El juego apenas comienza.

295 11 3
                                    

 [Este es el capítulo más largo e intenso que he escrito, aclaro que si está un poco fuerte, me tarde mucho en decidir si lo publico o no, pero consideré que si no lo hacía, se perderían de literalmente toda la historia. Así que igual espero que les guste. Y gracias]

An.

- Le hemos contado lo del juego -dijo Aaron.

- ¿A quién?

- A Erick, a Any. ¿A quién si no, cerebro de mosquito?

Aaron se encontraba solo en la cocina cuando yo llegué, preparándose un sándwich de mantequilla de cacahuete que, supuse, sería su cena para esta noche. En la basura había pegotes de mantequilla de cacahuete y de mermelada de uva, entre migas de pan. Sólo por diversión, conté los cubiertos del cajón. Seguía habiendo solo cinco.

- ¿Cuándo me lo ibas a decir? Él solo asintió asintió.

Le dio un mordisco al sándwich y se sentó en la mesa del comedor. Yo me senté enfrente. La mesa tenía una quemadura de cigarrillo de medio centímetro que yo no había visto antes.

- Jesús. ¿Y qué dijeron?

- Nada. Eso es lo raro. Fue como si ya lo supieran, ¿sabes?

- ¿Como si ya lo supieran? ¿Supieran el qué?

- Todo. Como si no hubiera de qué preocuparse. Como si ya se hubiera imaginado lo que hacíamos. Como si lo hicieran todos.

- Me estás tomando el pelo.

- No. Lo juro.

- Y una mierda.

- Como te digo. Todo lo que quisieron saber era desde cuando. Y cuando pasaría.

- ¿Se lo dijiste? ¿Yo? ¿Eddie? ¿Todos?

- Como ya te he dicho, no les importó. Eh. ¿Te importaría no ponerte histérica por esto, An? No les importó.

- ¿Denisse? ¿También les contaste lo de Denisse?

- Sí. Todo.

- ¿Les dijiste que estaba desnuda? No podía creerlo. Siempre había pensado que Tú eras el estúpido. Lo miré mientras se comía el sándwich. Me sonrió y sacudió la cabeza.

- Ya te lo he dicho. No tienes nada de que preocuparte -me tranquilizó.

- Aaron.

- En serio.

- Aaron .

- Sí ¿An?

- ¿Te has vuelto loco?

- No, An .

- ¿Te has dado cuenta, aunque sea por un maldito segundo, lo que podría pasarme si...?

- Por amor de Dios, no va a pasarte nada. ¿Quieres dejar de portarte como una maldita llorona? Son estúpidos , por amor de Dios. ¿Lo recuerdas?

- Oh, eso hace que me sienta mejor. Ahora esos estúpidos saben que nos dedicamos a atar niñitas desnudas. Genial. Suspiró.

- An, si hubiese sabido que te ibas a comportar como una maldito imbécil al enterarte, no te lo habría contado.

- ¿Yo soy la imbécil?

- Sí.

Se metió en la boca la última porción pegajosa de su sándwich. Se levantó.

- Mira, An. ¿Qué crees que está pasando ahora mismo en el sótano? ¿En este mismo momento? Le miré. ¿Cómo iba a saberlo? ¿A quién le importaba? Y, de pronto, me di cuenta. Any y Erick estaban allí.

Aquella chica de los hematomas.Where stories live. Discover now