❁ Capítulo #2

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El día en el suburbio de Blue Waters comenzó con el canto de los pájaros y el sonido de las sirenas. El sol entraba por las ventanas del balcón de Aquata. Parecía una mañana perfectamente agradable. La rubia abrió los ojos con molestia y se giró en la cama tapándose su oreja descubierta con una almohada. Había estado muy segura de que la noche que había pasado había sido extraña y que esa urbanización no era del todo normal.

Tomó su iPhone y se desplazó por sus textos. Eran las 9:16AM, un poco temprano para ir a la universidad. Su primera clase comenzaba a las 11:00AM por lo que estaba a tiempo. Le envió un mensaje de buenos días a Andrés —si, aunque estaba un cuarto más abajo de el de ella—, y bajó de la cama.

Después de cambiarse en un par de jeans ajustados y una camisa de Victoria Secret con la palabra PINK impregnada en sus pechos bajó las escaleras hasta la cocina con su cartera sobre el hombro. Atlantis estaba sentado en la barra de desayuno, mirando por encima de un periódico. Oceanía estaba sentada en una silla dándole a Anamar de su botella, y Maxwell veía Buenos días América.

—¿Dormiste bien? —preguntó Atlantis bajando el periódico de enfrente de su cara.

—Si, un poco.

Oceanía no dejaba de mirarla fijamente.

—¿Qué? —espetó Aquata. Se sentía presionada ante tanta observación.

—Se que no dormiste anoche. Te oí levantarte seguidas veces para ir al baño. —Aquata escupió un trago de jugo de china que había tomado de la nevera.

—¿Estás bien, cariño? —Atlantis se giró y se bajó del taburete.

—Si. —Aquata se secó el jugo con una servilleta—. Perfectamente bien.

Pero estaba muy lejos de estar bien. Miró nuevamente a su hermana y su maléfica cara. El referirse a ella como hermana era como decir que eres familia del diablo.

Tomó su bolsa y salió por la puerta molesta.

—¡Cariño! —gritó Atlantis abriendo la puerta—. No han traído aún los autos. Tendrás que ir a pie. —Aquata se encogió de hombros y siguió caminando.

El vecindario era como un cementerio. Todas las casas estaban cerradas desde el picaporte hasta la mínima ventana. Los autos estaban en sus estacionamientos y ninguna tenía mascota. Aquata caminó por la acera en dirección al pueblo. La calle no quedaba muy lejos del mismo.

—Buenos días —saludó el cartero quien caminaba entre los matorrales de dos casas.

Aquata se giró para saludarle y el se acercó y le observó detenidamente.

—No vives aquí ¿cierto?

—Si, vivo en la casa del final, la que da a la bahía —contestó Aquata—. Somos nuevos, nos mudamos hace dos días solamente.

—¡Milagro! —chilló. Aquata de momento pensó que era gay. Era un tanto alto, con anchos brazos, con la piel bronceada, pantalones pegados, las uñas con mucho brillo, y hablaba como chica. No es que ella fuera homofóbica, es que se notaba muy alengua.

—¿Por qué te asombras? —preguntó Aquata bajando el volumen de la música, sin querer presionando el botón incorrecto y Time to pretend, de MGMT¹ sonó fuerte.

—Me asombro porque desde que trabajo aquí nadie se ha mudado a esa casa, y los que viven por aquí no son normales —explicó—. Me gusta tu canción —agregó—. Amo esa banda, tiene canciones muy bonitas, son buenas para cuando estás estudiando.

Aquata sonrió y bajó un poco el volumen. —¿Cómo que no son normales?

—Bueno, nunca se les ve de día, en el pueblo se dice que al parecer pertenecen a la moda del vampirismo. Ya sabes, no pueden coger sol. —Aquata comenzó a reírse tontamente—. ¿No me crees?

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora