Como un cordero en medio de los lobos

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—Descansaremos aquí. Enviaré un mensaje a la Ciudadela del Tritón, dado que los barbaros tienen tomado el valle, este desvío no ha sido contemplado por los hermanos. Necesitamos que nos esperen en el pasaje de Calantha para llevar a buen resguardo al príncipe por las tierras negras hasta nuestra fortaleza.

—¿Vendrán otros caballeros de la Orden a escoltarnos? —preguntó Micah emocionado.

—No por los momentos. Tendremos que apañárnoslas solos hasta la ciudadela. —Le respondió Kazimir.

Kazimir, el anciano Kassius, Micah, Yrian y el príncipe Alexander habían llegado al paraje de Zephir, un pequeño poblado protegido por la gran montaña. El Caballero de Plata mantenía a los chiquillos bajo su capa, para apartarlos de las miradas curiosas de los pobladores. Él se acercó hasta una casa y tocó la puerta, un hombre de aspecto muy huraño le atendió.

—¿Un caballero? Eso sí que es raro de ver por aquí. ¿En qué puedo ayudarle?

—Necesito enviar un mensaje a la Ciudadela del Tritón. Usted es la persona que me puede ayudar a ello.

El hombre puso cara muy seria y escupió en el piso con cierto desdén.

—¿Me muestra su anillo, caballero?

Kazimir extendió su mano y mostró el anillo que tenía en su dedo anular el cual tenía una especie de inscripción y una piedra dorada en medio de esta.

—¿Mentor? ¡Vaya! Realmente hace mucho que no veo a un alto jerarca de la Orden. Pase adelante.

Kazimir y los chicos entraron. Entretanto Kassius y Micah se acercaban a una taberna para buscar hospedaje. A diferencia de la aldea anterior, este lugar si estaba lleno de gente. Al entrar, las miradas se pusieron sobre el anciano y el joven. Micah se sintió algo nervioso por esto, pero Kassius parecía tranquilo, se acercó a la barra hablar con el tabernero:

—Buscamos hospedaje. ¿Tiene usted aposentos disponibles?

—No, anciano. El desvío obligado que han causado los asquerosos barbaros ha plagado la aldea de extraños. Le sugiero hablar con los pobladores, si tienen monedas de sobra alguno podría abrirles la puerta de su casa para que tengan un lugar donde dormir.

—¡Oh! Esto es algo incómodo. Somos tres adultos y dos pequeños, además de nuestros caballos que necesitan follaje y descanso.

—Lamento no poder hacer más por ustedes...

El tabernero se lamentó pero ciertamente el lugar estaba repleto de viajeros. Salieron del lugar en busca de Kazimir, así que entraron al lugar donde se encontraba. Una vez allí, el hombre que era propietario del lugar se inquietó, pero el caballero le calmó:

—No se preocupe, venimos juntos. El anciano también es miembro de la Orden.

—¿Y el joven y los niños? —preguntó este con curiosidad.

—También...lo serán. Si es que llegamos a nuestro destino.

El hombre, a quien llamaba Lemaías, les llevó hasta una especie de solar que había en la casucha. Allí tenía varias jaulas con distintas aves. Escogió un mirlo, este estaba domesticado y al poner su mano este se subió a su dedo.

—¿Un mirlo? Es una avecilla curiosa para ser mensajera.

—Lo es. Todas mis aves lo son, pero cada una de ellas tiene un propósito y un destino. Si vuestro mensaje va a la Ciudadela del Tritón, ella es la mensajera.

El hombre de un pequeño trozo de papel a Kazimir, una pluma y un tintero. Este escribió una frase corta en el papel:

"Nos hemos desviado, hermanos. Les requiero a la luna de Requiek, en las puertas de la Ciudadela"

"El Príncipe Bastardo"Where stories live. Discover now