Capitulo 8.

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Me levanté inmediatamente comencé a limpiar la sangre que parecía no detenerse. Estaba que me llevaba el mismo demonio por lo que estaba sucediendo. Y precisamente esto tenía que pasar ahora. Caminando por el pasillo me tome con Ralph que venía la cena de Kimberly seguramente, al verme se detuvo.

―Señor―dijo mirándome con una expresión de asombro―¿que le sucedió? ¿porque está sangrando?―me pregunto, yo puse los ojos en blanco y retire el de seda que estaba empapado de sangre.

―Asegurate de que la señorita Jones llegue sin ningún contratiempo a su casa―ordene.

―Por supuesto señor―contestó él.―¿pero y esa sangre?

―eso no es de tu incumbencia―conteste con los dientes apretados―solo limítate a cumplir al pie de la letra mis órdenes.―dije y le pase de largo―llevaba a su casa personalmente y dejale mi número de teléfono personal por si necesita algo. Dile que no dude en llamarme.

―Por supuesto señor.

―Ah y dile que mañana sin falta se presente a trabajar.

Fui directamente hacia el baño me mire en el espejo y me dio rabia lo que vi. Vi un hombre lleno de sangre suya, un hombre débil un hombre condenado a muerte, un despojo humano. Quería destruir es que veía en espejo y lo destruir golpeando el espejo con rabia una y otra y otra vez esta que rastro alguno de ese despojo humano. No quería inspirar lastima no lo haría nunca, no permitiría que nadie y mucho menos esa chica Kimberly me viese débil o vulnerable. Eso jamás, prefiero pegarme un tiro antes que desperta lástima en los ojos de una mujer.

―¡Maldita sea!―masculló furioso―tengo que acelerar todo. Pero yo voy a decidir mi vida―golpeó con fuerza el gabinete del baño.―y mi muerte también

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Aún no podía quitarme de la cabeza la imagen de la sangre en su rostro. Se me hacia dificil creer que ese hombre de apariencia imponente e intimidante pudiese sangra, ¡ilógico! pensar a si porque el señor Harrison no era un arcángel poderoso e inmortal por más rico que fuese. Era un hombre de carne y hueso que siente y padece como cualquiera aunque se oculte bajo esa fachada de dureza y frialdad. Porque eso era él una fachada una falsa, a mi nadie me quitaba eso de la cabeza a él se sucedía algo y algo grave. Pero también estaba segura que es de eso que prefiere morirse antes de decir que le duele algo.

Las puertas del comedor nuevamente se abrieron yo levanté la vista esperando que fuese nuevamente el señor Harrison y con voz enojado y a gritos me ordenaste que me largarse. Pero quien venía era el mayordomo Ralph creo que se llamaba.

―señorita Jones.―me habló con su antigua elegancia y estilo servicial. Para mi que era ingles, porque por lo visto todo los buenos mayordomos son inglese.

―si

―venga conmigo por favor.―me pidió y lo mire con recelo.

―¿a donde?

―a bajo hay un auto listo para llevarla a donde usted disponga señorita.

Esta noche definitivamente no podía estar más de cabeza. ¿Porque rayos había un auto esperándome con chofer y todo para llevarme a donde yo quisiera? ¿Que era todo este teatro?¿ Porque señor Harrison era tan servicial conmigo? ¿Porque quería saber sobre mi y preferencias? ¿Porque ordenado que me llevasen a mi casa?

―¿Y el señor Harrison?―pregunte pero el mayordomo me miró y frunció ligeramente el entrecejo. Yo me mordí el labio y baje avergonzada y sintiéndome incómoda por mi pregunta.―digo...es que el me dijo que me podía ir esta que él lo decidiera.

Un canalla arrepentido [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora