Capítulo 3

199 18 58
                                    

—Sí, claro, don-tataranieto-de-Harry-Potter —se burló Jared.

Habían pasado dos días desde el accidente.

Al cruzar esa especie de cortina de humo el pitido siguió ahí. La luz se había hecho menos brillante y pronto pude distinguir a mis papás a la orilla de la camilla. Mamá se lanzó hacia mí casi llorando. Papá estaba de pie, con una mano en la boca, igual parecía que quería llorar. Salió de la habitación y fue por el doctor. Cuando llegó empezó a examinarme e investigó si mis signos vitales estaban bien.

Al terminar me dieron un tiempo con mamá. El doctor salió de la habitación y pude ver que hablaba con mi papá y con otra persona que no pude ver quién era ya que el marco de la puerta lo tapaba. Pensé que podía ser alguna enfermera, pero no fue así. El doctor se apartó de ellos y mi papá siguió hablando con esa persona. Luego, la conversación pareció terminar: mi papá entró a la habitación y la persona con la que hablaba pasó enfrente de la puerta. Era un hombre. No alcancé a ver su cara, pero era un hombre y definitivamente no era un enfermero.

El doctor me dio de alta unas horas después. Era sábado por la tarde y me habían contado que estuve dormido al menos un día entero. Ambos me pusieron al corriente de todo. Mamá había dicho que mi tía Krista había llamado demostrando su angustia y la de tía Ágatha también. Ambas eran hermanas de mi mamá y las detestaba demasiado. Era claro que no se preocupaban, seguramente sólo lo hacían para ser buenas personas. Prefería que me llamara la familia invisible de mi papá.

No les quise contar del sueño porque no quería que se preocuparan. Hubo una época en la que fui con un psicólogo porque la mayoría de las noches tenía esta rara pesadilla una y otra vez. Y después de eso conocí a Jared. La pesadilla se detuvo y ya no volví a ir. Fue un alivio para los tres no quería que se volvieran a preocupar como lo habían hecho antes.

Así que después de salir llegamos a casa, donde mis padres cocinaron una deliciosa cena. Se veían muy felices. Aunque eso no impidió que me prohibieran salir a casa de Jared. ¿Su excusa? Acababa de salir del hospital. ¡Pero estaba perfecto! El doctor no había detectado nada… quizás unos huesos dislocados… ¡pero estaba bien!

Así que estuve un domingo en la casa sin hacer nada. Descansando, leyendo, escuchando música, etc. Era una lástima que no hubiera algo debajo de mi ventana, sino me podía escapar. La ventana de la habitación de mis padres daba al techo del pórtico, podía salir por ahí, pero estando ambos bajo mi cuidado en la casa era muy fácil que me descubrieran. Ya me había escapado unas cuántas veces antes, aunque no era para ir a alguna fiesta. Es sólo que mi vida social era distinta a la del resto.

—Ya, no empieces  —respondí y le lancé una mirada fulminante a Jared. Tuve que esperarme un día para poder hablar con él. Pude haberlo hecho en línea pero… no nos llevábamos así. Casi todo nos lo decíamos en persona. Sólo usábamos Facebook para pasar archivos, tareas, música… todo lo que fuera más fácil de pasar en línea.

Y cuando digo “nos lo decimos en persona”, sí, le conté a Jared de mi sueño. Había sido en el primer receso después del tercer periodo. Nada más teníamos una clase juntos antes del receso, pero en esa clase no era tan fácil hablar sin ser descubierto, por lo que tuve que esperar. Le conté todo lo que había sucedido desde que el hombre chocó conmigo en la acera. Incluso mencioné al encapuchado, aunque lo dije como dando a entender que me recordaba a él, no que pensaba que era él.

—Entonces, ¿tú piensas que hay una persona mala que quiere destruir el mundo entero y que un grupo de personas con poderes quiere tu ayuda? —Preguntó Jared, levantando ambas cejas sin podérselo creer.

—Exacto.

—Estás loco. —Jared tomó una uva y me escupió la semilla a la cara. Asqueroso.

La Espada de Oro (Elegidos #1) (EDITADA)Where stories live. Discover now