Capítulo 13

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Noviembre 2013 —Íria

—Íria, hace frío. ¿Vas a entrar?

Giré la cabeza desde la escalera que sostenía mi trasero para sonreírle a mi abuela que me miraba desde la puerta abierta. Me hizo gracia que siguiera preocupándose para que no cogiera un resfriado, aunque había alcanzado la edad adulta, pero también su cuidado me llenó de ternura.

—Sí. Enseguida voy.

Era verdad que hacía frío, normal dado que noviembre estaba a unos días de distancia. Me abracé y miré el cielo que se veía como uno de verano, un manto oscuro decorado con millones de lucecitas de varias dimensiones. Ninguna de las estrellas parecía cansada de hacer lo mismo cada noche, pensé, observándolas centellando a intervalos de tiempo como si estuvieran hablando entre ellas en su idioma.

Yo sí que lo estaba; cansada y a punto de rendirme. Lo que me mantenía aún de pie era el hecho de que no sabía hacia dónde caer, qué dirección tomar. Tenía claro que mi futuro no incluía a Jared y una persona sana de cabeza en mi situación acabaría con la tortura y pondría punto final. No obstante, aún existían unos pequeñitos asuntos para aclarar, no lo tenía todo evidente. Cuestiones minúsculos, pero que pesaban mucho en el balance.

Aceptaba el hecho de que era la primera culpable por haber huido como una cobarde. Pero Jared tenía su parte de culpa y me mosqueaba que no diera señales de querer asumirla. Yo me había disculpado, pero él no lo había hecho y consideraba que si estuviera forzada a retirarme por lo menos quería irme en paz, en una situación de igualdad de fuerzas.

Siempre había sido yo la primera en actuar, la que insistía en acertar un punto de encuentro, el equilibrio entre nuestras personalidades, y estaba cansada de eso también. Jared me había culpado de haber necesitado dos palabras para confiar en él y en su amor. Pues, maldita sea, las había necesitado. Nunca se había descubierto entero, siempre se había guardado una parte de él, parte que no me incluía a mí. Estaba en derecho de tener mis dudas y no permitirme soñar con un final feliz.

Había necesitado dos palabras entonces, y las necesitaba ahora. Quedaba suspendida de un hilo casi invisible, tan delgado era, y me aferraba a él, pero ¿hasta cuándo podría hacerlo?

Me levanté de la escalera y entré en la casa con la esperanza de que la almohada tuviera una respuesta para mí.

Escuché el tono de llamada del móvil desde el pasillo. Me apresuré a contestar mientras me preguntaba quién podría necesitarme a esta hora. El nombre de Jared que mostraba la pantalla me hizo tardar en contestar unos segundos más hasta que calmé los malabares de mi corazón.

—¿Confías en mí? —me preguntó directamente, un instante después de presionar la tecla de aceptar la llamada.

—¿Cómo? —solté, con el corazón en la garganta. ¿Leía los pensamientos? No había manera de saber que acababa de pensar en él y precisamente en el tema de la confianza, pero la coincidencia acabó con mis nervios ya bastante sacudidos.

—Te pregunté si te fias de mí. Ahora me doy cuenta que es una pregunta tonta así que no me contestes. Quiero hacer un experimento y necesito que me acompañes. Nos vamos a marchar del pueblo unos… dos días, vamos a decir. Máximo tres.

Hablaba tan rápido que me costó entender lo que decía, pero interpreté su declaración como una invitación de pasar tiempo juntos. Mi hilo de esperanza empezó a engordarse, evolucionando hasta el tamaño de una verdadera cuerda.

—¿Puedas darme algún detalle? —inquirí, imágenes de nosotros dos paseando bajo la luz de la luna cogidos de las manos haciendo eco en mi mente.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADAWhere stories live. Discover now