Capitulo 31

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¡Y no me he ido! Si vuelve, le cerraré brutalmente la puerta y haré que alguien le sugiera al marido que no la deje salir sola, porque corre peligro de que se rían de él, si siguen viéndola conmigo. Desde su ida me he consagrado a revisar mi plan concebido en Suiza en el verano pasado, en los días en que viví en el picacho abrupto donde no llegaba ni el ruido de la canallería humana. Tranquilos los sentidos por los excesos de los meses pasados, he vuelto a vivir la vida verdadera y a sentir que me renacen las alas que me habían cortado las tres Dalilas, la lectora de Nietzsche, la sensual romana y mi sentimental y perezosa amiga, que no ha leído, a Dios gracias, ningún libro que le haya quitado del alma el perfume de sencillez que la hace adorable.

¡Es una almita cerrada, inconsciente y fresca, que guarda todo su olor a montaña y a nido y a rosas como las parásitas del Guaimis, como las orquídeas rosadas que le di la tarde en que la besé por primera vez!

De Sobremesa - José Asunción SilvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora