Capítulo 4.

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Adam.

Mientras voy en el auto y escucho las risas de mi prima y mi hermano, tan libres, tan ellos, me desanimo por completo. Niego con mi cabeza y trato de integrarme a la conversación, pero la fecha que indica la pantalla de mi teléfono, los recuerdos y todo esto que aún guardo en mi pecho me están pasando factura, y no como el resto de las veces, esta noche en especial, están explotando en mi cabeza.

Puedo ver a Maya caminar hacia mí, con ese vestido que la hacía ver preciosa, más aún de lo que ya es, si eso es posible, yo estaba tan nervioso. No lo aparentaba, quería impresionarla, quería que se enamorara tanto de mí como yo ya lo estaba de ella. Durante todos esos meses que viví en San Francisco, cada noche pensaba en lo mismo: ¿Cómo es que la quise tan rápido? ¿Cómo es que pude dejar a un lado todo lo que cargaba por una niña?

Aunque yo no fuese ningún hombre de la tercera edad, ya no era un adolescente y ella... ¡Dios!, ella con sus diecisiete años transformó mi vida, mi mundo y me duele muchísimo, como el infierno, no tenerla. A pesar de todo, de su traición, sí, duele. Es una mierda completa vivir así. Sin percatarme mi mano se vuelve un puño y le doy con todo a la puerta. Katherine frena de golpe.

—¿Qué pasa? ¿Una crisis?

Niego con mi cabeza.

—¿Es por...

—¡No! —me apresuro a decir—, no pasa nada. Anda, pon el auto en marcha y lleguemos de una vez.

—Adam, sé que te parecemos muy molestos pero es que, hombre, vamos. Llevas diez meses pasándola mal.

—¿Y qué sugieres Katherine? ¿Qué la busque? ¿Cómo la busco? ¿Qué voy a decirle? Quieren que me plante en su casa o en la residencia y le diga, oye, que ahora si tengo ganas de escucharte. ¿Por qué no me cuentas eso del supuesto examen y la droga? No le creí, ¿cuántas veces tengo que repetirles que la encontré con ese tipo en un cuarto sin ropa?

—Pues yo lo haría, si eso me deja continuar en paz. A lo mejor ya no hay nada por resolver, pero si por sanar, por cerrar. ¿No crees? —reflexiona Franco.

—Lo que creo es que necesito un trago. Y por favor, arranca de una vez.

Miro hacia el suelo del coche y cuando subo la mirada, Kat me observa desde el espejo retrovisor con pesar. Ella mejor que nadie sabe la cantidad de crisis que he tenido, lo mal que la paso, lo mal que me siento y que cada día lo llevo peor.

Al menos los minutos que faltan para llegar a la supuesta discoteca me ayudan a tranquilizarme un poco. Aparcamos, bajamos del auto y cuando estoy frente a la entrada, quiero irme. No puedo celebrar nada hoy, no cuando es su cumpleaños, no cuando un día como hoy la hice mía y pensé estúpidamente que sería así por siempre. Quizás no soy un adolescente pero sigo pensando como uno.

El lugar se mira bastante normal comparado a los lugares a los que Franco suele ir. Me preocupa parecer demasiado viejo. No es que lo esté, claro está que estoy a varios años de distancia, ya lo he dicho antes, es solo que me siento tan apagado o más bien hace muchísimo tiempo que no hago estas cosas, que a mi edad deberían ser normales, que me siento en desventaja.

Katherine ha reservado una mesa y antes de que me dejen hablar piden tres tragos, más una botella entera, me han tomado en serio eso de que necesito un trago. El mesero no tarda nada, a pesar de que está bastante lleno de gente que grita, se ríe, toma y bailan como si fuese la última noche que saldrán.

No he bebido ni siquiera el tercer trago y ya me siento mareado. Sin embargo, estoy tan necesitado de olvidar, de encontrar alguna especie de paz momentánea, una noche en la que duerma sin tener pesadillas ni imaginar cosas, que continúo a la misma velocidad y cada vez que entra el alcohol a mi sistema me empiezo a sentir menos pesado y menos y menos.

Le hecho un vistazo a las personas tratando de asegurarme de qué tan turbia tengo ya la vista, mis ojos se mueven rápido y se detienen en un punto exacto, he visto algo... a alguien que reconocería hasta con los ojos cerrados.

Sacudo la cabeza y abro bien los ojos. Miro a Kat y Franco y regreso nuevamente la vista hacia la mujer que... No, no puede ser cierto, claro que no. ¡No! Sí, sí, no estoy alucinado, es ella. ¡Es Maya! Mi Maya. Vuelvo a sacudir la cabeza al ver con mayor claridad lo que está pasando.

Está bailando con un tipo que no conozco de nada, ¿cómo? Si hace tanto que no sé de ella. No es Tyler y comprobar que no están juntos me llena de un alivio sobrenatural, aunque solo sea por unos segundos. Entonces, ¿quién es ese hijo de puta? La tiene tan cerca que me desconcierta. Me pongo de pie y me vuelvo a sentar. No puedo hacer una locura.

Vamos, Adam, que no te ha visto en diez meses, no puedes ir y lanzarte. Solo vas a asustarla, creerá que ahora sí el TEI te ha ganado la batalla. Joder, joder, joder. No puedo con esto.

—Adam —me llama Katherine siguiendo la dirección de mi mirada—. Tiene que ser una broma —grita al mirar lo que yo estoy mirando.

Me bebo dos tragos más y camino hacia ella. Me he pasado pensando todo este tiempo en lo mismo y ella se mira tan feliz con ese desgraciado. No sé qué diré, no sé qué haré. Lo único que quiero es que la suelte.

Y tenerla cerca, solo por hoy.

Mi niña. 

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Capítulo nuevo antes de tiempo. ¿Qué hará Adam para lograr el perdón de Maya? ¿Maya logrará perdonarlo o envuelta en su enojo le dará una oportunidad a Evan?

En multimedia : Nuestro hermoso Adam pensando en qué demonios hará ahora. Jeje.

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