Capítulo 28.

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Los tres días ya transcurridos. La tan esperada llegada del Capitán Torrealba a la capital se acercaba. En tan sólo un par de horas, los vehículos militares llegarían a las calles de la ciudad capital, donde se encontraba su hija y aquel joven que tanto esperaba volver a ver. El Capitán recordaba casi perfectamente el rostro con facciones delicadas de aquel niño que orgullosamente inspiró a ser un militar, como él. Recordaba muy bien el brillo que notó en sus ojos claros cuando él le contaba lo maravilloso y honorable que era pertenecer a las Fuerzas Armadas; lo bien que se sentía poder portar ese uniforme; lo gratificante que era saber que su labor era servirle orgullosamente a su país, protegerlo y honrarlo.

No deseaba siquiera entrar a la Academia militar, no quería presenciar cómo veían entrar a un militar sin un brazo, con una incapacidad que tanto odiaba por impedirle continuar con lo que hasta ahora ha sido su mayor pasión. No se sentía digno de pisar la Academia, no se sentía merecedor de entrar a aquel lugar que lo hizo Capitán, no cargando con el peso de ser un resentido. Así que se encontraría con Gabriela en el hospital central en el que tenía una cita programada, donde también estaba aquel chico internado.

Allí le plantearon las grandes posibilidades que habían en cuanto a la colocación de una prótesis. Fue una noticia buena y mala, al menos para el Capitán. Le invadía una leve felicidad el saber que podría volver a tener algo parecido a su vida normal, o al menos intentarlo. Pero tener una prótesis también era inaceptable en el servicio militar. Así que solamente iba a ser un reemplazo para intentar regresarle algo de lo mucho que perdió.

Dejó de pensarlo tanto cuando la sonrisa de su hija le hizo olvidar. Se refugió en el abrazo que le otorgó ella, sintiendo la inmensa felicidad que le transmitía. Siempre lo había hecho, Gabriela desprende alegría y esperanza a donde va. Cuánto le recordaba a la madre de ella, aquella mujer que él amó y que le dejó tan especial regalo.

Siempre tuvo la esperanza de que Gabriela pudiera convertirse en una mujer igual de buena y honrada que su madre. La viva imagen que tenía de ella permanecía en su mente, su sonrisa; su forma de alegrar a las personas a su alrededor, inundando el ambiente con su inacabable energía y entusiasmo; su valentía; sus ganas de vivir.

— ¿De verdad estás apto y hay posibilidades de colocarte una prótesis?—cuestionó ella después de que su padre y los compañeros del mismo le contaran la noticia.

—Así parece...

—Tu padre está en perfectas condiciones para la colocación, así que lo más probable es que muy pronto se realice el procedimiento—continuó uno de los capitanes al lado de su padre.

Gabriela se alegró, al fin y al cabo no todo estaba perdido. Tal vez era cierto eso de que nada sería igual, nada sería lo mismo, pero al menos intentarían hacer lo posible por hacer las cosas más fáciles.

Luego de darle la bienvenida y ponerse al tanto de todo, Gabriela llevó a su padre a la unidad de cuidados intensivos, ahí se encontraba su amigo internado, a quien el Capitán estaba dispuesto a apoyar en ese momento.


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Espero les haya gustado, lo siento por tardar tanto. Quería plasmar en este capítulo un poco de los pensamientos del Capitán, para que puedan comprenderlo un poco.

La hija del MilitarWhere stories live. Discover now