CÍRCULO VICIOSO

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          «Nada como un buen sueño para ver los problemas de una forma diferente» decía siempre mi abuelita Mirta, y vaya que tenía razón, pues me siento como un bebé luego de haber dormido como tal, tras lograr despejar mi cabeza de tantas estupideces.
Aún recordaba al chico de mirada asesina, por supuesto que sí, observándome como si yo fuera su peor enemiga, un repudio que hasta cierto punto me había ganado, pero lo cierto es que el siniestro gesto de sus ojos, que le había arrancado algunas lágrimas a los míos durante la noche,  hoy, esta linda mañana de Septiembre, solo parecen los restos de una fotografía envejecida por el polvo y el tiempo. 
          ¡Mi ánimo es estupendo! ¡Mi espíritu alegre y ansioso de libertad ha regresado! razón suficiente para tomar mi morral llena de energía y salir de la residencia con una franca sonrisa en mi rostro, a eso de las 06:20 a.m., rumbo a la parada del autobús. Y durante todo el camino, tecleo en mi teléfono al menos una docena de mensajes a mamá, mientras a su vez, escucho a través de los auriculares de este «Mi corazón insiste de Jean Carlos Canela» una de mis canciones favoritas ¡y ni hablar de él!
          Es llegar a mi destino y abordar el transporte justo a tiempo, 06:40 a.m., y para mi alivio, Adriana y Diana, ya vienen subidas. «¡Genial!» celebro al verlas y avanzo hacia ellas por el largo pasillo abarrotado de estudiantes hasta el final, desde donde mis nuevas amigas, me hacen señas con sus manos. 

-¡Hola chicas! ― las saludo, apenas las tengo cerca.

- ¡Hola Liz! ― me responden a coro.

- Pensamos que te habías quedado dormida ― agrega Diana, sin pausa.   

- Estaba escribiéndole a mamá por eso no te contesté ― le explico, ya que unos minutos antes, me había escrito un mensaje que no tuve oportunidad de responderle.

- ¿Ya te reportaste? ― se burla, Adriana, después. 

- Sí ― le sonrío, y ella prosigue. 

- ¿Investigaste los puntos que dejó la profesora Fernanda para hoy?

          ¡Rayos!
          Su pregunta, me deja descolocada.
          Ni siquiera recuerdo de qué fulanos puntos me habla.
          Apenada, la miro y le confieso. 

- No, ni uno solo, lo olvidé por completo.

- ¡Tranquila! no fuiste la única que lo olvido ― me dice, con cierto tonito misterioso en su voz.

- ¡Ah no! ― reacciono, disimulando mi intriga.
   
- No, al parecer no eres la única que tiene la mente ocupada en otras cosas ―  insinúa, mirando de soslayo a Diana, quien al notarlo, le tuerce los ojos en respuesta y finge no haberla escuchado. 

          ¡Chanfle!»
          ¿Qué rayos les pasa a estas dos?»

- ¿Tú tampoco investigaste nada, Diana? ― le pregunto con sutileza,  evitando imitar el comportamiento indiscreto de, Adriana. 
No me dio tiempo ― me confiesa, dedicándome una sonrisa gentil, en la que leo con claridad un enorme «gracias por no seguirle la corriente a esta loca» 

- Mejor di que no te dejaron ― pero Adriana, suelta otro de sus comentarios mal intencionados, que termina acabando con la poca paciencia de, Diana.

- ¡Quieres dejar de ser tan boca floja! ― quien le reclama entre dientes, indignada.

- ¡Yaaaa, deja el drama!  ¿Acaso tiene algo de malo que te gusta ese chico? ― y, su delatora, se defiende como al parecer es su costumbre, desatando aún más su venenosa lengua.

          ¿Qué le pasa? ¡Qué no puede cerrar el pico!
          Aunque ¡Ojojojojo!
          ¿Qué es lo que ha dicho? ¿Qué a Diana le gusta un chico?
          Tentada estoy de preguntarle a la agraviada quién es el afortunado galán, pero contengo mi curiosidad, suficiente ya tiene la pobre con soportar las impertinencias de, Adriana ¡Qué pesadita resultó la enana esta! Ganas no me faltan de mandarla a freír espárragos por lengua suelta y entrometida y, estoy a punto de hacerlo, cuando de pronto, el transporte se detiene de golpe y el impulso del frenazo me desestabiliza, impidiéndomelo.
          Casi de inmediato, un tropel de estudiantes, se sube a este y ocupa todo el espacio vacío al final del pasillo, aplastándome contra el vidrio de la puerta trasera. Parezco la propia sardina enlatada, cosa que me incomoda, y mucho, aunque luego de dos cuadras, comienzo a sentirme más a gusto atrapada entre aquel tumulto de brazos que mirando la cara de hiena de Adriana. Pero, mi momento de paz dura muy poco, pues tras una nueva parada del autobús, frente a una hermosa casa de dos plantas, blanca y de enrejado negro con un letrero plateado que reza «Sta. Elena» encima de la puerta principal, los ojos me queda  en la cara como panderetas al ver
         ¡Nooooo puede seeeeer!
         Es es es ¡Él!  
          Sí, nada más y nada menos que el rubio neurótico subido en una  espectacular y reluciente Harley Davidson, y para colmo de todos los colmos, está mirándome con su implacable ferocidad directo a los ojos. Sí, directo a mis ojos, justo a mis ojos. Pero pero tragoneo espeso y mis pestañas aletean frenéticas ¡¿Qué rayos?! Y de inmediato, sin darle oportunidad a mi cerebro de procesar la nefasta visión, doy media vuelta y recuesto mi espalda contra el vidrio de la puerta con el corazón apenas latiéndome y, permanezco así, mientras además un sudor frío y una palidez fantasmal se apoderan de mi rostro.
En ese instante, el transporte se pone en marcha de nuevo y ...

IRREMEDIABLEMENTE ENAMORADOS (Del Odio Al Amor Solo Hay Un Paso) Where stories live. Discover now