7. Una vez más

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No tratamos el tema del ascensor, continuamos trabajando normalmente. Quizás ella pues yo aún deseaba alejarla. Estaba en mi oficina esperando a quienes buscaban el puesto de recepcionista repitiendome que sería bueno para recrear la vista, y mantener mi mente ocupada en otra cosa que no sea mi escolta.

La puerta se abrió de par en par, pero no era una aspirante quien entraba, sino Elizabeth. Todo lo que quería evitar. No traía su ropa habitual, hoy llevaba una falda tubo con su camisa blanca y el cabello recogido. Parecía ser que ella también quería ocupar el puesto. Se acercó hasta mi escritorio haciendo sonar sus tacones y colocó sus manos sobre él dejandome ver a través de los dos botones sin abrochar de su camisa.

-¿Y esa ropa?

-Tenía que ir al juzgado hoy, y no podía llegar en malas fachas.

Me recosté en mi sillón pasando una rapida mirada por su camisa y luego a su rostro.

-¿Para qué subiste?

-Dejaste tu celular en el auto, creí que lo necesitarías.

Lo acercó hacia mí y cuando iba a tomarlo lo retiró para colocarlo en sus labios mientras me observaba con los ojos entrecerrados.

-¿Por qué hay tantas muchachas fuera? ¿Vas a reemplazar a Allison?

-No es de tu incumbencia -hizo un puchero-.

-Que mal educado.

Dejó el celular sobre el escritorio cuando la puerta de la oficina se abrió nuevamente mostrando una mujer sosteniendo un carpeta en su mano.

-Señor Steele ya están todas las aspirantes a recepcionistas, ¿las hago pasar?

-Solo un...

-Claro que sí -me interrumpó Elizabeth-, que pasen.

La muchacha salió e inmediatamente le pidió a alguien que pasara.

-¿Ahora das órdenes en mi empresa?

Elizabeth se dió la vuelta y acercó su rostro al mío colocando su cuerpo sobre el escritorio.

-Estoy ayudándote a hacer tu trabajo, deberías agradecerme.

Y sin más se levantó para sentarse en un lado mientras la primer aspirante entregaba su curriculum.

***

Fue un dilema, una batalla sin fin. Cuando yo quería contratar a una rubia de buenas piernas y un amplio escote ni siquiera esperaba que terminara de presentarse para echarla. Ah, pero cuando llegaban señoras de treinta años con cara de suegra no dudaba en dar el visto bueno. Así pasaron una veinte aspirantes, quizás más, ninguna de ellas aprobó los gustos de Elizabeth y a no ser que fuera de buenas medidas tampoco aprobaba los míos.

Hay que complacer la vista de los clientes.

Ahora observaba atentamente a través del gran ventanal como el sol iba ocultándose, tomando un respiro después de tantas horas de escuchar y leer hojas de vida. Agité el alcohol de mi vaso haciendo ruido con el hielo en él mientras sonreía al recordar los reclamos de Elizabeth. Era divertido verla enojada, por un momento me recordaba esos días junto a ella.

Escuché cuando la puerta de mi oficina se abrió y como sus tacones hacían ruido mientras avanzaba.

-¿Hay alguien más?

-Al parecer no, ya se acabaron las aspirantes. Quizás se enteraron que su futuro jefe era un baboso y decidieron irse.

-O se enteraron que quien decidió meterse en mi trabajo quería monjas para el puesto de recepcionista.

-Lo que necesitas es una recepcionista, no una mujer que muestre su cuerpo.

Me senté en mi sillón ignorando sus palabras. Elizabeth, en un rápido movimiento, tomó mi bebida y en su lugar colocó un vaso de cartón.

-¿Qué es esto? -la observé-.

-Has ingerido mucho alcohol últimamente, prueba algo nuevo.

Lo dudé un momento, sin embargo lo bebí. Era zumo. Un delicioso zumo de naranja.

-Está muy bueno, ¿dónde lo compraste?

-Muy cerca de aquí -me respondió sonriendo-. Eso es mucho mejor que esto.

Levantó el vaso que me fue robado. Le di otro trago y me lo arrebató de las manos para acercarlo a sus labios. Mientras bebía de él observé a detalle su cuerpo, deleitandome con la vista que me proporcionaba su camisa algo abierta y su falda más arriba de las rodillas. Recordé por un segundo aquella sensación de su cálida piel en mis manos, sus labios pegados a los míos, su cuerpo arqueandose al compás de mis caricias, sus gemidos pidiendo más. Mi cuerpo se encendió, la reclamaba, quería hacerla mía allí, sobre el escritorio. Y tan sólo bastó recordarla.

Tomé el nudo de mi corbata para aflojarla ligeramente sintiendo aún que no había oxígeno suficiente para ambos en la oficina.

-¿Te pasa algo? -me observó-.

-No juegues conmigo -desvié mi mirada.

Inesperadamente tiró de mi corbata pegando mi cuerpo al suyo mientras me apoyaba con mis brazos en el borde del escritorio. Tenía su rostro muy cerca, demasiado, lo suficiente como para saborear el zumo que había tomado.

-No estoy jugando, Tony.

Mi cuerpo hervía, mis manos sudaban y hormigueaban por tocarla como antes, incluso mi entrepierna empezaba a reaccionar con aquella cercanía. Cada parte de mi ser la deseaba, aunque fuera una sola vez.

Una vez más.

Nota del autor: Se prendió esta... 😏🔥👌 ¿Qué creen que pasará? Esta gente anda muy calenturienta últimamente 😂
Leo sus comentarios 😁

❤️❄️

Corazón Recargado (CA #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora