C A P I T U L O 4

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Veronica

—¿Crees que este vestido me quedará bien? —Me miré en el espejo del armario, y desvié la vista hacia Josh, que chupaba una piruleta tumbado en mi cama.

—No sé si deberías ponerte un vestido... Cariño, es una fiesta de viernes adolescente, ni nochevieja ni una boda. Yo... Me pondría unos vaqueros ceñidos, unos botines negros con tacón y... —Hizo un gesto con las manos. —Abre más el armario.

—A ver si vas a entrar otra vez. —Susurré mirándolo de reojo, abriendo la puerta.

—A ver si sales tú. —Le lancé una mirada asesina, y él se encogió de hombros sonriendo. —No juegues conmigo porque acabas perdiendo.

—Dime qué me pongo. —Le señalé la ropa.

—Ponte... Esa blusa blanca con un sujetador negro debajo. Dejarás a Blake sin aliento. —Cogí un zapato y se lo tiré a la cabeza.

—¡Fuera de mi habitación! —Él se levantó riéndose, saliendo por la puerta. —Eres imbécil.

Y, sí, tal y como me dijo Josh me vestí. Aquél cabrón tenía muy buen gusto para vestirme, me sacaba de quicio, pero me vestía que daba gusto.

Fui calle arriba, allí donde los árboles terminaban y rodeaban el vecindario, allí donde estaba la gigantesca casa de los Danvers, que daba al lago. Era la única que lo hacía, y estaba expectante por ver cómo era. Desde la calle ya se escuchaba la música, se veía a gente en la casa a través de las ventanas, y la puerta estaba abierta ya que un grupo de gente estaba entrando, así que aproveché para meterme tras ellos.

La casa tenía enormes ventanales que daban al lago, con un pequeño embarcadero de madera delante. La gente estaba dentro, bebía de sus vasos rojos, charlaban, bailaban, la música estaba alta, pero yo no conocía a nadie. Ni siquiera vi a Blake, y eso que ella era la que organizó la fiesta.

—Hey, ¿te conozco? Ah, ya sé, nos conocimos hace poco en Barnie's. —Un chico alto, con los hombros anchos, los brazos apretados a su camisa, los ojos azules, el pelo engominado y una sonrisa algo sibilina se plantó frente a mí. —Sí, y luego dijiste que íbamos a quedar. Seguro que no te acuerdas porque ibas algo... Borracha. —Se rio, y yo me reí también asintiendo. Por detrás de él, vi cómo Blake bajaba las escaleras con una chica detrás.

—Me acabo de mudar. —Desencajé la mandíbula. —Necesitas mejorar tus técnicas para ligar.

—¿Me quieres enseñar tú? —Lo intentó de nuevo, volviendo con esa sonrisa casi burlona. Blake pasó a mi lado y me sonrió, caminando hacia la cocina.

—No. —Negué con una sonrisa y me di la vuelta, bajando el escalón que iba hacia el salón.

Había parejas besándose, gente bebiendo de una manguera, otros clavaban una llave en la parte de debajo de una lata de cerveza y bebían rápido hasta que quedaban totalmente borrachos.

No conocía a nadie, ni siquiera vi a April, y algunas chicas del equipo con las que aún no me hablaba porque no había entrenado con ellas aún. Luego, los 'amigos' de Blake. No sé si eran amigos o qué, pero estaban todos allí bebiendo y comportándose como orangutanes.

No me quedó otra opción que salir fuera. El lago estaba tranquilo, con una orquesta de grillos sonando de fondo. Me senté en el embarcadero, entre dos canoas, y me sumergí en mis pensamientos.

Echaba de menos Tucson, echaba de menos a mis amigas. Echaba de menos a Jake, que no me había vuelto a hablar desde que me fui, echaba de menos el calor y una gran ciudad. Estaba siendo tan difícil adaptarme a todo... La cagué con Blake, y eso aún causaba resquemor dentro de mí, la había ofendido. Mucho, además. Se giró y salió de mi casa, poniendo la excusa de que tenía que ir a recoger unos apuntes de física a casa de April, pero yo sé que no era así.

—¿Qué haces aquí? —Di un pequeño salto en el sitio y levanté la cabeza, viendo a Blake sentándose a mi lado en el embarcadero. Llevaba unos vaqueros, unas vans rojas, una camiseta blanca con los bordes de las mangas y el cuello rojos y una camisa de cuadros blanca y roja atada a la cintura.

—No conozco a nadie de la fiesta. —Ella me tendió un vaso rojo, y por lo que olí era vodka.

—Vaya. —Ella sostuvo un botellín de cerveza entre sus manos. —No sabía que traerte, supuse que no te gustaba la cerveza, así que te traje algo dulce.

—Has acertado. ¿Y tú qué haces aquí conmigo? —Le di un trago al vaso.

—Ligar no. —Respondió bebiendo un sorbo de su cerveza mirando al frente.

—Lo siento. —Dejé el vaso a mi lado y apreté el puente de mi nariz. —No debí decirte eso, fue... Fue horrible y...

—Era broma. —Me miró desde su lado con el ceño fruncido, y apretó los labios. —¿Te ha gustado Harry?

—¿Quién es Harry?

—El chico con el que estabas hablando. Hacíais buena pareja. —Solté una carcajada y eché la cabeza hacia atrás para mirar al cielo.

—No. ¿Alguna vez has sentido como que te falta algo, Blake? ¿Qué llevas toda tu vida incompleta pero no sabes por qué? —Ella se rio mientras bebía, bajando la botella.

—Bastante tiempo.

—¿Cuándo dejaste de sentirte así? —Ella sonrió mirando al frente y negó, quitándole con la uña la pegatina a la botella.

—Hasta que supe quién era. —Aquella respuesta me dejó aún más confusa.

Ambas nos quedamos en silencio mirando al lago, bebiendo de vez en cuando, y era algo incómodo. La miraba a veces de reojo, y me preguntaba qué se le estaría pasando por la cabeza.

Entonces, vi algo en el lago, algo que flotaba, grande, blanco.

—Blake, ahí hay algo. —Señalé al final del embarcadero, y ella frunció el ceño. Nos levantamos y caminamos por la madera, mirando el lago.

—No, no hay nada. —Suspiró con el ceño fruncido. —Debe haber sido una bolsa de plástico.

—Seguro. —Asentí, aunque no muy convencida, observándola de nuevo a ella. —¿No te da miedo vivir en el lago? —Ella elevó un poco el labio para formar un atisbo de sonrisa.

—¿Por qué? ¿Es que te da miedo por la leyenda que te conté?

—¡No! —Me quejé, dándole un empujón en el pecho. —Me da miedo el lago de noche. Sin leyenda y sin nada.

—Qué gallina, Roberts. —Me dijo negando.

—No me llames gallina, es normal que-

—Veronica. —El rostro de Blake palideció. Pero no a un tono blanco, se puso gris, se puso verdosa. Se puso del color de una pared blanca que lleva años sin pintar. Sus ojos estaban abiertos, y se humedeció los labios. —No te des la vuelta.

—Blake, eres idiota. No va a colar. —Me reí y me di la vuelta.

—Veronica, no. —Me sujetó del brazo pero yo ya había mirado. Un cuerpo flotaba en el agua. Llevaba un vestido blanco, con florecitas rosas, y lo reconocí al instante. Abbie. El pecho se me hundió, y me llevé las manos a la boca mientras temblaba.

—¡NO! 

BLAKEOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz