Un Domingo en la Cueva del Osito

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—¡Joey! ¡Cariño! ¡Hora de despertar! Prometiste que hoy me ayudarías a reparar el gabinete de la cocina...

La dulce madre se acercó a la cama para destapar al dormilón que estaba roncando muy bien arropado hasta la cabeza... Como todos los días la señora Nora despertaba a su hijo con un tierno beso maternal. Aunque, esa mañana sería diferente: Todo el vecindario escucho el grito de horror de la sorprendida madre al encontrar a un desconocido en lugar de su bebé osito...

—¿QUIÉN ES USTED...?

—¿Qué...? ¿Dónde estoy?

Ian se despertó mareado y sin tener idea de dónde estaba y quien era esa señora que le miraba horrorizada. Entonces se dio cuenta que estaba desnudo con sólo el boxer puesto y pegó un brinco de esa cama muy asustado.

—¡SADICO! ¡SINVERGUENZA! ¿¿DÓNDE ESTÁ MI HIJO??

Joé corrió como nunca escaleras arriba al escuchar los gritos, encontró a Ian arrinconado recibiendo los almohadazos de la señora Nora.

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡No! ¡Tranquila! ¡Es un amigo!

—¡JOEY! ¡Hijo! ¿Dónde estabas?

El gordito abrazó a su mamá que estaba muy alterada. El pobre Ian salió del rincón y al ver a Joe y fue cuando pudo tomar aire. Su corazón latía tan acelerado que creyó que moriría del susto. Eso de despertar en un lugar desconocido, casi desnudo y con una mujer loca golpeándote no es poco susto.

—¡Mamá! Él es un compañero de trabajo, disculpa que no te avisé pero él se quedó a dormir anoche. —Joe trataba de calmar a su madre y esta comenzó a entender la situación.

—¿Y qué demonios fue lo que pasó? ¿Qué estoy haciendo aquí? —Ian no estaba del mejor humor y la cabeza le dolía terriblemente producto de la resaca post Sambuca.

Joe se acercó a él y le notó algo contrariado y molesto cubriéndose con la sabana.

—Tranquilo, Ian. Te pasaste con el licor ayer...y...tuve que traerte a mi casa.

—¿Y por qué estoy así? ¿En ropa interior? ¿Qué me hizo? ¿Acaso...usted y yo...?

—¡No! ¡No! ¡No es lo que cree! No se moleste... Usted estaba muy borracho y cuando lo bajé del auto se mareó y empezó a vomitar. Se vomitó encima...y me ensució también. Lo atendí, le di un medicamento para las náuseas. Tuve que limpiarlo y quitarle la ropa llena de...vómito. Lo acosté en mi cama y yo dormí abajo...en el sofá. Lavé su traje y se lo planché. Está allí colgado...en el gancho... No pasó más nada, ¡se lo juro!

Ian volteó y vio en la pared su traje colgado impecable y muy bien planchado. Y sobre una mesa cercana estaba su billetera, teléfono y  llaves. Se sintió muy avergonzado con Joe por haber pensado mal y por todo lo que este tuvo que hacer por él.

—Lo siento, no debí exaltarme. Me puse algo nervioso y tenso al despertar y no saber dónde estaba ni cómo llegué aquí...

—Le pido disculpas también, no quise golpearlo. Si Joey me hubiese avisado que usted estaba aquí...

—¡Todo fue mi culpa! ¡Discúlpenme los dos! —Respondió el gordito preocupado por todo ese malentendido.

—¡Señor Smith, por favor! ¿Qué culpa puede tener usted de que yo me haya embriagado de esa forma tan vergonzosa? Le agradezco muchísimo todo lo que hizo por mí. Me siento demasiado apenado con usted, y con su señora madre también.

—Bueno, ya que todo ha sido aclarado y tenemos un invitado inesperado en la casa, yo voy a bajar a la cocina a servirles el desayuno. No se preocupe, le voy a preparar algo que le va a sentar muy bien para esa terrible resaca.

¡Quiero un gordito para Llevar!Where stories live. Discover now