❁ Capítulo #5

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 —No estoy loca —replicó Aquata por quinta vez esa mañana mientras la familia feliz desayunaba en la mesa—. He visto una arpía en mi ventana.

—Eso es absurdo —habló Atlantis—. No hay cosa alguna como una arpia.

—No es arpia. Es arpía, con acento en la vocal "i", —corrigió la rubia—. No estoy loca, yo se exactamente lo que vi.

—¡Vamos! Dinos entonces. . .

—Pues escuché el mismo ruido que había escuchado las noches anteriores, y abrí la ventana para ver que era. Había pegada a la escalera de mi cuarto un pájaro gigante. Como un pavo real, o quizás más grande, pero que a la vez tenía facciones humanas.

—¿Reconociste a alguien? —preguntó Jake, quien entraba a la cocina con un aspecto moribundo y sin camisa.

—No, solo pude ver que era una arpía.

—Aquata, creo que la mudanza te está afectando. He leído en una revista que. . .

—¡Madre! —gritó molesta—. No estoy loca, y la mudanza no tiene nada que ver con esto. Estoy diciendo que esta urbanización tiene algo raro y que hay arpías entre esta comunidad. No sé como, ni porque, pero solo sé que lo hay.

—Creo que debes decirle, —susurró Oceanía a Atlantis.

—¿Decirme qué?

—Aquata, hemos conseguido un psicólogo muy bueno para que trate tus fantasías. Estás teniendo problemas para dormir, tratas muy mal a tu novio, y ves cosas que no existen.

—¡Andrés! ¿Estás de acuerdo con ellos?

—Lo siento, cariño. Pero aunque yo también encuentre este pueblo un poco raro, estás actuando extraño y creo que te estás haciendo daño a ti misma con todas esas fantasías.

—Ahora soy la loca —gruñó—. Supongo que si Oceanía dice que ve una arpía todos le creen.

—No me creerían porque no existen.

—Oh, no, y las sirenas tampoco. ¿Qué es lo próximo? ¿Me dirán que todo lo que ha pasado ha sido una fantasía, y que no soy ninguna sirena?

—Si, eso si es cierto. Somos sirenas, y tritones. Pero estás confundiendo la mitología griega ficticia con la realidad.

—No, ya. Ahora voy al psicólogo y le digo, hola soy una sirena y creo que veo arpías en mi ventana. Mi familia también son peces, pero no me creen y piensan que estoy loca. Vivo en un pueblo en donde la gente solo está despierta de noche, y me alimento de camarones y langostas crudas. ¿Sabes donde terminaré? En un psiquiátrico. Allá me pondrán de por vida.

—Cielo, el puede ayudarte. Quizás te den pastillas para tus alucinaciones.

—Joder, que no alucino.

—El vocabulario, Aquata —regañó Elizabeth.

—No madre, me mudaré. Me quiero ir de este pueblo, lejos de todas las arpías, y de ustedes. Están locos. No se dan nunca cuenta de nada. Al parecer soy la única normal.

Sin tomar el desayuno, y siquiera peinarse, salió disparada por la puerta en dirección a su auto. Habían traído ya el resto de la mudanza incluyendo los autos, y el bote con el nombre Sailor Coral impregnado en una de las esquinas. Encendió su coche, y aceleró en reversa sin mirar por el espejo retrovisor.

—¡Niña! ¿Qué haces? —gritó el cartero mientras se movía de la calle—. ¡Casi me atropellas!

—Lo siento, no he tenido un buen día —gritó, dejar de dar reversa. Chris se apartó del camino de prisa al ver que la chica sin compasión apretaba el pedal de la gasolina tumbando algunos zafacones. —Mi hermana te busca, creo que quiere que la lleves a la universidad hoy.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora