El conde segundo de Horan

3.8K 562 214
                                    


—¡Jankin! ¡Jankin!

El hombre despertó con pesadez. Al ver el rostro angustiado de su esposa se incorporó de inmediato.

—¿Qué ocurre, Bianca?

—Algo está pasando. Tus hombres están dando la alerta, creo que hay intrusos.

Jankin Thorner y su familia estaban en una de sus muchas propiedades: El fortín de Reeve, cercano a la costa. Era la segunda vigilia de la noche y cuando el hermano del rey se asomó por la ventana sólo divisaba a ver las antorchas de los guardias desplazándose por la propiedad. Entonces uno de ellos subió a una de las torres de vigilancia y empezó a sonar una campana; sin dudas estaban siendo asaltados.

—¡Ve por los niños! Reúnelos y ve con ellos al salón de armas.

—¡Espera! ¿Qué vas hacer?

—¿Cómo que "qué voy a hacer"? ¡Voy a enfrentarlos!

Jankin Thorner tomó su correaje y desenvainó su espada. Salió de su recamara dispuesto a dar frente a los intrusos. Pero cuando descendía por las escaleras notó que la campana dejó de escucharse. Corrió hacía uno de los ventanales y su sangre se heló cuando no vio nada en los alrededores del fortín. Ni una antorcha encendida, ni un movimiento; sólo lo que apenas podía iluminar la luz de la luna esa madrugada. Temiendo lo peor, Jankin decidió retroceder y proteger a su familia.

La madre entró a las habitaciones de los niños. Sujetó a Phillips de la mano y le arrastró, el niño que apenas despertaba no comprendía qué estaba sucediendo.

—Mamá... ¿Qué ocurre?

—¡Ve por Gerard! ¡Corre!

Phillips corrió hasta la recamara de su hermano y le despertó. En eso vieron a la criada y a su hermana mayor que venía hasta ellos. La madre se acercó a la nodriza de sus hijos y le dio instrucciones:

—Ve con los niños hasta la biblioteca, Phillips conoce el pasadizo. Huyan cruzando el rio y crucen la propiedad hasta dar con la residencia del conde Horan. Él les protegerá y les llevará con mi hermano.

—¡Mamá! ¿Tú no vendrás? ¡Tienes que venir! —Le gritó Phillips.

—¡Hagan lo que les digo! Me quedaré con su padre. Si logramos detener a los intrusos; iré por ustedes. ¡Ahora sácalos de aquí, Elsa!

Ignorando los gritos y el llanto de los niños, a toda prisa la nodriza les arrastró hasta la biblioteca siguiendo las instrucciones de su señora. Entretanto que esta tomó una lámpara y salió del salón en busca de su esposo.

—¡Jankin!

La mujer corrió al ver a su esposo que se acercaba a ella. Pero no llegó acercarse a este cuando un virote atravesó su pecho. Jankin Thorner vio a su esposa caer muerta frente a él. Cuando se echó al piso para abrazarla sintió el filo de la espada en su nuca.

—Mucho había tardado Helena en enviar a sus esbirros para matarnos. —Dijo Jankin en voz alta sin inmutarse.

Cuando levantó la mirada notó que estaba rodeado. Pero aunque no temía morir en ese instante, le sorprendió ver la insignia en el peto de uno de los asesinos: Era un símbolo muy antiguo, la esfinge de un dragón escarlata que se enroscaba como una serpiente en sí mismo. Quien lideraba a los asesinos se inclinó hasta Jankin, pero este no podía ver su rostro ni reconocer su voz ya que usaban una especie de mascara de metal cuya forma era una representación algo grotesca de un hombre-dragón:

—¿Temes a la muerte?

—No, hace mucho que la esperaba. —respondió Jankin y cerró sus ojos.

"El Príncipe Bastardo"Where stories live. Discover now