Capitulo 10

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Nini Rousset, la divetta de un teatro bufo del Boulevard; Nini Rousset, la que vestida con una guirnalda de hojas de parra, enloqueció una sala de prostitutas y de vividores, exhibiendo desnudas las curvas de estatuas y las frescuras túrgicas de su cuerpo de Venus, en una revista del año pasado; Nini Rousset, a quien mandé ramos de gardenias y un par de diamantes sin lograr más que una mueca de burla y una frase grosera el día en que quise hacerla mía, Nini Rousset, por quien habría dado un mes de vida antes de tropezar con la Orloff, acaba de salir de mi cuarto, dejándome en él su olor de Chipre y en las nervios la vibración de una violenta sacudida de placer. Llegó hace una hora, con seis baúles llenos de sombreros y de vestidos y tres perros falderos y al encontrar mi nombre en el registro del hotel, después de instalada en su cuarto, se vino al mío y entrándose en puntas de pies se me acercó por detrás y me cerró con las manecitas blandas y suaves los ojos que leían en ese momento una página de la ética de Spinoza... "-¡Adivina quién es, adivina quién es,rastaquoere poeta, especie de animal, adivina quién es!"- gritaba besándome y mordiéndome la nuca con la boca olorosa a menta. Como un sátiro borracho de sexo la levanté del suelo con los brazos al desprenderme de su brazo lascivo, y la provocación comenzada con su chanza infantil acabó, unos minutos después, en un doble maullido salvaje de voluptuosidad, sobre el diván de la alcoba.

Antipatizo con ella con todas mis fuerzas. Es una encarnación auténtica de toda la canallería y de todo el vicio parisiense. El Gil Blas contó una vez, en un suelto, el antojo que tuvo al ver en una feria a un jayán que medio desnudo levantaba pesos de a diez arrobas, y la seducción del Hércules hecha por ella al terminarse el espectáculo y la llevada de éste entre su coche, y el encierro con él durante dos días y dos noches en la alcoba por donde han pasado todos los que han tenido modo de disponer de unos cuantos billetes de a mil francos para pagarse ese capricho por una noche. Es una Mesalina comprable; grosera como una verdulera y hermosa como una venus griega... Se ha ido ahora a arreglar el modo de pasar la noche en mi departamento sin que la vean los criados y a mandar helar unas botellas de champaña. La orgía será digna de mis cincuenta días de abstinencia y de estudios estúpidos...

De Sobremesa - José Asunción SilvaWhere stories live. Discover now