Capítulo 22

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Estaban llegando al final de la ceremonia cuando Bruce tomó la banda de su tartán que caía por detrás de su hombro y envolvió sus manos unidas con uno de sus extremos.

- Me amas?

- Te amo - dijo ella sin apartar la mirada - me amas? - le devolvió la pregunta.

- Te amo - dijo Bruce - voy a honrarte y protegerte Abby!

Incapaz de resistirse más, Bruce inclinó la cabeza para besarla. Ella le acarició la mejilla y por un instante olvidó a los espectadores y los vítores que proferían. Cuando finalmente la soltó, trató de componer su aspecto mientras que él volvía a colocarse la banda del tartán por encima del hombro y la ajustaba con el cinturón.

- Que el Señor sea con vosotros - acabó el padre Laggan.

Después de las felicitaciones, el cura casó a Alisa y Sloan.
Terminaron con el banquete y comenzó la fiesta; un hombre empezó a cantar una balada con su gaita.

- Bailas, laird Sinclair? - dijo Abby acercándose a su ya marido.

- Siempre, señora mía - respondió Bruce levantándose sonriendo.

- Que te dije de esa palabra? - dijo dándole en el hombro - soy muy joven para que me digas señora!

- Eres mi mujer - dijo llevándosela al centro del salón y acercarla para bailar - la seño...

Abby le tapó la boca mientras los ojos de Bruce brillaban con picardía.

- Dilo otra vez y esta noche la pasarás solo - dijo quitando su mano desafiándolo a que lo dijera.

- Me gusta cuando me miras de esa forma - dijo Bruce y acercándose a su oído susurró - voy a hacerte el amor toda la noche!

Abby sintió escalofríos al sentir el roce de sus labios en la oreja.

- La primera vez, haré que te sientas segura - siguió susurrando - la segunda vez, seré un poco malo pero te gustará todavía más y la tercera vez... - hizo una pausa y Abby aprovechó para dejarlo sin palabras.

- Y la tercera vez voy hacerte cosas que te sorprenderán cuando las recuerdes por la mañana - lo besó con suavidad - aunque te aseguro que te encantarán!

- Descarada - susurró Bruce sonriendo y disfrutando de esa conversación - pero primero vamos a un sitio.

- Adónde? - dijo ella mirándolo confusa.

Bruce la cogió de la mano y se la llevó a coger un caballo; la ayudó a subir y empezaron a cabalgar.

- Voy a enseñarte a nadar - dijo Bruce ante las insistentes preguntas de Abby.

- Porqué? - dijo ella tensa.

Ya le contó cómo una vez de pequeña estuvo a punto de ahogarse pero su padre la salvó.

- Confía en mí, amor! No permitiré que te suceda nada.

Notó el ligero escalofrío que la recorrió los hombros y la estrechó entre sus brazos para así calmar su miedo.

- Tú no lo entiendes; ya lo intenté, de verdad. Pero algo se apodera de mí cuando estoy en el agua. El pulso se me acelera, la mente se me pone en blanco, todo el cuerpo se me pone rígido y la sangre se me hiela. Me sudan las manos, empiezo a sentirme mareada y la cabeza me da vueltas!

Bruce había visto esos mismos síntomas en hombres en el campo de batalla; era una especie de pánico extremo.

- Tu reacción es comprensible pero aferrarte a tus miedos te han vuelto aún más vulnerable a lo que te asusta. Sé que no eres ninguna cobarde Abby y aprender a nadar no te hará invencible pero te dará la posibilidad de luchar. Mi amor, lo creas o no, nadar es un placer.

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