Una cena muy picante...

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—Lo siento... —Le susurró Sam a Joe.

—Tranquila, no pasa nada.

Joe y Sam estaban sentado frente al matrimonio Mitchell: Laura y Albert, quienes se veían maliciosamente muy sonrientes. Charlotte Monroe era ajena a los graves problemas entre ellos, más bien lucía radiante y estaba de un muy buen humor. La poderosa empresaria y publicista tenía fe en que podría hacer cambiar a su hijo y enrumbarlo a un estilo de vida mucho más "normal". Si, así de soberbia era la madre de Ian.

Lo más inquietante del asunto, para Joe y Sam, era que los Mitchell parecían seguirles la corriente, es decir se mostraban indiferentes a la farsa. Ellos disimulaban con Charlotte como si nada estuviera pasando, sonreían y fingían. Obviamente que tanto Laura como Albert no eran de fiar, y no sabían si en cualquier momento estos les descubrirían.

—¡Oh! Ese es auto de Ian, ¡mi hijo está en casa! Ya regreso, voy a recibirle.

Al retirarse Charlotte, Sam se levantó del asiento y se dirigió a un mini bar cercano. Tomo una botella de vino que estaba destapada y metida en hielo y se sirvió una copa repleta. Se la bebió como si fuera un refresco. Joe se acercó a ella y le sujetó las manos para que se calmara.

—¡Tranquila, Sam! No les demuestres que estás alterada...

—¡Pero lo estoy! Albert conoce a Nicholas, sus hijos estudian juntos, ¡son amigos! Le dirá que soy una falsa, una mentirosa... ¡Nicholas me va a detestar!

—No han dicho nada. Parece que nos siguen la corriente.

—¿Y crees que lo hacen de buena fe? ¡Oh, Joe! ¡Deben estar esperando el momento más incómodo para descubrir nuestra farsa!

—¡Cálmate, Sam! No te preocupes, sea lo que sea que pase, lo enfrentaremos.

Joe abrazó de forma cariñosa a Sam y le dio unos golpecitos en la espalda para calmarla. Fue en ese momento que escuchó la voz de Ian y de su madre que se acercaban al lobby.

—¡Tenemos hoy invitados, Ian! Laura y su guapísimo esposo Albert, ya los conoces y... A Smith y su encantadora esposa... Eeehhh..."como se llame"...

—"Sam", se llama Sam, mamá...—Le corrigió Ian pero en un tono muy serio.

Cuando Joe miró a Ian, notó que estaba muy incómodo y obviamente molesto por esa "emboscada" que le tendió su madre. Pero su mayor molestia era contra el osito, y se lo haría saber:

—¿Puedo hablar con usted un instante a solas, señor Smith? —Le preguntó Ian delante de su madre.

—Cariño, ¿tiene que ser ahora? En unos minutos vamos al comedor para cenar...—Le interrumpió su madre.

—No te preocupes, mamá. Es breve.

Ian sujetó de forma disimulada a Joe y con firmeza lo llevó a un punto alejado de la alberca para hablar en privado.

—¿Se puede saber qué demonios está haciendo, señor Smith?

—Yo... Bueno... su madre me invitó.

—¡Ya me lo imagino! ¿Y por qué sigue fingiendo que Sam es su esposa? O sea, ¿qué intenta demostrar?

—Ian, es que...

—¡NADA! ¡No hay justificación para esta farsa! No sabe cuánto me decepciona verlo metido en esta farsa. ¿Qué necesidad tiene de fingir estar casado con una mujer? ¡Usted es gay! ¡Y no es algo de lo que debería avergonzarse!

—¡Ian, no grites! Yo no quiero hacer esto, pero no quiero perder mi empleo...

—¿En serio? ¿Qué tiene que ver su empleo con su orientación sexual? Usted es un hombre talentoso, inteligente y muy responsable. Mi madre sabe que usted tiene potencial y por eso le tiene en su equipo, no debería verse en la necesidad de algo así para conservar su trabajo.

¡Quiero un gordito para Llevar!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora