Capítulo 27.

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A medida que iba leyendo el papel, Gabriela les iba explicando a sus amigas lo que decían aquellas palabras redactadas por su padre en la carta que le llegó. Las dos jóvenes se sorprendieron en cuanto escucharon sobre la posibilidad de que su padre fuera a la capital.

—Espera, ¿el Capitán va a venir en esas condiciones? ¿Lo vas a permitir...?—cuestionó incrédula una de ellas.

—Vendrá para continuar con su terapia y para recibir información acerca de la posible futura instalación de una prótesis, los mejores médicos están aquí, así que debe venir de vez en cuando como le indicaron. En la carta que le envié le comenté el accidente que sucedió con...

—Sí, me dijiste que tu padre lo conoció cuando era un niño—respondió, interrumpiéndola antes de terminar.

—Exacto, me informó que quiere aprovechar la oportunidad para ir a verlo, se sorprendió mucho cuando se enteró, lo expresó en su carta.

—Lo imagino...

Las tres acabaron sus actividades y finalmente se reencontraron en los dormitorios, cuando ya estaba a punto de anochecer.

Según la carta su padre estaría llegando a la capital en tres días, siendo acompañado por un grupo de compañeros de confianza, que le prometieron a Gabriela cuidar de su padre siempre después de lo sucedido. Las dos amigas de Gabriela estuvieron un tanto pensativas durante esos días, preguntándose qué tan cercana debió de haber sido la relación entre su padre y su amigo como para que expresara sentimientos tan profundos en la carta que envió; no sólo describió su sorpresa, sino que se demostró algo sentido por lo que había sucedido con aquel chico que conoció cuando era un niño.

Las tres se propusieron ir a avisarle a su amigo de la noticia, tomando su día libre para ir a verlo sin que pudieran reclamarles por faltar a las normas que prohíben salirse de sus rutinas. No les permitían quedarse mucho tiempo con su amigo, pues él aún se encontraba en una situación de salud sumamente delicada. Aunque ya no se encontraba completamente grave, cualquier cosa podría pasar y hacer que la extremidad se desprendiera finalmente del cuerpo. En pocas palabras, corría el leve riesgo de perder su brazo, los resultados eran inciertos.

Como era de esperarse, el chico se sorprendió también después de comunicarle la información. Los recuerdos invadieron su mente, y al parecer también sus ojos, que en unos segundos se volvieron llorosos cuando fue capaz de recordar al Capitán.

Gabriela, que se encontraba portando la ropa especial designada, notó entonces que los lazos entre su amigo y su padre eran un poco más fuertes que lo que ella había pensado. Se conmovió al presenciar la forma en la que su amigo se alegraba al escucharla.

— ¿El Capitán Torrealba vendrá a verme a mí?—alcanzó a preguntar en un tono incrédulo y riendo tan levemente como podía, sabiendo que nuevamente recibiría una respuesta positiva.

La hija del MilitarWhere stories live. Discover now