08.- Conspiraciones

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Era la segunda semana de clases, Harry iba en camino hacia el corredor del tercer piso con un plato de comida. A Harry de verdad le gustaba estar en Hogwarts, como alumno, como un mago en ciernes. Lo que más le gustaba a Harry, es que la mayoría de sus tíos (maestros) no lo consideraban exactamente un niño. Lo consentían, mimaban, le daban dulces, como haría cualquier tío con su sobrino, pero ellos además le tenían confianza, confianza en que podía entender conceptos más complejos para su edad.

Por eso es por lo que Harry sabía lo que Dumbledore se vio obligado a guardar en Hogwarts luego de que intentaron robarla de Gringotts, curiosamente el día de su cumpleaños. Su abuelito se lo dijo, Dumbledore creyó que sería mejor si Harry sabía lo que era en vez de tenerlo curioseando, ya que el pequeño era de esas personas que los misterios les atraen enormemente. Hagrid llevo a Fluffy al corredor del tercer piso para proteger dicho objeto y Harry iba a dejarle la comida a veces. Además de esta "triple" protección perruna, los profesores se dedicaron a idear formas de evitar cualquier intento de robar la piedra. Porque eso era lo que estaba guardando Dumbledore en Hogwarts. Una piedra. La piedra filosofal.

Fuera de ese "pequeño" detalle, el resto del mes y el que siguió podría haber pasado sin contratiempos, solo había pequeños conatos de pelea entre Malfoy y Harry. Y eso era todo. Pero como todo en la vida, nada es para siempre.

Dos semanas antes de Halloween, Ron aún no había logrado un Aceptable en pociones, Hermione ya estaba casi arañando las paredes de la desesperación. No es que Ron fuera tonto, pero era muy impaciente y se confundía en los ingredientes, Hermione era una persona muy técnica, seguía las instrucciones al pie de la letra, y eso era bueno; la mayor parte del tiempo, pero a veces, el instinto era mejor maestro. Por eso Harry decidió compartir uno de sus secretos con su nueva amiga.

—Hermione, mira; ten esto, creo que te servirá mejor con Ron. Está visto que los libros tradicionales no son lo que él necesita—.

Le dijo a Hermione extendiéndole un cuaderno empastado a mano, los tres estaban en la sala común intentando que Ron pudiera al menos aprenderse el procedimiento de la poción pimentónica, que era la tarea que tenían para la siguiente clase de pociones. El cuaderno que Harry acababa de entregarle a Hermione eran sus apuntes desde que tenía 7 años, cada año, Harry había ido agregando más y más cosas a sus apuntes, dibujos, anotaciones, incluso le pidió al profesor Flitwick que encantara los dibujos para mostrar la forma correcta de mover el caldero, depositar ciertos ingredientes, etc.

Hermione estaba visiblemente fascinada, era un libro de pociones digno de cualquier maestro pocionista, si no fuera por el empastado a mano, cualquiera podría haber dicho que era un tomo avanzado de Flourish y Blotts.

—Harry, ¿Qué es esto? —.

—Mis apuntes teóricos de pociones, hacia dibujos en clase de mi tío y luego me aburrí y empecé a dibujar como se hacían las pociones y pues termine haciendo esto, pensé que sería útil algún día—.

—¿Tu tío sabe de esto? —.

—Sabe que tome apuntes, no la forma en que están—.

—Esto es perfecto para Ron, si no saca un Aceptable con esto, no lo hará con nada—.

Pasaron el resto de la tarde enseñándole a Ron, con las ilustraciones del libro, la forma correcta de hacer una poción pimentónica. Al día siguiente, tenían clase de pociones con Slytherin. Ron había estudiado, había incluso hecho una decente poción pimentónica que probo en Scabbers y el humito de sus orejas indico que estaba bien hecha. Iba confiado. Y sus dos amigos también iban confiados. Ese día, era el día.

Una vez que tomaron asiento, un vendaval de ropa negra entro; Severus tenía la habilidad de enfriar aún más las mazmorras y de hacer que cualquier murmullo se convirtiera en silencio absoluto.

Una Serpiente De PelucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora