Roto

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Todo comenzó cuando Yuuri tenía seis años.

Estaba nervioso por su primer día de escuela, agarrándose desesperadamente de la mano de su madre mientras esta intentaba convencerlo para que se uniera a los otros niños que se encontraban en el aula. Había tanto ruido, gritos y uno que otro que corrían de un lado a otro; Yuuri sintió que su cabeza iba a explotar tratando de acostumbrarse al ambiente. Prefería la serenidad de su habitación, a la que tanto deseaba volver ahora y hundirse bajo las sábanas para no volver a salir jamás.

Cuando su madre se fue, se echó a llorar, llamándola con desesperación. Y asi, se ganó su primer apodo: Bebé Katsuki.

Esa, fue la última vez que lloró frente a otra persona.

El primer ataque de Yuuri ocurrió el día que supo de su problema de visión. El mundo se había detenido, sus piernas se habían paralizado y de su boca no podía salir ningún sonido. Unas voces en su cabeza comenzaron a gritar, la voz del médico apenas y se oía en la lejanía. Respiró hondo, oh no, no entraba el aire suficiente, comenzó a hiperventilar.

Estoy muriendo mamá, mamá, ayudame. Todos se van a reír de mí.

Gritó.

Su hermana, que lo había acompañado al oftalmólogo, no estaba preparada para esto. ¿Quién lo estaría? Lo tomó por los hombros y lo sacudió, con los ojos bien abiertos y mirada aterrorizada, gritando sobre el grito de su hermano menor que dejara de asustarla, porque no era gracioso, y la estaba asustando de verdad.
...

-Todo eso por un par de anteojos-dijo Mari. Le dio una pitada a su cigarrillo.-Que dramático.

-Ya, Mari -replicó su madre-.Sabes que nuestro Yuuri es un niño muy sensible.

Yuuri sabía que su familia lo amaba; Nunca dudó de eso. Pero tenían que encargarse de las aguas termales, y lo último que ellos necesitaban eran sus frágiles emociones que los alejaran de cosas más importantes, cosas mucho más importantes.

Siempre sospechaba que era por eso que le habían presentado a Minako, que, en ese entonces, era una cliente frecuente. Algo para mantener su mente fuera de la escuela, dijeron, fuera del bullying y las cosas horribles que la gente le decía.

Ballet ayudó, sí, de hecho, lo mantenía distraído como su familia había sugerido, canalizado su dolor interior en algo más real cada vez que Minako le obligó a hacer algún estiramiento más de lo que sus ligamentos podrían soportar. Oh bueno, mejor su cuerpo que su mente.

Minako-sensei era alguien difícil de llevar: feroz, dura, con una leve tristeza encima que ella escondía detrás de una máscara de impaciencia y alcohol. Yuuri, más de una vez la sorprendió mirando con melancolía una fotografía de ella misma aceptando un codiciado premio de ballet. Él nunca preguntó.

óÓÒò

Cuando cumplió trece, conoció a Yuuko. Con ella, vino el amor, la alegría y la emoción. Con ella llegó la confianza.

Ni una sola vez comentó acerca de sus mejillas regordetas o el por qué tendía a engordar durante el invierno; Ni una sola vez le quitó sus gafas de la cara para luego levantarlas y que trate de agarrarlas. En su lugar, se maravilló de sus habilidades en el baile, y del cómo podía levantar la pierna más de lo común.

Asistió a todos sus recitales de ballet y aplaudió con entusiasmo después de cada actuación.

Yuuko le sonrió como si tuviera algo que darle al mundo cuando él pensaba que no tenía nada.

Así que, cuando Yuuko le contó acerca de sus lecciones de patinaje sobre hielo en el Ice Castle, sus grandes ojos brillaron de emoción. A los pocos días dejó el ballet sin pensarlo dos veces.

Pequeños momentosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz