Prólogo

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Bueno, aquí estoy de nuevo, empeñada a no darme por vencida. Me gustaría compartir con vosotros esta historia, que es igual a la otra, pero a la vez, no lo es. ¿Demasiado lío? De acuerdo. Pues Jared no estaba contento, dado que no había presentado su posición desde que era adolescente. E Íria se cansó de ser considerada la mala. Así que han regresado con la intención de desvelarlo todo :)

Prólogo

Septiembre 2013

Salté de la cama con el corazón en la garganta.

El único sonido que perturbaba el silencio del cuarto era mi propia respiración alterada. Abrí los ojos procurando ver a través de la oscuridad y agudicé los oídos. La cortina de la ventana estaba corrida solo a medias y las luces de la ciudad componían sombras que bailaban en las paredes.

Vi mi portátil sobre la mesa donde lo había dejado antes de dormir, las maletas preparadas en el suelo, una puerta abierta del armario y nada más. El cuarto no tenía nada fuera de normal, era lo típico de una habitación de hotel.

La trastornada era yo. El sudor me había empatado las mechas de la nuca y me corría entre los senos. Ahora lo sentía frío y pegajoso. Me deje de espaldas y miré el techo, procurando identificar la sensación. Eran dos: miedo y… dolor. Y en proporciones suficientemente profundos para sentir que me desgarraban por dentro. Me masajeé el estómago con movimientos contrarios al sentido de las agudas del reloj en el intento de deshacer el nudo que lo estrechaba. Por todos los dioses, no era un bebé que sufre cólicos.  Renuncié al masaje y probé respiraciones hondas, aprendidas a las clases de yoga.

Poco a poco empecé a tranquilizarme, pero no tenía ninguna pista sobre el porqué de la actuación. Una sola vez en mi entera vida había probado los mismos síntomas y entonces me había costado años curarme. De hecho, aún me consideraba en proceso de curación.

El día que me había marchado de Balnya era la que me había marcado. Solo pensando en el nombre de mi ciudad natal y los recuerdos atropellaron mi mente con la fuerza de una manada de buffalos corriendo.

Genial, Íria, lo hiciste otra vez.

Jadeé nerviosa y pateé el colchón. Cogí el teléfono de la cabecera y verifiqué la hora. Las cifras dibujadas con arte me enviaron otro escalofrío por la espina dorsal: tres y treinta y tres de la madrugada. Y cuando verifiqué la fecha por culpa del defecto profesional que debía respetar las fechas de entrega de los proyectos y tenía la sensación que las horas son días, me helé hasta la punta de los dedos. Habían pasado trece años, trece días y trece horas desde el día que me había marchado de Balnya.

No estoy supersticiosa y tantos tres y trece no me aterrorizan bajo ninguna circunstancia.

Menos ésta.

Había dejado atrás asuntos sin resolver y sabía que en algún momento de mi vida estaría forzada a arreglarlos. Solo que nunca encontraba el momento perfecto y el dicho «mejor más tarde que nunca» me funcionaba de maravilla en los días de depresión. Más tarde me sonaba magistral.

Volví a tenderme y procuré encontrar una posición cómoda que me convenciera a cerrar los párpados. La colcha empezó a molestarme, la almohada era demasiado suave, y una idea empezó a dar vueltas en mi cabeza. ¿Y si hubiera llegado el momento de «más tarde»?

Fingí dormirme, intentando engañar a mi cerebro hiperactivo. En realidad analicé los pros y los contras todo el resto de la puñetera noche. Por la mañana dejé de auto torturarme y tomé la decisión.

Había venido el momento de «más tarde». Iba a volver para enfrentarme a mi pasado y poder planificar un futuro. Un futuro que esperaba, iba a involucrar un horizonte más amplio que el del segundo día con el que vivía actualmente.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADAWhere stories live. Discover now