Promesas y Mentiras

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—¡Yrian!

El niño volteó sorprendido al escuchar la voz del caballero. Corrió hacía él emocionado.

—¿Pero...? ¿Cómo llegó acá? ¿Mi padre le envío?

—No, Yrian. El Hacedor me trajo hasta ti. Ven acá, necesito ver algo.

El niño se acercó muy extrañado al caballero. Kazimir puso su mano sobre él y descubrió su hombro derecho, se estremeció al ver la profunda cicatriz de la marca que el mismo le hizo siendo apenas un bebé. Ya no había ninguna duda: Yrian era el pequeño que arrebató de Inés, el hijo legitimo del Rey Georgei.

—¿Sucede algo?

—No, nada. ¿Dónde está tu padre ahora?

—Regresará pronto... ¿Va a tratar de convencerlo de que me deje ir con usted? ¡Por favor! ¡Convénzalo! Mi sueño es ser un caballero, yo daría mi vida por el reino y por su alteza Alexander; seré el mejor, ¡se lo juro!

—No lo dudo, Yrian. Si tienes fe en eso, ve y recoge tus cosas y que sea nuestro Dios quien toque el corazón de tu padre.

El pequeño rubio sonrió y corrió hasta su casa, pero luego recordó sus modales y regresó con el caballero.

—¡Lo siento! Por favor pase, le atenderé mientras llega mi padre.

El niño sujetó a Kazimir de la mano y le llevó hasta dentro de la humilde cabaña. Una jovencita cocinaba algo en la estufa y volteó sorprendida al ver a Yrian entrar con el caballero.

—¡Yrian! ¿Qué haces? ¿Quién es este hombre?

—¡No te inquietes, Royse! ¡Es el famoso Caballero de Plata! Te hablé de él, fue quien ganó el torneo de su majestad.

La joven casi palideció al reconocer al caballero, lo que le hizo sencillo suponer al caballero de que ella tenía conocimiento del origen de Yrian.

—Ella es mi hermana mayor, caballero. Su nombre es Royse.

—Un honor conocerla, dulce doncella. —Kazimir se inclinó ante la joven con mucho respeto.

Royse tendría unos diecisiete años, con ojos del color del nogal y de piel algo cobriza, lucía una larga y crespa cabellera castaña que contrastaba un poco con el niño de piel clara y cabellos muy rubios y brillantes como crines del sol. Al ver que su hermana estaba paralizada, Yrian se molestó y le riñó:

—¡Qué haces allí parada como estatua! ¡Saluda y ofrécele algo de beber al ilustre caballero!

La jovencita se inclinó y de inmediato busca agua fresca para ofrecerle. Kazimir bebió y aprovechó de conocer más sobre el hogar que había albergado al hijo del rey.

—¿Y vuestra madre? ¿Dónde está?

—Mamá murió hace un par de años, yo aún era muy chico. —respondió Yrian muy apenado.

—Fue una peste, la fue debilitando hasta que la consumió. Yo también la tuve, pero sobreviví. —comentó Royse que evitaba ver el rostro del caballero.

—Asi que su padre se ha encargado de criarlos a ambos solo. ¿No es asi?

—Sí, señor. Mi padre es un hombre admirable y por eso le respetamos y quiero honrarle siendo alguien muy importante para el reino.

Yrian, a pesar de su corta edad siempre hablaba con la determinación y el carácter de un hombre. Esto era algo que hacía que Kazimir admirara del pequeño. Comprendió que a pesar de su grave falta, el Hacedor había tornado esa tragedia a favor de niño, ya que lejos de las intrigas y de los vicios del palacio real, Yrian creció en un hogar sencillo, rodeado de gente buena que le supieron educar con honradez y nobleza.

"El Príncipe Bastardo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora