Capítulo 6.

32.2K 2.5K 669
                                    

Adam.

Me golpea el pecho sin parar y aunque quiero dejar que me golpee hasta que se canse, hasta que me haga entrar en razón, hasta que mi corazón le gane a la razón y me deje guiar por esta posibilidad que ha rondado por días y días en mi mente, esa en la que Maya fue una víctima, y esa en la que yo fui un imbécil, la detengo.

La tomo de sus manos y la sujeto con fuerza. Fue un error acercarme, fue un error creer que podría tenerla a centímetros de mí y no querer besarla. Adam White se convierte en polvo cuando la dueña de esos ojazos verdes está cerca. Cada palabra que ha dicho me ha calado el alma. ¿Qué me odia? ¿Cómo puede odiarme?

Yo la miré en aquel lugar sin ninguna prenda en su cuerpo, fui yo quien ha vivido martirizado creyéndola con otro. Sé que cada palabra que le dije después de aquella escena estuvo llena de rabia y mentira, porque a pesar de todo muy en el fondo ella sigue siendo aquella niña buena para mí.

Suelto sus manos y sus lágrimas me hieren. Si dice la verdad, ¿podrá perdonarme? Si todo este tiempo he sido tan estúpido como para haber caído en una maldita trampa de adolescentes, ¿cómo conseguiré volverla a tener a mi lado?

Acaricio sus suaves mejillas, es un error, lo sé. No puedo evitarlo, su piel tira de mí, su aroma me enloquece, la necesidad de volverla a tener tan cerquita, tan mía y ese simple toque de su piel con la mía me vuelve loco. Miro sus labios y me siento hechizado, es ella. Es Maya. Mi pequeña hobbit.

En este momento no puedo pensar en lo que me hizo o no me hizo, en si falló ella o fallé yo, solo puedo pensar en que sano o no, nadie se le iguala. Está tan alterada y agitada y tenemos tanto de que hablar.

La beso sin pensarlo, me dejo llevar, la necesito y todo cobra sentido.

Sus labios tiemblan cuando se unen con los míos y de pronto algo que no estaba bien ubicado dentro de mí termina de encajar. Por un ligero momento se resiste y hace un pequeño movimiento hacia atrás y entonces, atrapo su cintura.

Me olvido de todo y disfruto del sabor de sus labios y la forma en la que se estremece en mis brazos. Quisiera decir que el deseo no se apodera de mí pero no he estado con nadie desde hace diez meses y prefiero creer, al menos por ahora, que ella tampoco.

Un escaso gemido sale de su garganta y no me controlo ante eso. Aprieto con fuerza su cintura y en un impulso bajo mis manos hasta su lindo trasero. La acerco tanto a mí, quiero que sienta lo duro que me pone el solo hecho de besarla. Entierra sus dedos en mi cabello y enloquezco.

Estamos en la calle y no me importa, a ella tampoco parece importarle, su lengua se mueve al mismo ritmo que la mía y ¡demonios! Quiero desnudarla, quiero invadirla, quiero creerle, quiero tenerla de nuevo en mi vida, me ha hecho tanta falta que lo único que quiero es escucharla decir que sigue queriéndome tanto como yo a ella. Oírla decir aquello era vida para mí.

La empujo hacia atrás y su espalda pega contra la pared que hace minutos estaba siendo atacada por mis puños. Creo que voy a ahogarme en cualquier momento, ya no me queda aire dentro de mi cuerpo. La subo hasta mis caderas. Que sea tan pequeña siempre me gustó, es muy fácil ubicarla de esta forma, encajamos a la perfección contrario a lo que cualquiera podría pensar por nuestra diferencia de estaturas.

—Adam —susurra cuando beso su cuello. Estoy descontrolado y evidentemente un poco ebrio. No estoy pensando, está claro.

—No, ahora no... por favor —le suplico.

Aprieto sus piernas. Maldito vestido. Sé que el momento nos ha tomado por sorpresa a ambos.

—Adam —repite esta vez con firmeza y me empuja.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora