Capítulo 12.

31.2K 2.4K 1.2K
                                    

ADAM.

Creí que hoy sería un buen día. Me desperté pensando en que, aunque no había comprado el apartamento, era buena idea que le dijese a mis padres que me iba. Sabía todo lo que mi madre me diría incluso antes de que abriera la boca.

Todo lo que había sucedido en el pasado me trajo nuevamente hasta casa de mis padres y la estancia en ese lugar ha sido casi insoportable. Es un milagro que no haya lastimado a nadie, aunque a veces me lastimo a mí mismo por golpear las paredes como si fueran sacos de arena.

Bajé las escaleras de casa, todos comían en completo silencio. Mi hermano pequeño solo picaba la fruta y Franco leía el periódico, estaba simulando leerlo por mis padres. Es absurdo que nos comportemos de una forma frente a ellos cuando en realidad somos tan distintos.

—Buenos días familia.

—Buenos días, hijo —me contestó papá—. No te vimos ayer.

—Tuve cosas personales que hacer.

—¿Personales? —ironizó mi madre

—Si, madre, personales. Tengo algo importante que decirles. —Todos dejaron los cubiertos en la mesa y me prestaron atención—. Voy a mudarme, viviré cerca de Yale y no espero que les guste.

—¿Puedo irme contigo? —me dijo Franco

—¡Claro que no! —expresó mamá—. Adam, entiendo que nuestra forma de vivir sea insultante para ti, pero es como debemos hacerlo. No podemos ir por la vida pretendiendo que nadie nos mira, porque todos lo hacen y que te vayas a vivir solo levantará nuevamente comentarios.

—Te recuerdo que en el pasado me fui de esta casa porque ustedes dos me lo pidieron —señalé a mi madre y mi padre—. Me dijeron claramente que no podía volver y no me iré solo. Maya vivirá conmigo. Además, deja la paranoia mamá, es completamente normal que un chico de veinticuatro años se mude.

—¿Qué? ¿Maya? —se sorprendieron todos.

—No voy a dar explicaciones. —Me levanté y salí de la casa seguido de Franco.

—¿Has vuelto con Maya?

—No aún.

—Pero si has dicho que se irá a vivir contigo —comentó mi hermano.

—Sí, eso espero. Ya no me hagas más preguntas. Por la noche tendré que contestar al menos cien más cuando vuelva a casa y mi madre esté ofendida.

Me dirigí al trabajo, en donde pasé toda la mañana ignorando llamadas de Miranda y con una enorme sonrisa en la cara pensando en mi saltamontes. Luego Jennifer me citó y lo demás ya lo saben. Se han jodido más las cosas, por mis malditos impulsos y mi descontrol. No debí insinuar que Maya y yo tuvimos sexo, con lo pudorosa que es, probablemente no querrá verme pronto.

Muero por seguirla. No me canso de ser un desgraciado cobarde y todo se ha ido a la mierda. Gruño y gruño y gruño tratando de canalizar mi rabia, como si eso borrara lo que acabo de decir. Pateo mi auto sin parar y quiero destrozarme las manos. Tal vez ese dolor calma otros más profundos.

—Adam —me llama Jennifer. Había olvidado que estaba aquí—. ¿Estás bien?

Su voz llega hasta mis oídos pero yo sigo golpeando mi auto como un jodido enfermo. No importa cuánto lo intente, este soy yo, alguien que no sabe controlarse y estas malditas ganas de querer hacer el mundo pedazos cuando me siento frustrado nunca me abandonan.

Me detengo al sentir la mano de Jennifer en mi hombro y tengo que apelar al poco autocontrol que poseo para no hacer una locura.

—Tienes que calmarte —susurra y noto miedo. ¿Quién no tendría miedo de alguien como yo? Maya, ella nunca me tuvo miedo y lo he arruinado todo por completo—. Tranquilo, respira. —Pone su mano libre en mi otro hombro y a pesar de que no son las manos de Maya y tampoco se compara con el poder de su piel entrando en contacto con mi piel, Jennifer logra que me calme.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora