❁ Capítulo #4

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Aquata entró al campus con un par de libros bajo el brazo y los audífonos en los oídos. A pesar de que faltaban como 20 minutos para su clase de Psicología Intercultural basada en la investigación de culturas y consideración implicadas para las teorías existentes, y era su tercera semana de clase; había sido su total intención el llegar temprano para poder conocer muy bien el edificio y hacerse poco a poco a la idea de que pasaría aproximadamente los próximos seis años de su vida en ese lugar. La universidad no era del nada parecido a la secundaria en la que había estado.

El edificio era enorme comparado con otros que había visto anteriormente, y los pasillos parecían enmarañarse creando un complejo laberinto. Ella en su interior sabía que esa era tan solo una impresión momentánea y que en un par de semanas conocería el sitio como la palma de su mano. Después de todo no era como si cambiaran los salones de lugar. El edificio formaba una U cuadrada en cuyo centro estaba lleno de grama, palmas, y bancos para sentarse. A la parte de atrás había una gigante cancha bajo techo en donde se llevaban a cabo las clases de natación, y al costado un campo de fútbol. Por otro lado aún no descubierto por ella en ese momento estaba el teatro y los salones de danza, gimnasio y dormitorios para los estudiantes de internado.

Aquata se encontró observando el inmenso lugar sintiéndose como una hormiga cruzando una autopista en medio de San Francisco. Ella no era alta ni tampoco la típica chica-que-va-a-la-universidad-en-pantalones-cortos-y-zapatos-de-tacón. Caminó pasillo abajo siendo tragada por el sinfín de puertas y carteles con anuncios como: Ven hoy a las audiciones de teatro para Romeo y Julieta, o Se solicita Locutor para las noches de bohemia. Si, genial.

No cogeré ninguna extracurricular se había dicho a si misma cuando la carta de admisión le había llegado. Pasaré tiempo con mi novio, el lo merece, se había dicho.

—¡Aqua! —la rubia escuchó su nombre a lo lejos, pero pensó que era solo la recreación de su nombre en el interior de su cerebro, el cual estaba peor que la bola de hilo del gato de su vecina de Miami—. ¡Aquata! —la segunda vez que escuchó su voz estuvo un poco más convencida de que la llamaban. Se quitó un audífono y se dio la espalda—. Pensé que nunca ibas a oírme. ¿Me estabas ignorando?

—Oh, no. Es que tengo la música muy alta y no sabía si era yo alucinando con escuchar mi voz —se disculpó tímidamente.

—Pues está un poco más pendiente la próxima vez. ¿Qué tal, cómo vas? ¿Has dormido bien?

—Si, ¿por qué preguntas?

—Te vez, no sé. Un poco ¿cansada? Parece como si no has dormido en mucho tiempo. Han estado. . .

—¿Han estado qué?

Aquata se limitó a no contestar la pregunta en el momento. La madre de Katie le había dicho que no confiara en ella. —No es nada, solo que considero que el pueblo es muy raro. En Miami no eran tan raros.

—¿Cuan raros? —preguntó.

—Pues, salen de noche y esas cosas. Allá son bastante diurnos.

—Bueno ya, pero es en lo que te acostumbras. Deberías conocer a mis amistades. Vamos a la bahía cada noche. De seguro te encantaría pasar tiempo con nosotros.

La mente de Aquata dio un giro de 180º grados. «Si alguna vez tienes en mente la idea de ir a nadar a la bahía, no lo hagas. Lo digo por tu bien, y por querer protegerte. Si alguna vez me hija te pregunta o te dice algo, actúa normal. Jamás digas tu secreto por aquí. ¡Saldrás herida!» Escalofríos recorrieron la espalda de Aquata de arriba a abajo haciéndola estremecerse.

—Mis padres me tienen toque de queda cada tarde. No puedo salir a menos que vaya con ellos a los sitios y eso.

—¡Tía! ¿Pero qué dices? La bahía queda justo detrás de tu casa. ¿Sabes esa escalera que hay en tu ventana? —Aquata asintió con la cabeza—. La chica que vivía ahí antes que tu la usaba para acompañarnos a la bahía. La pasamos muy bien, anímate, de seguro te gusta.

Aquarius - Una saga de sirenasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant