(GIF DA BABI FAZENDO A TATUAGEM)

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Babi me mira como pidiéndome permiso para contestar, o a saber qué busca en mis ojos, en sus ganas de compartir este momento. Pero yo me sirvo educadamente la última copa de vino, evitando a propósito su mirada. Luego bebo lentamente, siempre mirando hacia otra parte mientras ella, después de estar esperando inútilmente mi ayuda, decide contestar de todos modos.
—Sí, puede que sí. Mis padres son así, al menos mi madre.
Entonces me vuelvo hacia ella y la veo evitar mi mirada, bajar los ojos, como si supiera que de alguna manera ésa será la razón de nuestra derrota. Y a mí me gustaría que no hubiera nadie en este momento, Babi, para ponerte una mano bajo la barbilla, levantarte la cara, mirarte a los ojos...
«No, no será así, Babi, te lo juro, nosotros nunca nos dejaremos...»
Pero hay demasiada gente. Concretamente ese tío que parece tan feliz después de oír su respuesta.
—¡Sí, lo sabía! ¿Lo veis?, al final la razón siempre la tienen los padres, y nosotros nos daremos cuenta cuando ya no estén.
Y sacude la cabeza seguro y convencido de que ha dicho vete a saber qué gran verdad.
A continuación se levanta y coge una botella de la mesa.
—¿Qué me decís?, ¿seguimos con éste, estáis de acuerdo?
Me levanto y me dirijo a él amablemente:
—¿Te importaría si fuera contigo a ver qué otros vinos buenos tienes?
—¡Claro, ven, mis padres tienen un montón!
Sonrío a toda la mesa, como si fuera uno de los invitados más educados de este mundo, que simplemente quiere ayudar y ser un poco útil para que la cena sea un éxito.
—Por favor. —Lo hago pasar delante de mí y luego entramos en la cocina. Entorno la puerta a mi espalda mientras él se estira hacia arriba para, seguidamente, abrir la puerta de un armario.
—Sí, están aquí arriba...
Pero no le da tiempo a decir nada más. Le lanzo un derechazo con todo mi peso a su riñón izquierdo, sin medias tintas, con fuerza y rabia, manteniendo el puño bien cerrado. Lo golpeo hasta el fondo y, al mismo tiempo, le pongo una mano en la boca, sofocando su posible grito. Pero el enorme dolor, conozco bien esos golpes, lo hace mover impulsivamente el brazo derecho y un cuenco de madera que está sobre la mesa de al lado aterriza en el suelo y empieza a girar produciendo un ruido sordo y fuerte que retumba por toda la cocina.
Inmediatamente llega una voz desde el salón:
—¿Cómo va por ahí? ¿Todo bien?
—¡Sí, sí, disculpad, ha sido culpa mía!
Todavía tengo la mano en la boca de ese gilipollas. A continuación, lo suelto y lo giro sobre sí mismo. Le cojo un dedo de la mano derecha, lo meto entre los míos y le doy un buen apretón, con lo que él deja escapar un grito ahogado.
—Bueno, te lo voy a explicar sólo una vez. Ahora tú coges la mierda de vino que te parezca y vuelves al comedor sonriendo como si no hubiera pasado nada en la cocina; es más, como si hubiera sido uno de los momentos más agradables de una de tus estúpidas cenas. ¿Lo has entendido?
El tío asiente despacio con la cabeza, de modo que le aprieto un poco más el dedo y veo en su cara una mueca de dolor.
—Vale, ahora escúchame bien... Si oigo que dices algo más sobre Babi durante el resto de la cena, volveré aquí mañana y este dedo que de momento todavía sientes, porque lo sientes, ¿verdad? —Para asegurarme, se lo retuerzo un poco más, haciéndole girar toda la mano, luego el brazo y al final todo él, que acaba doblado hacia adelante, dándome la espalda o, mejor dicho, directamente el culo—. Pues este dedo, mañana te lo arranco del todo, así ya no lo sentirás más, ¿lo has entendido?
Silencio.
—¿Estamos de acuerdo?
Doblado hacia adelante, él asiente.
—¿Seguro?
Aprieto el dedo con más fuerza y él se dobla más aún con un levísimo «Ay...» que por suerte sólo oigo yo. Entonces veo que mueve deprisa la cabeza arriba y abajo.
—¡Sí, sí, clarísimo!
Esta vez me parece que sí lo ha entendido. De manera que le suelto el dedo y luego le doy una palmada en la espalda con gesto amistoso.
—Estupendo, ¿ves como cuando quieres entiendes las cosas? Bueno, cuando entres ahí, hazlo sonriendo, si no a ver qué se van a pensar, ¿entendido?
Asiente de nuevo. Y entonces me voy, pero no sin antes darme el gustazo de propinarle una buena patada en el culo, de modo que el tío choca de nuevo contra el cuenco de madera que estaba en suelo y que por el golpe va a parar contra el armario, pero yo grito desde lejos para tranquilizarlos a todos:
—¡He sido yo, culpa mía otra vez, pero va todo bien!
Y un instante después regreso sonriendo al salón.
—Había un montón de cosas en la cocina y para encontrar los vinos nos hemos liado un poco, he dejado solo a...
Me acabo de dar cuenta de que ni siquiera sé cómo se llama.
—Sí, total..., estoy seguro de que traerá el mejor.
Uno de los chicos me sonríe.
—Gabriele, se llama Gabriele...
—Bueno, sí... —Me siento—. Gabriele nos traerá un vino exquisito con el que continuar esta agradable cena.
Veo que Babi me estudia, me mira entornando los ojos, luego se pone seria y adopta una expresión como diciendo: «Mira, si le has hecho algo, no vas a volver a verme».
Y, repentinamente, un ambiente helado se cierne en el salón, como si de algún modo todos hubieran entendido su mirada, como si ellos también hubieran oído el eco de sus amenazadoras palabras. El silencio prosigue, pero entonces la puerta de la cocina se abre y entra Gabriele.
—Disculpadme... He tardado un poco, estaba buscando justo éste, un brunello del noventa, el mejor vino que tengo en casa, tenéis que probarlo esta noche sin lugar a dudas.
Como Babi lo ve tranquilo y, lo más importante, no maltrecho, exhala un suspiro, y también los demás parecen más relajados mientras Gabriele prosigue:
—Es más, si me lo permitís, me gustaría hacer un brindis.
Y, sin esperar, descorcha la botella y empieza a servir el vino en nuestras copas. A continuación, me mira sonriendo.
—Por Step y Babi, y su preciosa historia de amor...
Levanto la copa y la entrechoco con dulzura con la de Babi, que naturalmente me sonríe aunque fingiendo, porque ha comprendido que por fuerza tiene que haber ocurrido algo en la cocina. De modo que tomo enseguida la palabra.
—Gracias, Gabriele, eres muy amable. Pero como Babi es un poco desconfiada y piensa que yo de alguna manera te he inducido a hacer este brindis, teniendo en cuenta que hasta hace poco ironizabas sobre nosotros... Dile que has sido tú, que de manera repentina e inexplicable has cambiado de opinión, y que yo, y mucho menos mis modales, no tengo absolutamente nada que ver con ello. Porque en otro caso a mí no me va a creer nunca...
Gabriele está como paralizado, no ha pensado ni por asomo que con ese gesto se estaba pasando.
—¡Pues claro! Pero ¿cómo puede pensar eso? ¡Es absurdo!
Entonces mira a Babi y se da cuenta de que ha vuelto a equivocarse.
—No, no, o sea, quería decir que me he equivocado yo antes cuando ironicé un poco, pero lo que he dicho ahora me ha salido de manera espontánea...
Y, tras pronunciar esa última frase tan empalagosa, como si no bastara, se toca la mano derecha y se la masajea un poco. Naturalmente, Babi atenta y despierta como es, no puede dejar de advertirlo. De modo que se gira rápidamente hacia mí, sacude la cabeza y se me queda mirando, pero yo hago como si nada y evito cuidadosamente su mirada.
—¡Oh, gracias, Gabriele! —Levanto la copa hacia él—. ¡Eres una persona irónica pero también divertida y romántica, y es un placer haberte conocido!
Y entonces acerco la copa hacia él, que me sonríe a pesar de que no sé si realmente está muy contento de que nos hayamos conocido. Seguidamente brinda conmigo, naturalmente con la mano izquierda.

Baby Y Yo❤Where stories live. Discover now