C A P I T U L O 10

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Veronica

La cena transcurrió en silencio. Yo no tenía hambre. Me había pasado todo el día en comisaría prestando declaración junto con Veronica y el resto de los Wolves, aunque ellos sólo estuvieron dos horas. Mi madre había enloquecido. Era sobreprotectora y ver eso hizo que perdiese la cabeza. Yo miraba a Veronica al otro lado del pasillo, buscando algo de compasión, clemencia, pero su madre también hablaba con ella.

—¿No comes? —Dijo mi madre. Miré el plato de verduras y carne, cortando un trozo lentamente.

—Déjala, Chelsea. No tendrá hambre, después de lo que ha visto es normal. —Mi padre tomó su copa de vino y se la llevó a los labios.

—No es eso. —Respondí negando. Sí, ver aquello había sido un shock total, pero no estaba así por eso. Tendría pesadillas toda mi vida después de aquél día, pero lo que realmente me preocupaba era otra cosa. —Alguien va a matar personas sin razón, y... Hay gente que no quiero que sufra. —Escuché los grillos del lago, que se veía en calma a través de los ventanales del salón. Las barcas se balanceaban lentamente en el embarcadero, y el aire movía las copas de los árboles. Parecía tan pacífico, pero no quería pensar que a escasos metros, aquella mañana me había encontrado a un chico decapitado y clavado en un árbol con una estaca atravesándole el pecho. —Mamá, ¿puedo ir a casa de los Roberts?

—¿Cómo has dicho? —Respondió ella, negando a continuación.

—Vamos, mamá, está a pocos metros. Puedo ir en coche. —Mi madre miró a mi padre, que masticó con más lentitud al notar su mirada.

—Está bien. —Cedió mi padre.

No podía ni siquiera estar sola en mi habitación. Me aterrorizaba pasar aquella noche enterrada en pensamientos, pensando en la muerte, pero no en la mía, en la de mis padres o mis amigos.

Aparqué el coche frente a la casa de los Roberts, y miré a los lados de la calle por si había alguien. Luego, salí y caminé hasta la puerta, llamando al timbre.

—Hola Blake. —Dijo su padre al abrir, con una mueca en el rostro. —¿Vienes a ver a Vero? —Asentí pasándome la mano por el cuello. —Pasa, está en su habitación.

—Hola, señora Roberts. —La saludé. Estaba sentada en el sofá con el perro a sus pies. Ella sonrió casi sintiendo pena por mí, y levantó la mano.

Subí las escaleras y di tres golpes a la puerta, esperando.

—Está abierto. —Respondió Veronica. Giré el pomo lentamente y la abrí despacio, asomando la cabeza para verla. Estaba sentada en la cama, tapada con el edredón color púrpura y el portátil a un lado. Al verme, saltó de la cama y se enganchó a mí en un abrazo, cosa que me hizo sonreír. —Eres la primera chica que se alegra tanto de verme. —Murmuré cerrando la puerta con delicadeza.

—No puedo estar sola. —Se separó de mí con gesto triste, soltando mi brazo.

—Yo tampoco. —Veronica volvió a su cama y se sentó, frotándose un ojo con el borde de la manga de su pijama. —Por eso he venido. A pasar... Un rato contigo.

—¿Sólo un rato? —Recogió sus piernas en la cama y abrió un poco más el edredón.

—¿Dejas que me eche contigo?

—Si te quitas los zapatos. —Me senté en el borde de la cama y me quité los zapatos como me pidió, colocándome a su lado. Reparé en el portátil, estaba viendo un capítulo de alguna serie. Nos quedamos en silencio, y de verdad, era realmente incómodo. —Zac me ha preguntado cómo estaba.

BLAKEWhere stories live. Discover now