Nada ha terminado.

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An.

Después de aquello, Erick fue allí todos los días durante una semana. El segundo día también fue la hermana de Aaron. Juntos, la obligaron a comer galletitas, cosa que ella fue incapaz de hacer, pues había estado amordazada toda la noche y no le dejaron beber agua. Erick se puso furioso y la golpeó en la boca con una barra de cortina de aluminio, que quedó doblada y le dejó en la mejilla una amplia marca enrojecida, además de partirle el labio inferior. El resto del día jugó al pelele.

Aaron apenas iba por allí. Le daban dolores de cabeza cada vez con más frecuencia. Se quejaba de que le picaba la piel, sobre todo la de la cara y las manos. Me daba la impresión de que había perdido peso. Le salió una calentura que le duró varios días. Incluso con la tele encendida podías oír cómo tosía arriba, una tos profunda, procedente de los pulmones. Al no estar Aaron por ahí, la prohibición de tocar a Any desapareció. La hermana de Aaron fue quien empezó.

A ella le gustaba dar pellizcos. Tenía dedos fuertes para ser una niña de su edad. Cogía la carne de Any y la retorcía, conminándola a llorar. La mayor parte del tiempo, Any no lloraba. Eso hacía que la pequeña  lo intentara con más fuerza. Sus objetivos favoritos eran los pechos de Any ; te dabas cuenta porque siempre los dejaba para el final. Y, en ese momento, lo normal era que Any llorara.

A Erick le gustaba atarla encima de la mesa, bajarle las bragas y azotarla en el trasero. Lo mío eran los insectos. Le ponía una araña o un ciempiés en el estómago y observaba cómo ella se encogía. Era lo menos que podía hacer para que no sospecharan nada.

Fue Aaron el que me sorprendió. Siempre que pensaba que no le veía , recorría sus pechos con las manos o los presionaba ligeramente, o la tocaba entre las piernas. Le vi hacerlo muchísimas veces, pero nunca hice nada. Lo hacía con suavidad, como un amante. Y una vez, cuando le habían quitado la mordaza, incluso le vi besándola. Fue un beso extraño, pero tierno y extrañamente casto si tenías en cuenta de que la tenía ahí para hacer con ella lo que quisiera.

El viernes de esa semana estuve trabajando en el patio toda la tarde hasta más o menos las cuatro, y, cuando me acerqué, pude oír la radio a todo volumen desde la puerta de atrás, así que me acerqué y vi que el grupo había vuelto a crecer. Se había corrido la voz. No solo estaban allí Erick y La hermana, sino también Harry Gray, Tony y Lou Morino, Sam Knott e incluso Kenny Robertson (una docena de personas allí agolpadas en ese pequeño refugio, incluidos Any y yo) y Aaron estaba en la puerta observando, sonriendo mientras la empujaban de un lado a otro con los hombros y los codos como si fuera una bola humana de billar automático atrapada entre una docena de lanzadores humanos. Tenía las manos atadas a la espalda. En el suelo había latas de cerveza y Cocas. El humo de cigarrillo llenaba la habitación en forma de espesas nubes grises. En algún momento, en la radio empezó a sonar una antigua canción de Jerry Lee Lewis, Breathless, y todo el mundo se rió y empezó a cantar.

Todo acabó con Any en el suelo, lastimada y sollozante. Subimos a buscar refrescos. Mi película continuaba. Tras eso, los niños fueron y vinieron durante toda una semana. Normalmente no hacían otra cosa que mirar, pero recuerdo a Sam Knott y a Harry Gray haciéndole un día lo que ellos llamaban un «sándwich» (cuando Aaron no estaba), frotándose contra ella por el frente y por la espalda mientras ella colgaba de las cuerdas suspendidas de los garfios de las vigas del techo.

Recuerdo a Tony trayéndole a Erick una docena de babosas del jardín para que se las pusiera por todo el cuerpo. Pero, aunque le dolía, Any solía estar en silencio. Y no había muchas cosas que la asustaran. Parecía resignada. Como si todo lo que tuviera que hacer fuera esperar y entonces, con el tiempo, nos terminaríamos aburriendo de aquello y todo terminaría. Pocas veces se rebelaba. Si lo hacía, bastaba con que llamásemos a Erick . Pero la mayor parte del tiempo no hacía falta llegar hasta ese extremo.

Aquella chica de los hematomas.Where stories live. Discover now