Capítulo 19.

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ADAM

Maya se queda dormida en mi pecho y este sencillo momento en el que su respiración es pausada, sus manos están alrededor de mi cintura y su aroma inunda toda la habitación, es lo que yo llamo paz.

Cuando Alicia murió, mi vida se vino abajo por completo, puede que todos digan que fui víctima de un momento de furia incontrolable, la muerte de aquel hombre me seguirá siempre, él había matado a mi hermana pequeña y yo había matado a un infeliz más, sin embargo, no me siento orgulloso de lo que hice.

Fue hasta que Maya entró a mi vida que comprendí que sin importar lo que haya ocurrido en mi pasado, tengo la oportunidad de convertirme en alguien mejor. La miro todo el tiempo que puedo hasta terminar dormido también.

Cuando abro los ojos ya es de día nuevamente, mi padre está sentado en el sillón de enfrente, ni Maya ni yo nos hemos dado cuenta de que ha entrado. Mira a Maya y sonríe, entiende lo feliz que me siento a su lado y me da una tranquilidad enorme que mi padre la haya aceptado desde el principio y que mi madre esté haciendo un esfuerzo.

Le doy un beso a Maya para despertarla y abre los ojos con lentitud, su mano derecha viaja con rapidez hasta mis partes nobles y me aclaro la garganta sorprendido, a veces es muy traviesa. Abre totalmente los ojos y cuando mira a mi padre se sobresalta y cae de bruces en el suelo. Sus mejillas se tiñen de rojo y papá no puede evitar reír.

—Señor White —su voz está llena de vergüenza.

—No pasa nada, hobbit —intento calmarla porque creo que se desmayará en cuestión de segundos.

—Creí que eso de "señor" había quedado atrás, Maya —interviene mi padre—. Respira cariño, no pasa nada. Recuerdo lo que es ser joven. No te preocupes.

—Papá —lo interrumpo. Lo cierto es que aunque Maya aparenta no ser tan tímida como antes, la conozco lo suficiente como para saber que hay muchas cosas que la avergüenzan y esta, definitivamente, no es una situación apta para ella.

—Lo siento, Maya. Tranquila. Me gustaría que te calmaras porque lo que quiero hablar con ustedes es delicado.

Las palabras de mi padre llaman mi atención. ¿Qué puede ser tan delicado? Maya respira un par de veces y vuelve a sentarse a mi lado. Se muerde los labios, está nerviosa y la verdad es que yo también lo estoy.

—¿Qué hiciste el día que te accidentaste? —dice finalmente.

—¿Qué? —me asombro y Maya me mira con disimulo.

—Hijo, necesito saber qué hiciste exactamente ese día.

Tomo la mano de Maya porque debe tratarse de algo muy grave para que mi papá esté preguntando algo, que a simple vista, es irrelevante. No quiero decir en voz alta que con la persona que me embriagué ese día, fue precisamente Jennifer Davis. ¡Aquí voy!

—Creo que fui a la oficina y luego me encontré con Jennifer Davis en el edificio en donde compré el apartamento para Maya. Discutí con Maya justo frente al edificio y no preguntes cómo sucedió eso, no tiene importancia y luego de eso, Jennifer y yo...

¡Mierda! No quiero decirlo. Maya espera ansiosa por mi relato.

—¿Jennifer y tú qué? —me anima ella.

—Jennifer y yo fuimos a un bar. —Maya se aparta de mí y ya no quiero seguir, aunque debo hacerlo—. Bebimos hasta embriagarnos y ella me llevó a casa porque yo no podía conducir mi auto, esperó a que entrara y luego se marchó, entonces salí nuevamente y me dirigí a la residencia de Maya.

Miro a Maya esperando que entienda que no pasó nada entre Jennifer y yo pero ni siquiera me mira, ya se ha puesto de pie y se ha alejado aún más de mí.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora