Capítulo #18 - ¿Renunciar, o no renunciar?

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En el suburbio de West coast beach, las cosas no siempre fueron perfectas. La vida aparentaba ser una completa película para la vista de cada curioso turista. Lamentablemente no para todos resultaba ser hermosa. Anabelle, una chica que terminó descubriendo su verdadero nombre, Aquata. Su madre y su abuela, sirenas por genética. Su padre, un hunter proveniente de la raza pura del dios Skylar, su hermano, un hechicero. El chico del que estaba enamorada un tritón, y la chica que una vez odió con su vida, su pronta a ser mejor amiga.

—No entiendo como puede haberse ido —habló Aquata a través del teléfono—. El estaba muerto, sobre el suelo, no puede haberse levantado. No. . . no habían policías, y Shirley dice haber visto a Oceanía internarse en las aguas.

Habían pasado ya dos semanas desde la misteriosa muerte de Andrés, y aún las chicas no se recuperaban. Aquata no había pisado el mar con el miedo de enfrentarse a Oceanía, y ella tampoco se había dignado a pisar la tierra. Chandra intentó de todas maneras conseguir la piedra de la fecundación, pero por alguna extraña razón ya no fluía la pureza por la sangre de Aquata.

—Debe haber algo raro —habló Chandra la semana antes cuando Aquata fue a su casa a contarle sobre Andrés—. Se supone que tu sangre esté fértil, y la sangre fluye normal.

—No me he sentido rara.

—No deberías, pero es algo muy raro. ¿Has sufrido algún ataque?

Aquata le contó por tercera vez, con detalles acerca de como Oceanía había bebido de su sangre.

—Quizás se haya llevado tu poder, ella dijo que quería vengarse de ti ¿no?

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Aquata llevándose la mano a la cabeza. —Solo debemos esperar.

Habían estado esperando una semana desde esa conversación y nada parecía cambiar.

—¡Voy a tu casa! —murmuró Aquata y colgó el celular.

Shirley saltó del mueble en dirección a la cocina para tomar otro envase de mantecado. Elizabeth las había excusado a ambas de la escuela informando que padecían de una gripe muy contagiosa y que tenían que estar en cuarentena para evitar el contagio. La chica seguía quedándose en casa de Aquata, después de todo su madre no la quería en el hogar, y le había dejado la mayoría de sus pertenencias en el garaje de la familia Cooper.

—No entiendo como has podido soportar todo esto.

—Llega un momento en el que te acostumbras —confesó Aquata.

—Es tan. . . difícil. Es decir, yo solamente llevo viviendo la pesadilla dos semanas y ya no aguanto. ¡Ojalá y todo acabara!

Aquata se encogió de hombros y tomó su abrigo de detrás de la puerta.

—Voy a casa de la abuela ¿vas conmigo?

Shirley negó. Después de todo ella y Jake estaban pasando buenos momentos juntos. Jake había aprendido a controlar un poco sus poderes, y pasaba la mayoría del día levitando objetos livianos en el aire.

—¡Jake! ¡Voy a salir! —gritó antes de cerrar la puerta. El no contestó y subió el volumen de la música. Lo caliente en ese momento era Drake, por lo que su voz de hombre serio se escuchó fuertemente. Aquata siempre pensó que era una perdida de tiempo escuchar ese tipo de música, ya que apenas tenia melodía y no se tenía en lo que concentrarse y relajarse.

Las tardes eran como de costumbre en Miami. El cielo despejado, los cálidos rayos de sol, señoras corriendo por la acera, personas paseando sus perros, y madres arrastrando los carritos de sus hijos. La playa toda cálida, con la arena caliente por el sol, y las olas tranquilas besando la orilla.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora