VII. THE DEVIL REJOICE

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Había tenido una mala noche, pésima a decir verdad, la peor hasta estos momentos de mi vida y no solo mi cabeza aún sufría por las esquirlas de las pasadas horas sino también mi cuerpo mostraba el daño inherente a la falta de sueño, el miedo y la preocupación. Mis ojos se veían hundidos y claras ojeras se marcaron bajo estos, estaba más lento de lo normal, me costaba concentrarme en cosas básicas, estaba perdido, confundido, hasta comenzaba a tener leves lagunas mentales.

¿Cuánto había dormido?  Menos de tres horas, o eso era lo que recordaba.

Con la luz del día llevándose de golpe muchos de los fantasma que me habían atacado la noche anterior, logré reunir el valor y el coraje para quitar los obstáculos que yo mismo había puesto en la puerta de mi habitación y así salir de esta para seguir con mi vida, mi nueva amada vida lejos de casa. Llegué al Pearce un poco más despierto conforme a cómo iba transcurriendo la mañana, di mis clases sin tener mayores inconvenientes y agradecí internamente no estar aún en épocas de exámenes porque ciertamente no me sentía en condiciones de presentar siquiera uno de estos.

Josh ya no era un problema, o eso quería creer, desde que arruinaron mi antigua bicicleta ya no se había vuelto a meter conmigo ni con mis cosas, el primer día que usé la bici que me había regalado Zayn sufrí ante la idea de poder encontrarla de la misma forma como dejaron la pasada, pero no fue así, y eso me ayudó a mantenerme tranquilo. La situación con respecto a Zayn también se encontraba de cierta forma calmada, quieta, como en espera, en espera de nada para ser sincero, pero era un estado que significaba mucho para mí. Quería respetar su relación con Liam, lo hacía por mí, por él, por la pareja que había elegido, porque puede que fuésemos conscientes de que entre nosotros no pasaba nada más que una linda amistad, pero no todo el mundo lo veía así, en especial su castaño novio, esto lo pude notar en su forma de mirarnos cuando estábamos juntos y su cambio al momento de tratarme, no era que Liam se hubiese vuelto más estricto para conmigo, sino que me trataba como si fuese un alumno nuevo en cada clase, me decía lo necesario, apenas y me tomaba en cuenta y si había la oportunidad de pasar de mí no dudaba en desaprovecharla.

Normal, me decía en mi cabeza, él debe verme como una amenaza.

Salí de clases a la hora de siempre y llevé dinero de más para almorzar afuera, ya tenía todo calculado; me quedaría en la calle hasta las cinco de la tarde, luego merodearía la casa hasta asegurarme que mi tío no estuviese a la vista, entraría, me encerraría y volvería a salir al día siguiente. El problema era que debía lavar el uniforme para los próximos días y en realidad esa no era una verdadera solución, pero no pasaba nada mejor por mi cabeza en esos momentos. También opté por llamar a mi madre para tratar de explicarle la situación en la que me encontraba o por lo menos una parte de ella, pero ella no respondió a ninguno de mis intentos por comunicarme.

Mi celular sonó cuando dirigía mi ruta a un mercadillo donde podría comer mucho y a buen precio, y sonreí de oreja a oreja al ver el nombre de Harry en la pantalla de mi móvil, de verdad tenía tanto que agradecerle y mucho qué preguntarle, entre otras cosas, tenía interés en su plan de celular porque fue mucho el saldo que gastó en mí cuando mantuvo la llamada por largas horas solo para que yo pudiese dormir bien.

—¡Hola! —le contesté con entusiasmo en mi saludo.

Hola lindo, ¿dónde estás? —él sonaba tan tranquilo como siempre así que una vez más me fui contagiando del bienestar que él transmitía.

—Estoy buscando un lugar donde almorzar.

Te tengo un plan mejor, ¿recuerdas donde vivo? —no pude responder a su pregunta, no podía, o mejor dicho, no quería creer que después de lo de anoche él se atreviese a invitarme una vez más a estar a solas en su departamento—. ¿Lo recuerdas?

Hell ; Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora