Dolorosas verdades

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— ¡Mi bella Elizabeth! —aulló Nicholas, extendiendo los brazos y manteniendose en pie apenas. — ¿Cómo está la mejor cuñada del mundo? 

El chico de pelo castaño se balanceaba de un lado a otro, con una sonrisa estúpida y un hedor que penetraba en mis fosas nasales; tal vez se le había caído una —o dos, o tres— bebidas —todas diferentes— sobre su ropa... eso quería pensar; siempre había considerado a Nicholas alguien pulcro. 

— ¡Ups! ¡Perdón perdón! —entrecerró los ojos, y alzó por sobre su cabeza su lata de cerveza— ¡Ex! ¡Ex cuñada! —rió frenéticamente, y después me miró mientras ladeaba la cabeza, pegando el rostro al hombro de un modo casi macabro.— Justin ya me ha pegado muchas veces por recordarselo. 

— ¿Estás bien Nicholas? 

— ¡De maravilla! —

— Pobre loco. — murmuró Lucy; yo la miré de reojo y rodé los ojos.

La música comenzó aún más fuerte de lo que ya estaba, y como consecuencia, todos a nuestro alrededor comenzaron a bailar con más energía. Nicholas miró a su alrededor confundido, y después torpemente intentó tomar el paso que los demás bailarines —menos borrachos— habían tomado mientras saltaban al ritmo de la música del DJ. Cuando noté como sus pies se enrredaban entre si, me di cuenta de que el Nicholas centrado que había conocido hacía apenas unos meses y éste no estaba ni siquiera en el mismo mapa.

— ¡Nicholas! —grité sobre la música. 

Pareció oírme apenas; su rostro se contrajo en una extraña mueca mientras que giraba la cabeza para mirarme. Fue como si no me hubiera reconocido, como si no recordara que nos acabábamos de ver hacía dos segundos atrás antes de que todos comenzaran a saltar.

Busqué el brazo de Lucy, y la acerqué a mi sin mirarla. Tuve que inclinarme un poco para que mis labios quedaran a su corta estatura, igualando su oreja.

— Tenemos que sacarlo de aquí.

— ¿Quién mierda es el? — preguntó Lucy con un desespero enorme en su voz.

— Nicholas Bieber, el hermano de Justin.

...

Robert y Thomas posiblemente nos iban a odiar después de aquella experiencia... digo, viajar con un desconocido borracho en taxi durante 30 minutos mientras él amenazaba cada determinado tiempo en vomitar sobre tus zapatos, y aparte de todo tener al taxista advirtiendote que cualquier cosa que el <<desconocido>> vomite lo tendrás que reponer tu con tu dinero, no debe ser muy agradable.

La lluvia ya no existía cuando nos bajamos Lucy, Nicholas —éste último medio inconsiente por supuesto— y yo al frente del hotel. Ni Thomas y Robert se molestaron en ayudarnos con el borracho, ni siquiera a abrirnos la puerta; suspiré y dibujé una mueca en mi rostro mientras entraba al hotel y me despedía de ambos —los cuales no bajaron ni siquiera del taxi— mirando por sobre mi hombro... no ibamos a ser bien bienvenidas en "The Lucky One" nunca más. 

— Otra vez —comenzó Lucy—, repiteme, ¿Por qué hacemos esto?

— ¿Que querías que hiciera? — Acomodé el brazo del inconsciente Nicholas sobre mi hombro otra vez— No podía dejarlo tirado en ese club. 

— ¿Sabes? Robert era realmente sensual. ¡Imagínate! ¡Podría haber tenido un amor loco y sexy con un desconocido en Londres! ¡La cereza del pastel!

— ¡Callate y ayudame a llevarlo hasta el elevador! —detuve su parloteo.

La mirada extrañada del botones nos pasó desapercibida. Lucy y yo nos encaminamos hacia el elevador, y yo tuve que inclinarme un poco con el peso de Nicholas sobre mi espalda para poder pedir el elevador al loft. 

Una escritora sin amor.Where stories live. Discover now