Capítulo 5

4.1K 233 8
                                    

Octubre 2013 — Íria

—Te juro que saca el animal de mí. Bueno si tuviera alguno. Tú sabes que odio la violencia de cualquier tipo y conoces las razones, pero no sé cuánto tiempo más aguantaré antes de hacerle… algo… provocarle dolor.

Me atasqué con las palabras. Liza me prestaba toda su atención, pero vi que su rostro estaba un poco contorsionado, con los labios fruncidos y las mejillas hinchadas. Dejé caer las manos en un gesto de impotencia.

—Permiso concedido para reírte. Tendrás un ataque cerebral si sigues conteniéndote —comenté malhumorada.

Liza liberó las carcajadas.

—Lo siento mucho —dijo, cogiéndome la mano por encima de la mesa—. Pero la situación es graciosa. Os comportáis como trece años atrás, parece que ninguno de vosotros ha cambiado.

—Yo he cambiado —protesté—. Sé que lo hice y sé qué me costó, pero he cambiado. Él es el mismo hijo de pu… —me detuve enseguida cuando me percaté de que pensaba decir y me acaloré de nuevo—. ¿Ves lo que intento decir? Me vuelve loca, dejo de pensar y no me controlo.

Puse los codos en la mesa y las mejillas en las palmas de las manos.

—Perdoname, Liza. ¿Cuánto tiempo llevo hablándote de Jared? —verifiqué el reloj y encontré otra razón para irritarme—. ¡Dos horas! Dos horas de mi vida y de mi tiempo contigo, perdidas en hablar del antiguo rey del mundo.

—No me molesta. Me siento como si tuviera dieciocho años. Y fueron buenos tiempos —comentó con mirada soñadora.

—Quizá para ti —repliqué.

—Ay, lo siento. Para ti fueron malos tiempos pero salpicadas de momentos maravillosos. Y no me lo niegues.

Le sonreí a ella y a los recuerdos.                   

—No lo niego. Los más negros y los más felices momentos de mi vida. Pero en este preciso instante no quiero pensar en ninguno de ellos. Vamos a hacer algo.

Estábamos en un centro de actividades, una mini cuidad situada a varios kilómetros en las afueras del pueblo. Llevábamos casi un día entero y habíamos empezado con tratamientos estéticos seguidos de cena y bebidas.

—¡Bolos! —gritó Liza—. Llevo años sin jugar.

—Me apunto —decidí al instante—. En estos momentos me sirve perfectamente tirar cosas y destrozar.

Dejamos el restaurante para dirigirnos hacia la pista de bolos. La primera persona conocida que vi fue Cedric que estaba acompañado por Mara y por otra joven mujer atractiva. No quise suponer, pero empecé a mirar alrededor con precaución. Existía una gran posibilidad de que Jared se escondiese por algún sitio.

—Os sentáis con nosotros —declaró Mara, sin pensárselo.

Nos vimos empujadas en las sillas. Liza había tenido razón, era buena chica. No sabía qué opinar de la otra que mantenía una actitud distante, y Liza parecía no conocerla.

—¿Por qué tienes las orejas azules? —preguntó Mara, estudiando a Liza.

—¿En serio? —Ésta se tapó los oídos pero le alejé las manos para verificar. Era verdad, llevaba restos del tratamiento con algas que nos habíamos dado con anterioridad.

Me eché a reír.

—Mira las mías —pedí, preocupada.

—No te preocupes —Cedric comentó sonriendo—. Te queda bien el disfraz de pitufo.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADAWhere stories live. Discover now