Capítulo 20

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Noviembre 2013 —Íria

        

El timbre de mi móvil irrumpió de modo estridente en el espacio del coche, como si quisiera asegurarme de que estaba viva. Había tirado mi bolso en el asiento del copiloto, así que hice malabares con el volante, con un ojo en la carretera y otro para buscar el teléfono.

—¿Íria? —me apeló una vez femenina.

—Sí, Mara. —La reconocí al instante, aunque no entendía por qué me buscaba.

—¡Gracias a Dios! Gracias a Dios —vociferó a través de la línea—. Tengo que hablar contigo de urgencia. Podría perder mi trabajo. ¿Dónde estás? ¿Puedes venir al hotel?

—Uh… espera —pedí, cortando lo que para ella debía ser algo importante, pero no tenía ningún significado para mí—. ¿Qué pasa?

Escuché varias respiraciones hondas después de que Mara volvió a hablar un poco más calmada.

—Siento molestarte, pero tengo un problema y resulta que eres la única que puede ayudarme.

Mi asombro crecía cada minuto, por lo que le permití explicarse e iluminarme.

—Tengo un cliente que me está tocando las narices, no le conviene nada de lo que le ofrecemos y amenaza con ponernos calificativos negativos.

¿Qué tenía yo que ver con su cliente?, me pregunté sin interrumpirla.

—El problema es que indiferente de lo que le ofreciera yo, seguirá sin estar contento, pues en realidad te quiere a ti. Está con los nervios porque no pudo contactarte y me alegro de conseguir hacerlo antes que él y ponerte en tema.

Un escalofrío me recorrió, avisándome que no me esperaban buenas noticias.

—Se llama Pierre François Mourchois —continuó ella—. ¿Lo conoces de algo? Dime que sí, por favor, sálvame —imploró.

Quise decir algo, pero mi boca se negaba a abrirse. Mi mandíbula parecía soldada al maxilar. El coche empezó a desviarse hacia la acera y apreté ambas manos en el volante, mientras que pisaba el freno y disminuía la velocidad.

¿Qué diablos hacía Pierre aquí? Recordé que había recibido un correo electrónico de su parte que no me había molestado en leer. Tampoco había querido responder a las unas cuantas llamadas suyas. ¿Habían sido cinco o cincuenta?, intenté recordar. No importaba; Pierre representaba una minúscula parte del pasado y me era indiferente lo que tuviera que decir. Le había dejado las cosas más claras que el cristal y no planeaba cambiar mi decisión.

—¿Íria? —Mara me recordó que seguía al teléfono.                                           

—Sí —dije—. Sí, lo conozco. Vengo en cuanto pueda.

—Gracias —comentó, pero no escuché el resto. Colgué y tiré el móvil en el asiento, haciendo el esfuerzo de concentrarme para mantener el vehículo en línea recta.

Ya no sabía si se trataba del destino, de fuerzas sobrenaturales, del hilo rojo de la vida o de cualquier otra inercia abstracta. No obstante, entendía que en ese momento me encontraba entre la espada y la pared. No necesitaba pensármelo dos veces, tenía la certeza a quién quería y para qué. Cuando había regresado al pueblo mi plan había sido pasar página al pasado e idear un futuro. En aquel momento no sonaba como si fuera algo imposible de conseguir, pero resultaba que lo era.

En ese preciso instante había perdido a Jared. Había vuelto a perderlo.

En mi interior, había tenido la esperanza de arreglarlo todo de modo amistoso y que regresaríamos a los días de antes. Secretamente, había esperado que volviera a enamorarse de mí, porque yo estaba segura que no había dejado de amarlo.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADATempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang