Capítulo 1

5.5K 240 22
                                    

Septiembre 2013 — Íria

Dioses, no había cambiado mucho, me dije tres días después.

Entré en el pueblo, y hasta la casa me mi abuela no vi un solo coche. Los faros del mío eran la única fuente de luz en la carretera. Reducí la velocidad para no perder detalle, curiosa ante el panorama. Algunas construcciones se veían descuidadas y otras reformadas, poco escondidas detrás de las vallas de baja altura. Los árboles enmarcaban cada lado del sendero, pero se mostraban más viejos, con las coronas voluminosas, los troncos gordos y las ramas pesadas. Abrí la ventana para inhalar el aire. Era frío, y la fragancia especial, llena de recuerdos, llenó mis fosas nasales con tanta intensidad que me abrumó.

Me di cuenta que me habían sudado las manos en el volante y las limpié por turnos en los vaqueros. Apreté el pedal del acelerador, sin permitir que el pasado me acosara; era bastante tarde y no quería que mi abuela me esperara al infinito. Le había avisado de mi llegada unas horas atrás, cuando me quedó claro que seguiría con la idea y la finalizaría. No quería darle un susto de muerte apareciendo a su puerta después de trece años.

Me recibió como lo esperaba, con las lágrimas cayendo como un riachuelo por sus mejillas arrugadas. No que yo conseguí mantenerme más fuerte. Este reencuentro significaba muchas cosas y lloriqueamos un buen rato antes de convencerla de que fuera a dormir. No se movió hasta que no le prometiera varias veces que íbamos a tener tiempo de hablar.

Tomé mi antigua habitación pero no conseguí pegar ojo. Demasiadas emociones, miles de recuerdos, todo lo que había encerrado en el fondo de mi mente, se asomaron amenazantes, con la intensidad de una borrasca. La mayoría hermosos recuerdos. Me concentré en ellos, no tenía tanta fuerza para resistirme a los desagradables. A todos a la vez.

Me levanté antes que el sol y encontré a mi abuela en la cocina. Ya me estaba preparando un bizcocho. Tomamos el café juntas, mientras nos pusimos al corriente. Cuando ella me avisó que tenía cita con el médico, aproveché para llevarla y me detuve en el único restaurante del pueblo que pertenecía a Liza, mi antigua amiga.

Empezaba a fichar los puntos de mi lista, muy parecida a un alcohólico o un drogadicto en proceso de recuperación. Ese tipo de listas que empezaban con pedir perdón, cerrar el círculo, bla, bla, bla.

Estaba aquí, no tenía sentido perder tiempo. Aunque para algunos reencuentros necesitaba más para declararme preparada. Y un poco de ayuda divina sería bienvenida.

No llegué hasta la barra. Escuché la puerta abriéndose y cerrándose detrás de mí, y curiosa como el gato, me volví para ver de quién se trataba.

Me transformé instantáneamente en una estatua de hielo.

¡No! ¡No ahora! ¡No estoy lista todavía!                                                                        

Por el santo cielo, seguía igual de hermoso. Devastador. Depredador. Tenía el pelo cortado al estilo militar y podía verle las cejas por primera vez, sin que le alejara las mechas que siempre le caían sobre los ojos. La izquierda estaba cortada por una cicatriz, pero solo añadía más misterio a su impresionante rostro.

—Vamos, este día no se anunciaba desastroso —dijo Jared con los dientes tan apretados que pude ver claramente el movimiento de la mandíbula.

Intenté descongelarme pero no encontraba ninguna fuente de calor. ¡Vaya recibimiento! Había firmado el contrato, suponía que estaba al corriente de que iba a regresar, no entendía su reacción.

—Estoy aquí. Te oigo perfectamente —repliqué molesta, a la vez que bebía cada detalle de su rostro y me entraban ganas de llorar. Esos ojos… no habían cambiado. Seguían igual de oscuros, aún tormentosos, más negros que una pesadilla, pero cuando se encendían…

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADAWhere stories live. Discover now