Capítulo 39

31.2K 2.4K 533
                                    

ADAM 

Los días siguientes son difíciles, no porque estemos tristes, ni porque haya ocurrido otra tragedia. Son difíciles porque la recuperación de Maya está costando mucho trabajo y esfuerzo, suele llorar en las terapias para poder caminar, la comida no le gusta nada, pero su estómago se tiene que adaptar nuevamente a todos los alimentos.

Lo que más la desespera es no poder hablar, o hacerlo mal, sentirse descoordinada. Todos nos hemos turnado para estar con ella en cada momento, bueno, los demás se han turnado, yo solo la dejo cuando tengo que ducharme o comer algo, paso la mayoría del tiempo a su lado.

Contra todo pronóstico, ayer, que cumplía dos meses desde haber despertado, consiguió hablar con más fluidez y rapidez. Lo que ha provocado que hoy amanezca tremendamente feliz. Ignora por completo que fueron dos años los que pasó en coma, no ha tenido acceso a teléfonos ni a internet, lo que ha prolongado la realidad, pero ahora que puede hablar, caminar y ha pasado todo este tiempo, es tiempo de que se entere de todo.

Me acerco a ella y la saludo con un beso en la frente.

—Te... te... te...—Podría adivinar lo que viene a continuación, pero necesito tanto escucharlo que no la detengo—. Amo, te amo —susurra.

—No vuelvas a dejarme, no lo vuelvas a hacer porque entonces no sobreviviré, ¿lo entiendes?, no lo lograría sin ti, Maya, esto ha sido un infierno, casi me vuelvo loco —confieso.

—Tuve, yo, tuve miedo —responde.

—Pues ya no lo tengas, nadie te volverá a hacer daño. Nadie, si tengo que encerrarte en una burbuja de cristal, lo haré, y esta vez no aceptaré negativas.

Se ríe, y me pierdo en su mirada, de pronto siento que estoy volando. En contra de mi voluntad tengo que dejarla unas horas, hay problemas en la oficina y tengo que asistir.

—No te marches tan pronto —musita.

—Tu madre está aquí, Becca, Julia, mi familia también. Todos quieren verte, como todos los días desde que despertaste.

—Pero quiero, yo quiero que estés aquí —dice con un poco de lentitud.

—No tardaré mucho —intento tranquilizarla.

—Promete que... no te irás definitivamente —me pide y no entiendo a qué se debe su preocupación. Realmente en todas estas semanas no hemos hablado gran cosa, la orden médica sigue siendo no alterarla y empiezo a comprender que hay tanto por decirnos, que es como si hasta hoy estuviese despertando.

—Eso nunca. ¿Por qué crees que voy a irme?

—Porque... porque... creí que te había perdido, creí que después de mí, seguirías tú y no quería vivir sin ti, no quería despertar y saber que tú te habías ido —confiesa y por primera vez habla con completa fluidez. La Maya de siempre.

Soy poco precavido cuando suelto sus manos y la tomo entre mis brazos. Gracias al cielo no ha mostrado indicio de sentir dolor cuando la acurruco en mi pecho y sus brazos me aprietan con fuerza. ¡Está recuperada!

—Te amo niña mía, siempre serás eso, mi niña, mía, por supuesto —le susurro—. Te amo, te amo, te amo, te amo —quiero repetir esas dos palabras hasta quedarme sin voz.

—Y yo a ti, más que nunca.

No dejo de abrazarla hasta que pasan largos minutos y la regreso a su lugar. Le doy un beso en la frente y prometo volver lo más pronto posible. Camino hacia atrás para no dejarla de ver mientras llego a la puerta. Me cuesta respirar, siempre he sabido que estoy estúpidamente enamorado de ella, siempre he sabido que lo es todo para mí, pero hoy, me doy cuenta de que ella siente exactamente lo mismo y ¡joder!, es demasiado bueno para ser cierto, y lo es.

Salgo de la habitación sintiéndome el tipo más afortunado del planeta y la madre de Maya ve a su hija al siguiente segundo. No me detengo para nada, pues Mery sufre de ataques de culpa cada vez que está con su hija y yo estoy presente. Hasta he pensado en la posibilidad de ocultarle a Maya lo que hizo su madre, la cuestión es que, si se entera por otro medio no me lo perdonará.

Mi prima, Kat, está llegando al hospital cuando yo voy de salida. Tomo su mano y la llevo lejos del resto.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estamos corriendo? —pregunta asustada y me río como un loco de atar.

—Quiero hacerte una pregunta y quiero que respondas con honestidad.

—Habla de una vez, me estás asustando. ¿Maya no está bien?

—Está más que bien, Katherine, la he recuperado, ya habla, ya camina, no quiero volver a perderla. Así que... ¿Qué tan alocado es que le pida que se case conmigo en esas condiciones?

¿Cómo volver a ti? Where stories live. Discover now