Y el Infierno continúa

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Tres días. Tres largos e infernales días y nada de Luifer.
Sin llamadas.
Sin mensajes.
Sin nada de nada.
Se suponía que debía llegar anoche.

Ansiosa por la falta de noticias y el acusador miramiento de Adriana, doy otro sorbo a mi jugo, me arrellano en mi silla y, tras ignorarla por enésima vez, vuelvo a involucrarme en la animada conversación del grupo. No soporto ver su cara de palo, lanzándome cada dos por tres silenciosos y enconosos reproches, que honestamente, no termino de entender, y al paso que íbamos, no lo haría nunca.

En fin, el buen rollo en la mesa es palpable, todos hablan de sus planes para las venideras vacaciones de Semana Santa. Leo y Diana se lo pasarían en Camaguán en casa de esta última, pues el enamorado Romeo por fin pedirá formalmente a los padres de esta la mano de su amada Julieta. Rafa y Antonio por su parte, viajarían a Barquisimeto a la finca de sus abuelos maternos, y muy posiblemente, la mini piraña ceñuda de cabellera rojiza que tengo sentada frente a mí se iría con ellos también, y yo... bueno, me conformo con que Luifer no protagonice otra de sus misteriosas desapariciones durante esos días.

Quince minutos después, luego de desayunar y hablar hasta por los codos sobre sus magníficos y románticos planes, abandono en compañía de mis amigos la cafetería de la facultad con algo de prisa, hoy todos los estudiantes de economía teníamos a media mañana un foro conjunto sobre «retenciones tributarias» y por la hora en mi teléfono, las 09:40 a.m., íbamos a llegar tarde para, según el cerebrito de Leo, escoger los mejores asientos.
Tal como sospechábamos, es entrar al pequeño y abarrotado auditorio y tener que ubicarnos en los puestos del fondo, en donde no solo la vista del podio es mala, sino también la compañía. A un par de metros de nosotros, están instaladas, la oxigenada y su sequito de víboras, a quienes le llamean los ojos de solo verme.

¡Genial!
¡Esto pintaba de aburrido a psicoterror!

Leo, que de inmediato nota lo mismo que yo, tras acomodarse en el pupitre contiguo al mío, ríe silencioso y murmura entre dientes en mi dirección.

- Tu club de fans no puede con tanta emoción.

Y su irónico comentario, inevitablemente, desata un extraño adormecimiento en mi estómago, pues ciega no soy y sé que las asesinas miradas del grupo de lagartas solo significaban una cosa: problemas. Por lo que, luego de fulminarlo con la mirada, le gruño en el mismo tono secreto.

- ¡Muy chistosito!

Es terminar de hablar y la oradora de orden, la profesora Ramos, anunciar por los altavoces el inicio del evento. ¡Por fin! Necesito ocupar mi mente en otra cosa que no sea Luifer, las estupideces de Leo ni el cuarteto de víboras ponzoñosas.
En cuestión de segundos, todos toman sus lugares, una silenciosa espera se apodera del lugar y las luces se apagan. La única iluminación que queda encendida es la que emite el videobeen que el profesor Herrera, uno de los tres ponentes apuntados en el programa, utilizará para impartir su engorrosa catedra. Pero tal como sospechaba y temía, una hora después, nada de lo que se ha explicado ha logrado apartar a Luifer de mi cabeza. ¿Por qué diablos no me llama? ¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde estaaaaaaaá?
«Tengo que salir de aquí» decido. Agobiada por mis propios pensamientos, tomo mi bolso y, tras susurrarle a Diana que voy al baño, salgo de allí decidida a terminar con mi tortura.
Voy a llamarlo.
Saco mi teléfono del bolso y marco al suyo sin titubeos.
1 repique.
3 repique.
6 repique.
10 repique y nada.
Intento varias veces más y lo mismo. No contesta.
Frustrada, empuño con fuerza el bendito aparato y resoplo en un intento por contener mis lágrimas, hasta que, a duras penas, el doloroso nudo en mi garganta cede y un poco de serenidad regresa a mi cuerpo. No sé a ciencia cierta cómo me siento, si furiosa, dolida, preocupada o todo eso junto y más, es difícil definir mis emociones cuando se trata de él, la vida en sí me resulta una constate guerra conmigo misma desde que lo conocí.
Como sea, resignada a la agobiante espera, entro al baño y sigo directo hacía uno de los lavamanos, en el que cegada por el sofocante calor refresco mi frente y cuello. Sudo como un puerco.

IRREMEDIABLEMENTE ENAMORADOS (Del Odio Al Amor Solo Hay Un Paso) Where stories live. Discover now