Capítulo 14

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Bueno, ya sabéis que lo que subo aquí es un borrador poco revisado. Os aviso porque en este capítulo necesité hacer ejercicios de matemáticas y hasta su final, me cansé. Si alguien tiene tiempo de restar los días que está contando Íria, que me avise. Si no, no me matéis si no os da el resultado correcto :)

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Septiembre 2000 — Íria: Diario del duro camino hacia la felicidad

Día 1

El primer día del último año de instituto. Esperaba que fuera el último año que me hallaba en este pueblo.

La certeza que iba a volver a ver a Jared no me había dejado dormir mucho. Bueno, me había acostumbrado a vivir sin sueño desde que lo había conocido, así que no contaba.

Preparé el disfraz de chica grande y segura de sí misma: mascarilla para dar brillo al pelo, mascarilla para iluminar el cutis, manicura y pedicura en el salón de Liza, depilación y crema hidratante, esperando que si me viera bien llegaría a creérmelo y a sentirme del mismo modo. ¡Ja! ¡Qué ingenua! Necesitaba una mascarilla con el poder de borrar la palabra Jared de mi mente. En su ausencia, me basé en mis habilidades de actriz y en la sonrisa que había ensayado frente al espejo.

Entré en la clase llevando mi mejor mini falda vaquera y esa misma sonrisa que usé junto con un guiño del ojo cuando me acerqué a su banco. Me desplomé en la silla, dándole mentalmente lecciones a mi corazón de cómo debería funcionar con normalidad. Esto de jugar a «paso de ti-no me interesas más», resultaba agotador cuando lo tenía a diez centímetros de distancia.

Nada. Lo superé. Bien para la chica grande. Quedaban ciento setenta y nueve días. A por ellos, Íria.

                                                                                    

Día 4

Los días pasan con más lentitud que de costumbre. Al ritmo de una tortuga milenaria, lo que significaba que al final del año escolar tendría la edad mental de cinco mil cuatrocientos siete años. Lo más probable sin haber aprendido algo sabio y profundo que pudiera dejar como memorias y ayudar el camino de otras tortugas.

Compartía demasiadas asignaturas con Jared, pero mi sonrisa seguía aguantando. De hecho, ya la llevaba junto con la ropa y los cuadernos. No me atrevía a dejar de sonreír ni un instante, por miedo de que no pudiera volver a hacerlo.

Suponía que mis compañeros creían que me estaba tomando algo mucho más fuerte que el café de cada mañana. No obstante, descubrí que era verdad y las sonrisas tenían poder, pues hice muchos nuevos amigos. No que me ayudara estar rodeada de gente. Los ojos oscuros y muchas veces interrogantes parecían tener facilidad de encontrarme aun entre el mar de jóvenes.

Día cuatro superado. Quedaban ciento setenta y cinco.                                                      

Día 7

Mi sonrisa no estaba entrenada para aguantar la imagen de Jared en el short de deporte y una camiseta sin mangas. Ni para ver sin quebrarse esos músculos alargándose, contractándose e hinchándose en la clase de deporte, y tantos centímetros de piel acaramelada desnuda. Concentrada en buscar mi mandíbula por el suelo, volver a cerrar la boca y redibujar la sonrisa, me caí.

Síp, vergonzoso, pero debía reconocerlo. Caí de bruces por un chico. Malo, muy malo para la chica supuestamente grande.

Me senté en el suelo y estudié ofuscada el rasguño de mi rodilla. El dolor no me importaba, el golpe que había recibido mi orgullo era mucho más fuerte. Me esforcé a levantarme antes de que me viera alguien, pero era demasiado tarde. Jared se encaminaba hacia mí, y el deseo de aferrarme a su cuello y pasar el resto de mi vida en sus competentes brazos se hizo irresistible. La solución salvadora apareció de nada: empecé a gritar como la llorona que era. Mis compañeros se acercaron y me alejaron de la amenaza.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADAWhere stories live. Discover now