Capitulo Extra: Elliot

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-Señor, todo está listo para la extracción -sonreí mientras jugaba con el encendedor en mis manos-.

-¿Ya llegó?

-Sí señor.

-Muy bien, apaguen todo. Quiero sorprenderla.

Mis hombres se colocaron a ambos lados del almacén, esperando su llegado. No tardo mucho en mostrar su perfecta silueta. Se acercó hasta el solitario faro encendido y la observé con detenimiento desde las sombras, estaba tan hermosa como la última vez que la había visto, tan perfecta. Con una gran sonrisa en mi rostro me presenté frente a ella.

-Es un placer volver a verte princesa.

-No te atrevas a decirme así otra vez -sus ojos emanaban odio-.

-Tranquila, hablemos -me acerqué a ella-. Tenemos tiempo.

-No, claro que no. ¿Qué es lo que quieres?

Con una simple señal, los hombres ocultos salieron para rapidamente atar las manos de Elizabeth. Puso resistencia pero al final terminó de rodillas en el piso. Vulnerable. A mi merced. Estampé el dorso de mi mano en su mejilla, en un arrebato por desquitar mi furia al recordar a mi fallecido padre. Ella era la culpable y eso no tenía justificación. Agachó la cabeza, y ya que no quería encontrarse con mis vista descendí hasta su posición.

-¿Qué es lo que quiero? -tomé su rostro, a pesar del fuerte golpe que le había propinado seguía con aquella mirada asesina-. Quiero que me pagues todos estos años de miseria -escupió en mi rostro-.

-Si vas a matarme entonces hazlo ya, no soporto verte.

-No querida -limpié mi cara-, matarte no es una opción, no me conviene. Llévenla -ordené-.

Se apresuraron a levantarla para dirigirla hasta el auto. En un instante se escucharon las sirenas de la policía, ya estaban allí, y pedían que saliera. Reí, como si yo fuera a obedecerles. Salí detrás de Elizabeth y le dí la orden a uno de mis hombres para que ejecutara el plan. Volar el almacen. Al observarla dentro del auto, pude ver como su odio se transformó en nostalgia, sus ojos empezaban a cristalizarse, estaba haciendo un esfuerzo por no llorar. Que más daba, la tenía finalmente a mi lado.

***

Solté sus manos cuando llegamos. Continuaba con el animo por el suelo, pero no apartaba su mirada de odio hacia mí. Lo esperaba. Una vez en Rusia, en la hacienda desde donde lavaba el dinero, le di un recorrido por el lugar. No duró mucho pues había trabajo que hacer, y debía explicarle a Elizabeth su papel allí.

La llevé conmigo, debíamos cobrar algo de dinero. Se trataba de un pequeño restaurante, al dueño le había prestado fondos para iniciarlo con la condición de que me pagara con ciertos intereses. Altos intereses que convenían al negocio. Dinero que no había llegado a mis manos desde meses. Allí estábamos, justo cuando no había nadie más, tan solo él y su hija. En cuanto nos vieron entrar dejaron de charlar y nos hicieron frente, con los ojos bien abiertos. Con miedo. Recorrí el lugar lentamente, analizando cada detalle. Vaya que habían invertido bien mi dinero. Dirigí mi atención a Elizabeth, que estaba atenta a mis pasos.

-Frank, explícales por qué estamos aquí.

Mi mano derecho se expresó con mucha paciencia hacia ellos en ruso, aquel idioma que aún me costaba aprender. El hombre mayor empezó a levantar la voz, discutía, pero no tenía ni la más mínima idea de lo que había dicho. Entre algunas palabras, Frank se acercó a mí.

-No tienen el dinero -asentí-.

-Entonces ya sabes lo que hay que hacer -él también asintió-.

Corazón Recargado (CA #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora