Débil.

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An.

Por la mañana, bajé , y Aaron la había desatado y le había llevado una muda de ropa, una taza de té caliente y algunas tostadas de pan blanco sin mantequilla, y cuando llegué ella estaba bebiendo y comiéndoselo todo, sentada con las piernas cruzadas sobre el colchón de aire. Al estar vestida, libre, sin la mordaza y con los ojos destapados, ya no tenía demasiado misterio. Estaba pálida, hecha un desastre. Cansada y claramente sucia. Era difícil recordar a la orgullosa Any o a la doliente Any del día anterior. Era evidente que le resultaba difícil tragar.

Aaron estaba de pie tras ella, actuando como un Padre.

- Cómete la tostada -le dijo. Any lo miró y luego miró el plato de papel que tenía en el regazo. El sonido de la tele llegaba desde arriba; algún concurso. Aaron movió los pies. Afuera llovía, y eso también podíamos oírlo. Any le dio un mordisco a la corteza y lo mastico durante una eternidad, hasta que debió de ser tan delgada como un escupitajo, antes de tragarlo. Aaron suspiró. Era como si mirar a Any mientras masticaba representara un gran sacrificio para ella. Se puso las manos en las caderas.

- Vamos. Come un poco más -la animó. Any negó con la cabeza.

- Es demasiado... No puedo. Tengo la boca demasiado seca. ¿Podría esperar? ¿Comérmela después? Me beberé el té. Denle la tostada a Erick.

- No voy a desperdiciar la comida, Any . La comida es cara. He hecho esa tostada para ti. No para Erick.

- Lo... lo sé. Pero...

- ¿Qué quieres que haga? ¿Tirarla?

- No. ¿No podrías dejarla aquí? Me la comeré dentro de un rato.

- Se habrá puesto dura. Deberías comértela ahora. Mientras está recién hecha. Atraerá a los bichos. Cucarachas. Hormigas. No quiero bichos en mi casa. Lo que resultaba bastante gracioso, porque ya había un par de moscas revoloteando por allí.

- Me la voy a comer enseguida, Aaron . Lo prometo. Aaron pensó en ello. Cambió de postura, juntó los pies, cruzó los brazos sobre su pecho.

- Any, cariño -dijo-, quiero que trates de comértela ahora. Es bueno para ti.

- Lo sé. Pero ahora me cuesta. Me beberé el té, ¿vale? Se acercó la taza a los labios.

- No se supone que no deba costarte -le dijo Aaron-. Nadie ha dicho que sea fácil -Se rió-. Eres una mujer, Any. Eso es duro, no fácil. Any lo miró, asintió y bebió tranquilamente el té. Erick los observaba.

Yo estaba empezando a tener hambre. Pero ni Aaron ni Any se habían dado cuenta de que estaba ahí. Aaron miraba a Any y Any tenía los ojos fijos en Aaron y bebía a sorbitos cautelosos, pues el té aún estaba ardiendo, y podíamos oír el viento y la lluvia en el exterior, y, entonces, el golpeteo de la caldera durante un rato, hasta que paró, y Any seguía bebiendo y Aaron seguía mirándola.

Y, entonces, Any bajó la vista por un instante, inhalando la cálida fragancia que emanaba del vapor, disfrutando. Y Aaron explotó. Le quitó la taza de las manos de un manotazo. Se hizo añicos contra la blanqueada pared de cemento. El té se resbaló hacia abajo, del color de la orina.

- ¡Cómete lo! Clavo su dedo en la tostada. Se había deslizado un poco el plato de papel. Any levantó las manos.

- ¡Vale! ¡De acuerdo! ¡Lo haré! ¡Me la comeré ahora mismo! ¿Vale? Aaron se inclinó sobre Any , tanto que casi tenían pegadas las narices, y Any no hubiese podido dar un bocado aunque quisiera; no sin meterle la tostada a Aaron en la cara. Lo que no hubiese sido una buena idea. Porque Aaron estaba realmente furioso.

Aquella chica de los hematomas.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum