C A P Í T U L O 1

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Veronica

Toda mi vida había imaginado cómo sería el último curso con mis amigas, planeado hasta el más mínimo detalle. Íbamos a echar las solicitudes todas para UCLA, iríamos al baile de fin de curso con nuestros novios o, yo al menos iría con Jake, y luego prepararíamos un viaje a Miami durante diez días. Iba a ser maravilloso, pero no. No fue nada de eso. Mi padre tuvo una mejor oferta, y lo trasladaron a la sede de Riverwoods.

Era un pueblo en mitad del bosque, para que os hagáis una idea. Rodeado por árboles de un verde intenso, con pocas calles y algunos restaurantes, tiendas, el cielo siempre encapotado y el suelo siempre mojado. Además, sólo había un instituto en todo el pueblo. Genial.

Había pasado de estar rodeada de centros comerciales, a que la tienda más cercana que tenía fuese la tienda de pesca de Tim El Tuerto y sus plomos de pesca con un pez grabado en él. Aunque nuestra casa no estaba mal, y era bastante más grande que la que teníamos en Tucson.

Desde mi ventana podía ver la casa de al lado, pero la habitación llevaba todo el día cerrada. Estaba aburrida y nerviosa. Mañana era mi primer día de clase en el instituto Riverwoods. No era buena en las presentaciones, yo ya tenía mi grupo de amigas, era conocida en Tucson y esas cosas no me hacían falta. Aunque estaba segura de que me apegaría rápidamente con el grupo de las chicas más populares. Si voy a acabar mi curso en un lugar diferente, quiero terminarlo a lo grande.

—Veronica, cariño, ¿has ido a comprar tu material para el instituto? —Miré mi móvil y levanté la mirada de este para asentirle. —Bien, la cena está en la mesa.

—Levanta el culo de la cama, enana. —Gritó mi hermano por detrás, dando unos golpecitos en la puerta.

—Cállate, imbécil. —Refunfuñé levantándome.

—Veronica, no le hables así a tu hermano. Josh, deja a tu hermana. —Señaló las escaleras con las cejas alzadas. —Vamos, todos abajo.

Mi padre ya estaba sentado en la mesa, con su vaso de té frío hasta arriba, y de brazos cruzados. Su barba canosa y sus gafas de pasta, estrechas y azules estaban pegadas a sus ojos con el ceño fruncido, casi enfurruñado. Quería comer y nosotros aún no estábamos en la mesa.

—¿Estás nerviosa? —Preguntó mi padre mientras tomábamos asiento.

—Sí, un poco. —Lo vi tragarse el primer trozo de pavo con puré de calabaza y me sonrió.

—No deberías estarlo, ya sabes cómo van estas cosas. Al principio estás nerviosa, porque es nuevo, claro, pero al conocer a la gente y habituarte. Luego todo viene rodado. —Tomó su vaso de té y lo alzó un poco, bebiendo después.

—Papá, las relaciones adolescentes no son las mismas que las de los adultos. Aquí hay superficialidad, hormonas, incomprensión, impulsividad y... Poca coherencia. —Torcí el gesto mientras cortaba, con algo más de cuidado que mi padre y mi hermano, el pavo.

—Bueno, pero tú no te preocupes, todo saldrá bien. —Sonrió mi madre.

—O quizás por ser la nueva te echan un cubo de sangre por la cabeza, y ya tendrán un mote para ti, 'la Carrie de Arizona'. —Rodé los ojos mientras él se reía a carcajadas, y mi madre le dio con la servilleta en el brazo.

—Basta ya, Josh. Por cierto, ¿cuándo te mudas? —Mi hermano desencajó la mandíbula mientras masticaba y alzó los hombros.

—No sé. Tengo que mirar casas por el pueblo. No sé por qué acepté ser el ayudante de papá, me explota. —Se quejó él.

BLAKEWhere stories live. Discover now