Un Incierto Porvenir

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—¿Qué sucede? ¿La Guardia Real? ¿Aquí? 

—¿Por qué te sorprende, Bastien? Es sólo el resultado de la mala decisión que me hicisteis tomar. ¿Acaso pensabas que la reina Helena dejaría pasar el hecho de que salvé a sus enemigos? Pero no te inquietes, sólo ayúdame a arreglarme para salir a recibir a esta inusual comitiva.

Bastien obedeció, asi que se apartó de la ventana desde donde observaba a toda una tropa del ejército real acercarse a la propiedad del Conde de Horan, y se apresuró a ayudarle a vestirse apropiadamente para la ocasión. Gael, sin perder su compostura, se recogía su largo y liso cabello rubio en una coleta, mientras su fiel amante le escogía una hermosa casaca bordada en oro. Justo en ese momento, una de sus criadas tocaba la puerta de su alcoba para informarle de la visita.

—Conde, la Guardia Real está a las puertas. Parece una comitiva.

—Dejar pasar sólo a sus superiores. El rey sabe muy bien que no tolero a su ejército en mi propiedad, hay un tratado de por medio que lo impide. —respondió Gael con autoridad.

—Bien, señor, les informaré.

Pero detrás de esta criada, uno de los hombres de su ejército personal se acercó al conde muy sorprendido.

—¡Señor! ¡La reina está aquí!

—¿La reina? ¿En persona? —Gael sonrió con malicia. Sujetó del hombro a Bastien y le habló al oído— ¡Vaya lío en el que me habéis metido por tu noble corazón! Pues vamos a recibir a la reina, ¡preparen el salón para su majestad!

—¡Si, señor! —exclamó su servidor.

No mucho rato después, el conde recibía a la reina Helena y a su séquito con una formal reverencia.

—¡Majestad! ¡Que agradable placer me ha concedido de recibirle aquí en mi humilde residencia! Su visita me es tan sorpresiva, como inquietante...

—Conde de Horan, ¡el placer es mutuo! Aunque los asuntos que me traen hasta acá no son tan gratos como quisiera.

—¡Veremos si podemos cambiar esa impresión! Aunque la política, mi señora, nunca es un tema grato.

Gael tomó de forma muy delicada la mano de la reina y la guió hasta un hermoso salón dispuesto para tan importante visita. Sus criados de inmediato atendieron a los invitados, aunque le reina le hizo un gesto a sus servidores para indicarles que deseaba estar a solas con el joven conde.

—Disculpe que rompa el protocolo, pero deseo hablar en privado con ustedes. —comentó la reina y puso su mirada de forma intencional en Bastien, que no se apartaba de su señor.

—Puedo arreglar que nos dejen a solas, no se preocupe. Y en cuanto a Bastien, él es mi mano derecha, no existe persona en el mundo de mi mayor confianza; no debe inquietarle, Majestad.

—Lo siento, pero no me siento cómodo con él presente.

Gael entonces suspiró algo fastidiado y le hizo un gesto a su compañero que esté comprendió inmediatamente.

—Con su permiso, mis señores. Me retiro. —Bastien, se inclinó ante ellos y les dejó a solas.

—¿Jerez? Esta botella es casi un néctar de los dioses, y le aseguro, Majestad, que puede endulzar cualquier amarga conversación...—Gael le ofreció una copa a la reina sonriendo.

La reina tomo la copa y bebió un sorbo de ese exquisito licor. Sin duda los gustos del conde eran magníficos, como todo en aquella propiedad. Y es que el condestable de Horan era un patrimonio envidiado por muchos, era casi como un "pequeño reino" dentro del reino de Thesa, asi que sólo la familia real podía superarle en cuanto a riqueza y poder. Por eso era tan respetado e importante su título y sus propiedades. Además disfrutaban de muchos privilegios debido a un antiguo tratado que sido confirmado por más de tres linajes de reyes, dado que el título que hoy ostentaba Gael era uno de los más antiguos del reino y de allí el respeto que inspiraba. Por este motivo la reina tomó en persona la misión de confirmar a quien declararía su fidelidad el Conde de Horan.

"El Príncipe Bastardo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora