XI. The Day That My World Imploded

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XI. The Day That My World Imploded

Despierto y busco mi celular para ver la hora pero está apagado, recuerdo que la noche anterior decidí silenciarlo a las malas y en esos momentos de la mañana deseo que mi celular permanezca así, apagado, quiero aprovechar esa oportunidad para desconectarme del mundo. Trato de volver a dormirme pero me es imposible, me levanto, tomo una ducha y vuelvo a vestirme con ropa de Niall. A esas horas del día y estando todo tan claro descubro que el moreno tiene montones de obsequios; su habitación está llena de detalles carísimos, prendas de marcas, zapatos importados, relojes de todo tipo de diseños y colores. Todo es tan llamativo que no me aguanto las ganas y me pruebo uno de ellos, es precioso, es espectacular, fácilmente podría presumirlo en mi instituto, lo que sería toda una osadía, estudio con puros niños ricos.

Comienzo a probarme la ropa que más me gusta y cuando estoy a punto de hacer lo mismo con los zapatos me ataca el hambre, así que decido por postergar esa tarea para otro momento. Voy a la cocina y preparo algo para Niall y para mí, el rubio tiene pocas cosas en la lacena pero eran suficientes para hacer algo medio decente, luego me pongo asear el departamento y ya no puedo detenerme, como en casa no lo hago, pues hasta lo extraño. Limpio y ordeno todo haciendo un magnífico trabajo del cual me siento orgulloso.

Niall llega poco antes de la hora del almuerzo trayendo comida consigo, le recibo con una enorme sonrisa y mientras él toma una merecida ducha yo acomodo los platos en la mesa. Niall se sienta a mi lado y comenzamos a hablar del espectáculo de la noche anterior, por la presencia del señor Breslin yo no había podido reírme de él con confianza, pero ahora que estamos a solas no me contengo las ganas de decirle lo chistoso que se veía con aquella peluca puesta.

—Por lo menos cantas bien.

—¡Lou! ¡Ya deja de burlarte! —Niall me reclama sin parar de reír—, al público le gusta y eso es lo importante.

—No voy a negarlo, te ves bastante guapa.

—¿Sabes? Harry parece más chica que yo cuando le toca disfrazarse.

—¿También usa peluca y esos zapatos?

—Cuando toca toca. Estar en el Hell es un privilegio y lo es aún más cuando se está en nuestra posición como bailarines y cantantes fijos. Julios es un excelente coreógrafo, es creativo, eficiente y exigente, él monta espectáculos jamás vistos y nosotros solo somos piezas que debemos adaptarnos a eso que él desea proyectar.

—El Hell es un lugar muy cotizado.

—Se creó para el entretenimiento de las personas más ricas de todo Londres, no cualquiera cruza sus puertas ¿sabes por qué te dejaron entrar con tanta facilidad la primera vez que fuiste?—, le miro curioso, ciertamente ese es uno de mis más grandes interrogantes desde que comencé a entender el tipo de lugar que es el Hell, pero sobre todo las personas que lo frecuentan—. Porque eres un niño lindo y pensaron que eras uno de los futuros debutantes.

—No te entiendo —susurro prestándole mayor atención a sus palabras.

—El Hell es un cabaret, no un burdel, legalmente no puede vender sexo o sea, hablando del acto sexual en sí, pero George, el genio detrás de todo lo que el Hell's Passion es, tiene un negocio aparte que le resulta mucho más rentable. Él consigue chicos lindos, los pule, los prepara para subirlos al escenario y hace de ellos joyas que los hombres que visitan el Hell desean obtener, y por quienes están dispuestos a pagar cualquier precio. Por lo general no nos quieren por una sola noche, nos quieren para presumirnos, es como si el llevarnos como adornos en sus vidas le diera cierto estatus. Yo pensé que eras uno de esos chicos, y Harry también lo creyó, por eso quiso estrenarte antes de que George te pusiese las manos encima.

Hell ; Larry Where stories live. Discover now