Una fatídica noche

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—Alteza, ¿a qué viene ese interés por los dragones?

El anciano maestro intentaba responder las inquietudes de Alexander. El niño sacó un inmenso libro de cuero cosido y le mostraba las ilustraciones.

—¿Es cierto que en las tierras más allá del mar hay dragones? El libro lo dice.

—No todo lo que dicen los libros es cierto, Alteza. Los dragones sólo son leyendas.

Pero justo en ese instante, Kazimir entró y le sonrió a Alexander:

—¿Leyendas? ¡Ya me gustaría que fueran leyendas! —refutó sonriendo.

Al escucharle, el príncipe pegó un salto emocionado y se acercó a Kazimir.

—¿Tú has peleado con dragones? ¿Has matado alguno?

—Pues la razón de ser de mi orden es destruir a los dragones, pero son muy diferentes a los de tus libros de cuentos, pero no menos malignos ni terribles. Alteza, tengo algo que hablar con usted.

El niño miró a Kazimir con curiosidad. Esté lo alzó en brazos para sentarle frente a él. El caballero se puso en cuclillas y le habló mirándole a los ojos:

—Alteza, no puedo permanecer mucho tiempo en el reino, debo regresar a cumplir mis responsabilidades.

—¿Te vas? ¡Pero si me dijiste que te quedarías a mi lado para protegerme!

—¡Y lo haré! Su alteza vendrá conmigo.

—¿Me llevarás contigo? —Alexander de inmediato se emocionó.

—Sí, y no sólo eso: Te entrenaré para que seas un caballero de mi orden.

Alexander sonrió sumamente feliz al escuchar aquello, y se lanzó a los brazos del caballero al que le había tomado en muy poco tiempo un gran cariño.

—¡Seré un caballero! ¡Aprenderé a combatir!

—Tendrás que entrenar muy duro, pero te prometo que serás un gran guerrero.

—¿Seré como tú?

—De hecho me esforzaré para que seas mejor que yo. —Le respondió con orgullo Kazimir.

Pero de pronto, el semblante alegre de Alexander, se borró. Se puso muy triste al recordar que había cosas de las que no podía desprenderse tan fácilmente.

—¿Y mi mamá? ¿Ella no vendrá? ¿Cierto...?

—No, Alteza. La reina debe permanecer al lado de su esposo, el rey.

—Pero... No puedo dejar a mi mamá...

El anciano miró a Kazimir a los ojos, sabía muy bien que el lazo entre Helena y su hijo no sería nada fácil de romper. Sin contar que la reina tampoco estaba dispuesta a entregárselo. Pero el Caballero de Plata no se iría de Thesa sin el príncipe; asi que sujetó y le habló de forma suave, pero con autoridad:

—Es necesario que vengas conmigo. Yo te prepararé y haré de ti no sólo un caballero, sino un líder fuerte al que todos respetarán y temerán. El Hacedor te ha dado un propósito y yo te ayudaré a cumplirlo. Honrarás asi a tu padre, a tu madre y a tu nación.

—¿Estarán orgullosos de mí? —preguntó Alexander con preocupación.

—Mucho...—respondió Kazimir.

—Y si te sirve de consuelo, yo iré con ustedes. —respondió el anciano maestro.

El niño abrazó al anciano, ya que le tenía mucho cariño. Este le dio un beso en la frente con ternura ya que amaba al pequeño. Entonces Alexander recordó a alguien muy importante:

"El Príncipe Bastardo"Where stories live. Discover now