que cualquiera podría enamorarse de ella como yo lo había hecho. Pero lo superamos; yo me gradué, y lo primero que hice fue viajar a Italia, correr a casa de Nina, y mostrarle el papel de graduado con honores a su padre. No pudo decirme que no. 
La sonrisa que se le dibujó en el rostro estaba llena de orgullo, satisfacción. Sabía lo que pensaba: había superado el reto. Se había superado a si mismo, y había rebasado las expectativas de cualquiera. No hay satisfacción más grande que ganarte a ti mismo. 
— ¿Y entonces?
— Entonces su padre nos permitió estar juntos. Solo 6 meses después conseguí trabajo en Londres, y ese mismo día le pedí matrimonio a Nina. No podía irme sin ella, por lo que nos casamos, y se fue a vivir conmigo a la Inglaterra. Ahí fue cuando empezamos nuestras verdaderas vidas. Mi punto es, hijo: a veces las cosas pueden verse mal. A veces puedes sentir que es el fin del mundo, puedes sentirte vencido ante los acontecimientos que te ocurren. Pero escucha esto: no hay ni distancia tan grande, ni orgullo tan profundo que termine con un amor puro y verdadero; no lo hay. El amor puede cruzar barreras de espacio y tiempo; es como el aparato tecnológico más avanzado, que va por delante de nosotros por años y años, generaciones enteras. Nunca se podrá conseguir algo como el amor verdadero. Y algo me dice que tu realmente amas a mi nieta, y tengo que decir, si me tengo que ir ahora, me gustaría quedarme con la tranquilidad de que vas a luchar por ella —sonreí—. No todos lo dejarían todo solo para ir en busca de un "tal vez", y eso es lo mínimo que Ely se merece. 
Apreté los labios.
— Si —asentí—. Lo es. Ely se merece mucho más.
— Y algo me dice que tu serás capas de darle todo lo que ella necesite. 
De repente, tenía una felicidad tan grande creciendo en mi pecho, que me faltó poco para saltar sobre la cama de Ulises para abrazarlo de felicidad.









...







~Elizabeth Lanteige~ 







Desde la cocina, escuchaba como mi abuela y mi hermana canturreaban sobre un nuevo chico que Rony había conocido en Boston.
Mi hermana había llegado hacía unas cuantas horas, y después de dormir una larga siesta, había despertado solo para soltar su emoción por aquel tal "Dylan", un nuevo ingresado en su oficina que tenía <<los ojos más hermosos que había visto jamás>>.
Mientras que ellas parloteaban de manera que parecían dos adolescentes hablando de su artista favorito, yo le quitaba la etiqueta a la manzana verde que sostenía entre mis manos. Acto seguido, la sostuvo a la altura de mis labios, para después darle un buen mordisco y quitarle un buen pedazo. 
A al mierda el amor.
A la mierda el romance.
Estaba harta.
Era en aquella clase de momentos, cuando extrañaba furtivamente mis años de inadaptada social/anti-romanticismo/alérgica a libros de Nicholas Sparks. En esos momentos cuando todos parecían tener una historia de amor tan pura como el mar de Nove en verano, o cuando todos comenzaban con sus ilusiones. 
Primero, había tenido que aguantar a Lucy al teléfono por varias horas. Aunque no lo quisiera admitir del todo, estaba realmente ilusionada con Nicholas. Habían quedado de verse en unas cuantas semanas más, en Boston, cuando el fuera a San Francisco por negocios y pasara por la ciudad. Así mismo, canturreó sobre la "cita espontanea" que habían tenido el día de su partida. Me había explicado que ella lo había llamado para despedirse, y que él había insistido en verse. Conociendo a Lucy, seguramente había llamado con la <<esperanza>> de que Nicholas dijera exactamente lo que dijo: "deberíamos vernos hoy, ya sabes, para que tengas una buena despedida de Londres". 
A la mierda el amor... otra vez.
— Que depresiva estás —la voz de Rony me había tomado por entera sorpresa. Apareció por el umbral de la cocina, y avanzó hacia el frutero para tomar un racimo de uvas—. ¿Mal día?
— Callate, Ronny. 
— Wow...Elizabeth, cuida tus modales —me reprimió mi abuela, y yo bajé la vista, avergonzada—. Ronny no tiene la culpa de que tu no quieras perdonar a Justin —¡¿Qué?! Mis ojos avanzaron alerta hacia aquella mujer de edad avanzada y pelo blanco—. Nadie controla mi orgullo.
— No es como si mi orgullo fuera en vano, abuela —gruñí, practicamente—. No pienso dejarlo olvidar todo lo que me hizo; fue demasiado.
Le dí otro mordisco a la manzana, y en el inter a eso mi abuela caminó hacia el otro lado de la mesa, para sentarse frente a mi. Entrecruzó los dedos de ambas de sus manos, y me sonrió con incredulidad. 
— El orgullo es una perdida de tiempo; terminarás casada con él.
— ¡Abuela! 
— Te lo digo por experiencia. 
La risa de mi abuela empezó con un siguiloso sonido, y terminó contagiando a Ronny, quien se sentó a mi lado.
Mis mejillas ardieron, y puse los ojos en blanco.
— Eso no pasará. No mientras yo esté consiente y nadie me borre la memoria. 
Escuché un resoplido de mi abuela, y tan solo miré hacia mi manzana.
— Pero, por qué...
— ¿Por qué? —la interrumpí. Mi nivel de histeria estaba llegando al límite—. Por que el no sufrió como yo. El no...
— Oh, eso crees, hermosa. Pero tu no lo viste mientras estabas lejos —ahora mi abuela me había interrumpido a mi—. ¿Te contaron que vino un par de veces de visita? Me daba ternura ese chico. Llegaba, y se notaba un enorme nudo en la garganta, el cual no se deshacía hasta que no preguntaba por ti —aparté la mirada de un tirón, y me dispuse a pelar la manzana con mis propios dedos. Quité apenas pequeños pedazos de cascara, pero era algo en qué mantenerme ocupada—. No lo se Ely, pero creo que Justin realmente...
— Abuela, para. Por favor —ni siquiera volteé a verla para decirle aquello. Era simplemente tan... doloroso —. Todos me dicen que Justin me quiere; todos me dicen que lo perdone. Pero, ¿no tengo derecho a estar ni un poco enojada? Esta bien, vino a verme a Italia, dejó a Alice por mi, hizo todo eso, y lo sé, pero ¿yo no valgo lo suficiente como para no perdonarlo? ¿No valgo que... que el sufra también? Fueron meses de llanto, meses en los que no podía hacer nada más que pensar en él. Las noches se iban enteras en sus recuerdos, y habían días en los que sentía que lo veía en todas partes —Ronny se movió incómoda, y los ojos de mi abuela pronto mostraron verguenza. Respiré hondo, intentando tranquilizarme, por lo que lo siguiente que dije lo expresé en un tono mucho más tranquilo—. La vida ya me enseñó lo que es estar enamoranda, de una manera loca y desquiciada. Quisiera... —cerré los ojos, para después abrirlos de manera repentina—. Quisiera aprender a olvidar también, aprender a ser fuerte. No me valoré lo suficiente; no me valoraba en el pasado. No sabía lo que era estar... enamorada de uno mismo. Justin me enseñó eso; al amarme, me mostró a amarme a mi misma. Y me hizo mucho bien. Pero no me amé y no me valoré estando en Londres; me hice daño, y fui una estúpida. No es malo tener orgullo a veces; algunas ocasiones es solo lo que te mereces. 
El silencio se hizo en la cocina. Una mezcla de sentimientos se delimitaban de cruzar mi cuerpo en escalofríos y llegar a mi mente en forma de marañas. 
Lo sabía: estaba siendo orgullosa, pero no perdonarlo no me convertía en tonta. Simplemente quería valorarme, y quería... quería ver de lo que era capas de hacer. Simplemente dolía demasiado, la posibilidad de que todo lo que nos había pasado fuera a ocurrir otra vez. Y me mataba por dentro. Me envenenaba. Era tal mi desespero, que no me valoré lo suficiente como para darme cuenta de que yo nunca tuve la necesidad de ser <<la segunda>>, ni siqueira cuando hicimos el amor. Debí de haber... debí de haberlo parado. No pensé en mi, solo pensé en lo que solíamos ser, y eso había matado mi autoestima. 
Yo era la número dos, y no podía dejar que eso hubiera seguido así; me había degradado a tan modo de convertirme en un secreto, y no quería volver a pasar por eso. 
Así que, solamente quería olvidar aquellas sensaciones. ¡En verdad lo deseaba! Deseaba que el nombre "Justin" no me causara ningún remolino de sentimientos, y deseaba poder olvidarlo de una manera sana. 
Deseaba encontrar a alguien que hubiera tratado siempre como primera opción; que no se hubiera ido con otra cuando me tenía totalmente enamorada, y que no hubiera decidido acostarse conmigo cuando ya tenía alguien más. 
Me hubiera gustado haberme dado cuenta de eso antes de haber caído totalmente de alguien, que me consideraba solamente un repuesto. 
— Si me disculpan, creo que iré a tomar una siesta —me puse de pie, y dejé la manzana a medio comer en la mesa. Mi abuela y Rony no dijeron ni una sola palabra, y simplemente me miraron mientras me enderezaba sobre mis piernas—. ¿Me disculpan con el abuelo cuando lo vayan a ver? Diganle que no me sentía...bien. 
Mi abuela asintió de manera casi inmediata, y yo me di la media vuelta para alejarme por el comedor. 
Necesitaba reposar mi mente de tanta mierda que la rebosaba últimamente. 





Una escritora sin amor.Where stories live. Discover now