Capítulo 37.

29.4K 2.2K 414
                                    


ADAM

Han pasado cinco días desde que la madre de Maya se debate entre firmar o no los dichosos papeles. Han sido cinco días en los que he dormido muy poco, ahora mismo son las tres de la madrugada, me siento sobre la cama y acerco mis rodillas a mi pecho. Me quedo así por horas, en medio de la oscuridad de la noche.

Me repito mentalmente que debo ser fuerte, intento la misma técnica que he puesto en práctica durante estos dos años: ¿Qué me pediría Maya? Maya me diría que la vida no se acaba, que debo seguir dando pasos hacia adelante, encontrar nuevamente la felicidad, sin ella. Pero duele tanto que cada pensamiento es como cuchillos entrando en mi cabeza, quebrando mi cráneo y haciendo pedazos mi cerebro.

No vuelvo a dormir y me ducho hasta que el sol entra por la ventana. Trato de curar nuevamente las heridas de mis manos, he tenido peleas clandestinas todos estos días, a pesar de que me han tenido que atender mi dedo lesionado. Incluso, Kat, en un intento desesperado consiguió contactarse con un amigo que hice en las consultas de mi terapeuta, o quien solía serlo, pensó que alguien con mi mismo problema y a quien conocía, me ayudaría. No lo ha hecho.

Llamo a Becca y debo admitir que mientras hago la pregunta que tanto temor me da, deseo más que nada en el mundo, oírla decir que la madre de Maya se ha retractado, que lo ha meditado y ha tirado esos papeles a la basura.

Al contrario... sollozos, es la única respuesta que obtengo. Lo ha hecho, ha firmado. Un martillo gigante está golpeando mi cuerpo justo ahora, es lo que experimento. Estrello mi celular contra la pared y se hace pedazos, estoy más roto que el teléfono en el suelo.

Después de horas mirando el mismo punto en la pared y de sentirme más miserable que nunca, bajo a la primera planta de la casa y mi familia está desayunando, en cuanto me miran se callan. Sí, soy patético, ya lo sé.

No es que esté resignado, que de pronto una calma se ha apoderado de mí, si pudiera describir con palabras cómo me siento por dentro, estoy tan seguro de que haría llorar hasta a la persona menos sentimental de todo el puto planeta.

No es que de un minuto a otro haya aceptado que probablemente hoy, sea la última vez que la vea, que no haya lágrimas o escándalo por mi parte, no significa que me lo esté tomando bien.

¡Es Maya! Mi Maya, la situación es difícil de entender incluso para mí mismo.

—Adam —intenta hablar mi padre.

—No haré ninguna locura.

—Julia ha llamado —agrega Franco—. ¿Quieres que te acompañemos al hospital?

—No, estaré bien. No haré ninguna locura —repito de forma neutral y aparentemente pacífica.

Camino por inercia, conduzco por inercia, pienso por inercia, cada movimiento de mi cuerpo o de mis labios es por pura inercia. <<No puedes hacer nada, no puedes hacer nada, no puedes hacer nada, no puedes hacer nada>> Escucho una voz en mi cabeza cuando el rostro de Mery aparece frente a mí.

Extrañamente se me tira encima, llorando desconsolada. No quiero abrazarla, me quiere quitar lo más importante en mi vida. ¿Qué demonios le sucede? Finalmente, mis brazos la rodean, no soy tan malo como quisiera ser en este momento.

—Lo siento tanto. Sé que no lo entiendes Adam, sé que quieres a mi hija y siempre voy a agradecerte todo lo que hiciste por ella, pero esto es lo mejor. Maya merece descansar. Perdón. —Se aparta de mí y aunque quiero golpear a la mujer hasta que deje de respirar me logro controlar.

No sé si es porque estoy en estado de impacto o porque en mi interior sabía que este día llegaría tarde o temprano y he activado un escudo protector, un escudo que me hace creer que nada de esto es cierto. Que solo es un día más en el hospital. Que no es el último.

¿Cómo volver a ti? Where stories live. Discover now