Capítulo 6.

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—El Capitán fue una gran inspiración y un modelo a seguir para mí—aseguró el castaño, que ahora caminaba junto a Gabriela por las instalaciones.

El chico le había ido contando cómo conoció a su padre y cómo estaba relacionado con él. Resulta que durante el tiempo en que su padre estuvo colaborando en un pequeño batallón al norte del país, lo había conocido. En aquel entonces, el castaño era un niño de nueve años, era hijo de la cocinera del batallón y aún no sabía qué quería ser de grande. Hasta que el Capitán Torrealba empezó una amistad con aquel niño, transmitiéndole sus conocimientos y contándole de sus experiencias en el ámbito militar. Desde entonces, el chico empezó a entusiasmarse, y ahora allí estaba; en la Academia militar.

— ¿De verdad? Pero, hay algo que aún no comprendo.—El chico asintió para que continuara—. Mi padre nunca me habló de ti. Es decir, siempre me contaba de sus cosas, de lo que había hecho, pero jamás oí hablar de un niño.

El joven se encogió de hombros, restándole importancia, —Lo pasó por alto, supongo.

A Gabriela se le hizo muy extraño el hecho de que a su padre se le hubiera olvidado algo así. Pero simplemente lo ignoró. Siguieron disfrutando del viento cálido chocar con sus caras, apenas eran las once de la mañana. Todo seguía tranquilo.

—Así que tú eres la especial—comentó una voz masculina detrás de ellos.

La chica se giró para descubrir el origen de aquella extraña voz que vino de la nada. Esa persona tenía una sonrisa nada auténtica que solo demostraba burla hacia ella.

— ¿La especial?—cuestionó, aparentemente confundida.

Miles de pensamientos pasaron por su mente. ¿Ya iban a empezar las burlas hacia ella? Es decir, en la secundaria estaba acostumbrada a oír risas y chistes de mal gusto que iban dirigidos a ella, cuando sus compañeros supieron que quería ser militar. Obviamente todos dudaron de ella, incluso hacían intentos de saludos militares cuando ella pasaba cerca e imitaban voces de mando. Pero, ¿también aquí estarían presentes?

—Sí. Veamos, ¿cómo explicarlo? Eres la única que está aquí por su propia voluntad, y eso es completamente especial.—Decía aquella palabra con sorna y sarcasmo.

Entonces, Gabriela confirmó sus dudas. Sí, aún en la Academia existían ese tipo de personas prejuiciosas e imprudentes.

—No es la única que está aquí por vocación—intervino el castaño.

—Tú no cuentas; eres un hombre.

Pero por supuesto. Ahora podía ver qué había detrás de aquellas intenciones burlistas: machismo puro. Era lo más común, era típico. Gabriela recordó haber lidiado con el machismo a diario en su escuela secundaria, porque su curso estaba lleno de adolescentes sexistas.

—Ya veo—habló ella después de varios minutos.

— ¿Qué cosa, chica especial?—preguntó en el mismo tono.

—Lo sexista que eres al juzgarme de esa forma, solo por ser una mujer en la Academia militar—respondió firme.

—Esta profesión no es para mujeres, ¿comprendes?

—Te equivocas indudablemente. Esta profesión no es para cobardes, no es para personas con un bajo nivel intelectual que les incapacite tener un pensamiento igualitario—contestó—. Pero esta profesión es digna de toda aquella persona que se crea a sí mismo capaz de luchar por lo que quiere y posteriormente conseguirlo. Esta profesión es apta para hombres y mujeres confiados de sí mismos. Y yo lo soy; soy apta para esta profesión, tanto como cualquier hombre valiente.

Al acabar de dar a entender su opinión, dio un asentimiento de cabeza hacia el chico machista y hacia el joven que la había acompañado. Luego les sonrió y se alejó de ellos, en camino hacia su habitación. Debía ducharse para empezar a estudiar; hoy presentaría una importante prueba oral y quería estar lista. Quería destacarse en la teoría de la misma manera que se destacaba en las prácticas de orden cerrado.

El camino al éxito es largo, pero vale la pena cuando llegas al final.

La hija del MilitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora