Un Amor Venenoso

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—Mentor, necesito hablar con usted...

Kazimir se detuvo en seco al escuchar su voz. El mismo general Milosh se acercaba hasta él inclinando el rostro y poniendo su puño en el pecho que era un gesto de profundo respeto. Pero el Caballero de Plata le desistió de hacerlo.

—No me llames asi, hace mucho que dejé de ser tu mentor. Ahora eres el general de los ejércitos de Thesa, un rango muy alto como para que me hagas una reverencia.

—Siempre será mayor que yo, señor; y siempre le consideraré mi mentor.

—Si un alumno no supera a su maestro, entonces el maestro no cumplió su misión, Milosh. —Le respondió Kazimir con mucha humildad.

El general le tomó aparte y lo llevó a uno de los balcones de la torre, para hablar a solas. Kazimir le notó preocupado.

—Quiero pedirle un favor, mentor; uno que le agradeceré profundamente: Quiero que se lleve a mi hijo con usted y le entrene.

—¿A tu hijo?

—Sí. Su nombre es Micah, es un muchacho muy fuerte, decidido, noble y con una gran pasión por servir a su nación y a su rey. Quiero que lo tome como discípulo y lo haga un caballero de la Orden.

—Milosh, no me corresponde a mí tomarle como discípulo. ¡Es tu hijo! ¿Acaso hay alguien con mayor relevancia en su vida que su propio padre?

—No, mentor. No puedo ser yo. Tendría que entrenarle en el regimiento no creo que sea su vocación ser un simple soldado. Quiero que tenga un llamamiento superior, un credo y un verdadero propósito. La Orden puede dárselo y estoy seguro que llegará a ser un buen adalid del Hacedor.

—Sabes que es duro, son muchos los que dicen sentir el llamado, pero pocos son los que al final pueden sobrellevar la carga que significa ser un adalid de la Orden.

—Micah tiene un carácter fuerte, es tenaz y sobretodo fiel. Si no supiese que tiene la fortaleza necesaria y el ímpetu para ser parte de la Orden, no le pediría esto, mentor.

—Entonces lo tomaré. Su alteza requerirá gente de su lado, hombres de fe y valor; espero que tu hijo pueda ser un siervo leal.

—Lo será...

Milosh nuevamente puso su puño en su pecho y se inclinó muy agradecido ante Kazimir. Se sintió realmente honrado de saber que su hijo sería entrenado por este y formaría parte de la estricta y antigua Orden de caballeros.

***

El rey siguió embriagándose y compartiendo con un pequeño grupo de sus más fieles hombres. Mandó a traer a varios músicos y unas hermosas danzarinas que se movían alrededor de su mesa con pocas prendas casi mostrando su desnudez. Los bardos interpretaban antiguas canciones al sonido del laud, los tambores y las flautas, haciendo que el ambiente en el salón fuese alegre moderando así el carácter del déspota Georgei. Pero todo este festín acabó en el momento que se abrieron las puertas del recinto y la furiosa reina entrara con la violencia de un torbellino.

—¡SALGAN TODOS! ¡¡¡AHORA!!!

Al grito de la reina la música se detuvo y las danzarinas se voltearon hacía ella muy asustadas. El rey palideció y se puso muy nervioso; era más que obvio que Helena se había enterado del castigo y las palabras de Georgei contra su hijo, y ahora el rey debía enfrentar las consecuencias de su arrebato.

—Helena, ¡cálmate! Ven...siéntate aquí a mi lado. —Le dijo el rey disimulando su inquietud.

Entonces la reina se acercó a la mesa. El rey le extendió su copa de vino y esta la tomó; pero cuando creyó que la había calmado, Helena le lanzó la copa en la cara y no sólo esto: Tomó una de las botellas que estaba sobre la mesa y se la partió en la cabeza al monarca delante de todos.

"El Príncipe Bastardo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora