II. PLACE OF SINS

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Arrugo mi entrecejo y golpeo mi frente con la palma de mi mano, soy un completo idiota. Tengo tanta rabia y frustración que me creo capaz de ponerme a llorar allí mismo, pero no lo hago, comportarme como un niño sería lo más inútil que podía hacer esa noche. Tengo un gran problema y debo buscar una pronta solución, eso es todo lo que tengo que hacer.

Llamo al camarero que me ha atendido y le explico mi situación, le digo que podía dejar mi celular o mi documento como garante para volver al día siguiente y cancelar la deuda, pero para mi sorpresa el camarero solo me brinda una dulce sonrisa, me pide que siga tranquilo, que aprecie la puesta en escena, que ya luego encontraríamos una solución. Obviamente no dejo de sentirme mal, pero a ese punto no es mucho lo que pueda hacer así que me decido por confiar en él.

Acabado un espectáculo continúa otro y es imposible creer que aun con todos mis problemas y frustraciones encima, me uno aplaudiendo fuertemente a cada uno de estos; es entretenimiento, sexual y picante, algo que no se encuentra en muchas partes, algo que me inquieta y gusta, algo prohibido, algo que no puedo dejar de ver.

Un travesti hizo un monólogo muy gracioso que hablaba de hombres con eyaculación precoz que se creen los machos alfa de la relación, y con solo escucharle decir la frase "me encantan los penes" se me subieron los colores al rostro y no puedo parar de ver ni de reír, luego vino la respectiva despedida de ese show para darle paso al siguiente, me es tan fácil aplaudir totalmente encantado, disfruto a plenitud de todo lo que está a mi vista. Sin poder pestañar siquiera veo como los chicos que abrieron el espectáculo vuelven a escena, esta vez nadie canta, ellos se encargan de bailar una sincronizada, sensual y llamativa coreografía. Todos ocupan antifaces dorados, van descalzos y con brillantes y extravagantes prendas cubriendo su cuerpo.

Maliciosas pero atractivas sonrisas invaden el escenario, sus cuerpos son elásticos pero fuertes a la vez. Me quedo observándolos boquiabierto, es algo extraño, diferente, puedo ver la belleza en sus movimientos, en su sincronía, en el juego de colores de su vestimenta. Es algo mágico, fantasioso, algo para admirar, para disfrutar. Su show acaba muy pronto, y yo apenas y puedo aplaudir y no porque no me hubiese gustado, sino porque quiero más, no quiero que bajen del escenario.

Los espectáculos que siguen son una obra teatral que recrea el tema de los hombres que no pueden elegir entre "los chicos malos o los chicos buenos" y un nuevo cantante, este último entona una canción más profunda, más oscura, algo muy acorde a todo lo que mis ojos ven. Ese lugar no es sano, no es para mí, pero hace mucho tiempo que no me sentía tan a gusto como allí lo estaba.

—¿Cómodo?

Tengo que desprender mi mirada del escenario para poder seguir esa voz que me habla desde muy cerca, es un chico, uno con vestimentas similares a los que habían estado bailando momentos atrás, camisa brillante y dorada, pantalones del mismo color ajustados a su cuerpo y un peculiar antifaz dorado que cubre la mitad de su rostro. El chico es guapo, no necesito ver más allá de lo que este muestra para darme cuenta, su piel se ve tersa y suave, sus labios tienen un hermoso color rosa y su rizado cabello le hace lucir hermoso. Pero aún y con todos los comentarios positivos en mi cabeza no paro de preguntarme por su presencia allí, yo esperaba al camarero con una respuesta, o a algún administrativo para solucionar mi problema, pero deduje arbitrariamente que era él a quien habían enviado para negociar conmigo.

—Lamento mucho el inconveniente con la botella de whisky, juro que no lo hice con malas intenciones, se me olvidó la cartera y no tengo mucho dinero ahora mismo, no sé, yo propongo dejar mi documento de identidad y mañana en horas de la tarde vengo con el dinero, la verdad es...

—¿Siempre hablas tanto? —el chico me interrumpe y ríe divertido—. No te preocupes por esa botella.

—Claro que tengo que preocuparme.

Hell ; Larry Where stories live. Discover now